Enésimo encierro sin transmisión ni clase en la novena corrida de la Plaza México
Deslucidas reses de Villacarmela
Federico Pizarro, sobrio y solvente
Joselito Adame, esforzado
Lunes 17 de diciembre de 2012, p. a43
Haciendo a un lado las premiaciones aldeanas en que cayeron hace años los jueces de la Plaza México y que ayer la gente bonitonta no pobló las barreras del coso de Insurgentes, prueba de que no es el morbo lo que incita su afición, puede decirse que los toros del hierro de Villacarmela, bien presentados, apenas cumplidores en varas, deslucidos, sin transmisión y poco propicios para el lucimiento, permitieron calar el nivel tauromáquico de cada uno de los alternantes.
Hicieron el paseíllo el español Juan José Padilla (39 años de edad, 18 de alternativa y 72 corridas en lo que va de este año), el capitalino Federico Pizarro (41 años, 19 como matador y sólo 11 festejos), y el hidrocálido Joselito Adame (23, cinco de matador y 15 tardes en 2012) para lidiar una corrida de Villacarmela del escrupuloso ganadero Alejandro Arena Torreslanda, vecino de Lagos de Moreno, Jalisco, que mandó una corrida muy bien presentada pero sin los ingredientes para el lucimiento de la empeñosa terna, salvo el jerezano Padilla.
Cosido a cornadas –37 para ser precisos– Juan José Padilla, poseedor de una tauromaquia macha, a veces efectista pero siempre esforzada en los tres tercios, con la obsesión de complacer al público, sea el de una plaza de alcurnia o el de una modesta, regresó a la Plaza México para confirmar una vocación y una casta toreras que rebasan toda lógica, sobre todo después de haber sufrido una espeluznante cornada en la feria del Pilar en Zaragoza, el 7 de octubre de 2011, cuando un problemático astado de Ana Romero le arrancó el globo ocular izquierdo al salir del tercer par de banderillas.
A diferencia de nuestros pasmados empresarios taurinos, los de España, donde no hay uno solo en el listado de la revista Forbes entre los mil más ricos del mundo, decidieron ganar ellos y hacer ganar dinero a Padilla, ofreciéndole más y más corridas no obstante su minusvalidez. Acá, el inolvidable Armando Rosales El Saltillense y el poblano José Rubén Arroyo, quienes también perdieron un ojo por cornada, fueron relegados. Sólo fue falta de talento empresarial y de mercadotecnia para recurrir con eficacia y oportunidad al morbo de las masas, siempre ávidas de héroes.
Bastaron dos trasteos empeñosos para que la escasa gente que acudió a la plaza se volcara en conmovidos aplausos, más por su carencia física que por sus procedimientos, para estructurar sendas faenas variadas, valientes, efectistas y vistosas que le valieron magnánimas premiaciones, no obstante haber pinchado a su primero. Podía no haber cortado ni una oreja que su casta rebasó toda lógica.
Federico Pizarro, primer espada, luego de varias temporadas postergado en la México y no obstante que pechó con el peor lote, realizó dos faenas de muy altos vuelos con capote y muleta, ante un público apenas acostumbrado a la sobriedad tauromáquica. Quietud, solvencia, clasicismo y sello fueron la tónica de una reaparición en la que prevaleció el poderío, no obstante sus contadas actuaciones en los estados.
Joselito Adame sabe mucho pero dice poco y mata peor. No es para la México
, dijo uno; no es para México
, dijo otro, a menos que enfrente un toro con edad y trapío, con transmisión de bravura y de peligro. Pundonor y torería le sobran; sello y expresión, no.