En la décima corrida de la México hubo más bueyes de arado, ahora de Carranco
Angelino de Arriaga, de entre altibajos
El salmantino Eduardo Gallo mal con la espada
Lunes 24 de diciembre de 2012, p. a39
Con eso de que los ganaderos son experimentados y escrupulosos y que los toros no tienen palabra de honor, ¿a quién responsabilizar de la alarmante mansedumbre exhibida en el grueso de los 10 festejos celebrados hasta ahora en la temporada grande 2012-2013 de la Plaza México?
Entonces, entre la discrecionalidad de autoridades complacientes y la indiferencia de funcionarios posmodernos y ataurinos, que cada quien se encomiende al santo de su devoción y ruegue por la recuperación de la bravura, por lo menos en una fiesta donde cada día es más escasa.
Ante una entrada virtual, es decir, de contados aficionados virtuosos, hicieron el paseíllo Alfredo Gutiérrez (34 años de edad, 15 de matador y ocho corridas toreadas este año), el salmantino Eduardo Gallo (28 años, ocho de alternativa y 15 festejos en 2012 en España) y el joven Angelino de Arriaga (21, un año de matador y 12 festejos), quienes originalmente iban a estoquear una corrida de Rancho Seco y acabaron sudando frente a una mansada del hierro potosino de Carranco.
Sin poder aplicar el reglamento con criterio, el que fuera destacado subalterno Jesús Morales y ahora juez de plaza, consideró que no debía ordenar un minuto de aplausos en memoria del fotógrafo taurino Humberto Ávila, fallecido la mañana de ayer, luego de medio siglo de plasmar imágenes, pero sí podía indultar un toro de regalo, con recorrido y calidad por ambos lados pero no excedido de bravura, de la ganadería de Jorge María, propiedad de Miguel Alemán Magnani y de Rafael Herrerías.
Y es que el público estaba tan pero tan aburrido que ya para el cuarto toro la gente de general mejor optó por hacer su posada, para lo cual encendió luces de bengala y velas, pasó el ponche, la chela o el chesco y entonó villancicos o lo que se le pareciera, pues la emoción y los oles habían estado francamente escasos.
El encierro de Carranco fue muy parejo de presentación, mansedumbre y debilidad, no así de cornamentas, por lo que en la mejor tradición de la bravura virtual, a los seis astados apenas se les señaló un puyacito, no por consideración sino en vano intento por ver si llegaban con media embestida a la muleta. Pero ni así.
Alfredo Gutiérrez no acabó de tomarle la distancia a su débil y soso primero, pero con su segundo, que provocó pitos por su discreto trapío aunque la pizarra dijera 495 kilos, estuvo yéndose del toro después de dos o tres pases aislados o quitándole la muleta de la cara sin necesidad. Lo bueno es que cobró una soberbia estocada en todo lo alto y ahí sí, el juez se acordó de la tauromaquia y concedió una merecida oreja.
Eduardo Gallo, que obtuvo el Premio Torero Revelación de San Isidro 2012, lanceó bien a su primero y consiguió derechazos con sabor y largueza, incluido un pase de pecho monumental. Luego, ante la falta de transmisión del astado, cayó en el encimismo, la faena perdió ritmo y él los papeles con el acero. Le sonaron un aviso. En su segundo, tras dejar un bajonazo, fue llamado al tercio.
En su lote, Angelino de Arriaga no tuvo mejor suerte que sus compañeros, si bien en su primero se vio lucido con el capote, tanto al llevarlo al caballo como al realizar variado quite. Luego salió el de regalo, con el que logró pases magníficos pero sin poder estructurar la faena de altos vuelos que justificara el santaclosero indulto.