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Locuras violentas

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Desesperación en Newton, Connecticut, el pasado viernesFoto Ap
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se rostro de una madre en Newtown hablando por celular en las afueras de la primaria donde un joven blanco acababa de matar a 20 niños y seis adultos es muy conocido. Esa expresión de intensa, indescriptible, abrumadora angustia y dolor es la misma que se retrata o que uno ha visto en persona en los rostros de las madres en otras partes de Estados Unidos: Irak, Afganistán, Pakistán, Somalia, Vietnam, la Unión Soviética, Japón, México, y demasiados etcéteras más, pero siempre es la misma expresión.

¿Cuántas madres han tenido que ser testigos de las muertes de sus hijos? ¿Cuántas han tenido que ser informadas de que esos decesos fueron resultado de algo inesperado, sin razón, como en el caso de Connecticut? ¿Cuántas han tenido que escuchar que no fue nada personal, sino ‘daños colaterales’? ¿Quién define quiénes son los locos y los cuerdos en todo esto?

Dicen que el responsable del acto más reciente –de tantos parecidos–, en Connecticut, fue un joven con problemas mentales. Pero cuando una bomba o un drone mata a niños en una primaria en algún país que se vuelve campo de batalla, ¿los responsables son cuerdos?

Aquí todas las guerras son justas, necesarias para proteger la seguridad del planeta y en nombre de la libertad, los derechos humanos y Dios. Es legítimo, según el mensaje oficial, resolver conflictos y disputas con violencia. El derecho a armarse es sagrado y uno vive aquí con 283 millones de armas en manos civiles privadas, tres de éstas estaban en la casa del responsable de esta matanza, compradas legalmente por su madre, una entusiasta de las armas, como se les dicen.

“Siempre ha sido un país muy atemorizado, desde tiempos coloniales. Hay un sector grande que piensa: ‘ahí vienen por nosotros’, pero nunca se sabe quiénes son ‘ellos’… Entonces, uno debe poseer armas y se tiene que defender. Eso proviene desde muy atrás de la historia estadunidense”, explica Noam Chomsky en una entrevista reciente en Truthout.

Pero las consecuencias de esto están muy presentes. Marion Wright Edelman, la famosa directora del Fondo de Defensa de los Niños, escribió después de esta reciente masacre: ¿Qué tan jóvenes tienen que ser las víctimas y cuantos niños más necesitan morir antes de que detengamos la proliferación de armas en nuestra nación y la muerte de inocentes? Reporta que las estadísticas oficiales más recientes indican que 2 mil 694 menores de edad murieron en 2010 por armas de fuego, 67 de los cuales tenían edad para estar en primaria. Si esos menores de edad estuvieran vivos hoy llenarían 108 aulas de 25 estudiantes cada una. Desde 1979, agrega, 119 mil 79 menores de edad han muerto por armas de fuego, un total mayor a las muertes estadunidenses en las guerras de Vietnam y Corea e Irak combinadas. Concluye: ¿Dónde esta nuestro movimiento antiguerra para proteger a los niños de la violencia de armas aquí en casa?

Hay más regulaciones sobre osos de peluche y pistolas de juguete que sobre las armas de fuego.

Según la revista Mother Jones, se han registrado por lo menos 62 matanzas masivas (con por lo menos cuatro o más víctimas en un lugar público) con armas de fuego en este país desde 1982, las cuales se han perpetrado en 30 estados. De las 142 armas de fuego en manos de los asesinos, más de tres cuartas partes fueron obtenidas legalmente, la gran mayoría son semiautomáticas. La mitad de las matanzas sucedieron en escuelas o lugares de trabajo, las demás en bases militares, centros comerciales y edificios de gobierno. De los responsables, 44 eran hombres blancos (una mujer) y su edad promedio era de 35 años.

Esta Navidad a millones de niños se les obsequiarán videojuegos, los más exitosos son en los que se juega a ser un soldado, un asesino, un espía, un integrante de las fuerzas especiales, o un combatiente en una batalla urbana entre buenos y malos, y para ganar uno tiene que matar y destruir al enemigo. Todas las semanas, la Casa Blanca evalúa y selecciona objetivos para matar o destruir con drones, esas aeronaves robot controladas desde miles de kilómetros a distancia por militares a través de computadoras y pantallas muy parecidas a las de estos videojuegos. Uno no ve sangre, no escucha gritos, no huele la destrucción, sólo cumple con el objetivo. Nadie ve los rostros de las madres.

Las guerras con sus millones de víctimas y la respuesta armada y violenta a las amenazas a la seguridad pública, sean drogas, inmigrantes indocumentados o locos, son opciones legítimas aquí. Ante amenazas y conflictos, la respuesta suele ser: más armas.

Este país vive en la violencia aquí y en el extranjero. Los políticos, la industria armamentista, el complejo militar-industrial, los religiosos, los medios y los expertos continúan afirmando que guerras afuera y derecho a armas adentro tiene que ver con derechos y defensa de la democracia. Entre los que padecen problemas mentales y éstos, uno tiene que preguntar ¿quiénes son los verdaderos locos?

“Al caminar entre los jóvenes desesperados, rechazados y furiosos a quienes les he dicho que los cocteles Molotov y los rifles no resolverían sus problemas, he intentado ofrecerles mi compasión más profunda mientras mantengo mi convicción de que el cambio social se logra de la manera más significativa a través de la acción no violenta. Pero me preguntaron, y con toda razón: ¿y qué con Vietnam? Preguntaron si nuestra propia nación no estaba usando dosis masivas de violencia para resolver sus problemas, para promover los cambios que deseaba. Sus preguntas me dieron en el centro, y entonces supe que nunca más podría levantar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos sin primero hablar claramente frente al proveedor más grande de la violencia en el mundo hoy: mi propio gobierno”, dijo el reverendo Martin Luther King en 1967.

Las expresiones en los rostros de las madres registran las consecuencias de la locura violenta estadunidense tanto aquí como alrededor del mundo.