Mulas y recueros
s difícil imaginar lo que supuso el transporte de mercancías hasta que apareció el ferrocarril, en especial en México donde abundan las barrancas y serranías, así como corrientes de agua que en época de lluvias dificultan el tránsito por los caminos. En las zonas tropicales, los trazos abiertos un día quedaban borrados al siguiente por la vegetación. Se explica entonces por qué en la época prehispánica se prefería el bien organizado comercio por medio de pochtecas y tamemes.
Después de la conquista española las cosas cambiaron; los invasores tenían otra relación con las poblaciones y el paisaje. El caso de las minas así lo muestra; sus explotación desmesurada, sólo comparable con la que realizan ahora las compañías canadienses al amparo público, requerían de algunos bienes, en especial sal y mercurio para el beneficio de los metales, y alimentos para quienes ahí vivían.
En Nueva Galicia, Audiencia que abarcaba los actuales estados de Jalisco, Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas y parte de Sinaloa, las minas se ubicaban en el noroeste y en el noreste. Thomas Calvo se refiere además a otras dos grandes regiones: la de la costa y la del centro, donde está Guadalajara.
En su libro Por los caminos de Nueva Galicia: transportes y transportistas en el siglo XVII, editado por la Universidad de Guadalajara y el Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, hace una revisión de fuentes de archivos y de una amplia bibliografía para aportar datos y ambientar lo que debió ser el intercambio de mercancías en esa época.
Ahí destacan dos protagonistas: los arrieros y las mulas. La mula que Calvo describe como resistente, sobria y rápida
, era capaz de recorrer los caminos con grandes cargas, en climas tan opuestos como los de la costa o el desierto.
Los arrieros o recueros fueron también personajes importantes en el paisaje mexicano hasta finales del siglo XIX. Se trataba de criollos, mestizos y aun indígenas que poseían conocimientos en varios campos: los caminos, la manera de cargar a las mulas, cómo curarlas cuando la carga les producía mataduras
o sufrían algún percance en el camino, cómo envolver la carga, entre otros más.
Es por ello que había especialidades. Una recua llevaba a la cabeza una yegua con cencerro o atajadora
; la guiaba el aprendiz
o atajador
que solía ser un indio. Los mozos
iban a los costados de las mulas vigilando el cargamento, reparando los armazones e impidiendo la dispersión de las mulas. El sabanero
las alimentaba y el cargador
vigilaba el empaque de la carga y su distribución entre las mulas. Ya nos referiremos a las mercancías.