ntes que se me olvide, Editora Política, La Habana, 2012, conversación sostenida en seis años por Alí Rodríguez Araque y la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde es un libro insoslayable para entender la revolución bolivariana. Intentaré sintetizarlo muy apretadamente. Lúcido testimonio de Rodríguez, protagonista por más de medio siglo de las luchas revolucionarias venezolanas y latinoamericanas, hombre de cultura, estudioso de Marx, Engels, Lenin, Che Guevara y otros clásicos del pensamiento revolucionario, de quien El Capital es libro de cabecera. Merece gran atención su aplicación al petróleo y a la geopolítica de la teoría marxista de la renta del suelo.
El combatiente contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, tenaz guerrillero frente a los regímenes ferozmente antipopulares de Rómulo Betancourt y sucesores emanados del entreguista Pacto de Punto Fijo, hoy alto funcionario del gobierno de Hugo Chávez, nos aporta una creativa mirada de una historia transcurrida en el seno del capitalismo rentista por excelencia en América Latina, su burguesía y el Estado que la amamanta. Este anestesia con dádivas procedentes de la renta petrolera el enorme auge de las masas populares posterior al derrocamiento de la dictadura.
Se aprovecha de la ausencia en el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda de una estrategia revolucionaria para tomar el poder y trasformar la sociedad, pues aunque recurren a la lucha armada, lo hacen cuando ya ha pasado la marea popular. De allí que pese al admirable heroísmo y entereza en el combate o la tortura de la mayoría de sus militantes y cuadros, no logren pasar de una actitud política y militarmente defensiva y dilapiden en acciones aisladas e inconexas el enorme prestigio ganado entre las masas en el combate contra la dictadura y el importante trabajo político desarrollado entre una Fuerza Armada Nacional cuya oficialidad y tropa son con frecuencia admiradores del ideal bolivariano y sensibles a los problemas sociales. La izquierda, aislada de las masas, va a la guerra como único medio de enfrentar el vendaval represivo orquestado con apoyo de Estados Unidos, que envía a varios agentes cubanoestadunidenses de la CIA, entre ellos Luis Posada Carriles, quien directamente tortura y asesina revolucionarios y luchadores sociales como Comisario Basilio de la policía política venezolana.
Ello hace posible que los dos partidos tradicionales (Acción Democrática y COPEI) puedan aplicar a rajatabla las políticas neoliberales, comenzando por la privatización de los hidrocarburos, a contrapelo de importantes avances en la soberanía sobre los recursos naturales conseguidos a lo largo del siglo 20. Se apoyan en la estructura de PDVSA, que de empresa venezolana sólo tiene el nombre pues sus gerentes se han formado en las trasnacionales, y encuentran la diligente colaboración de la izquierda arrepentida del MAS, cuyo líder Teodoro Petkoff es cómplice en la aprobación de las leyes que enajenan la soberanía venezolana sobre el crudo y la capacidad redistributiva del Estado y como ministro de gobierno será punta de lanza en su aplicación.
El primero y segundo gobiernos del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, son particularmente voraces en despojar al trabajo a favor del capital de su participación en la distribución de la renta. Rodríguez, que por instrucciones del Partido de la Revolución Venezolana ya ha negociado el paso de los guerrilleros a la legalidad, se convierte desde 1988 en uno sus interlocutores con el entonces comandante de paracaidistas Hugo Chávez. En la segunda administración de Pérez se desencadena el caracazo (1989), gran rebelión espontánea contra un inmisericorde paquete
de ajuste neoliberal que abre el camino al alzamiento de Chávez, quien desde hacía tiempo conspiraba con personeros de la izquierda civil. Reacio al salir de la cárcel a participar en las elecciones de 1998, el comandante cambia de opinión después de recorrer el país y hace de la lucha electoral el vehículo de su estrategia para llegar al gobierno y trasformar a Venezuela en un país verdaderamente soberano y democrático, esta sí bien pensada y delineada. La revitalización de la OPEP, el control por el Estado de la renta petrolera y el impulso a la unidad latinoamericana son tareas en las que Rodríguez acompaña a Chávez en posiciones cimeras. Ahora al frente de Unasur, su visión es una integración muy superior a la OPEP aprovechando las gigantescas riquezas naturales de la región y todo lo mucho de común que hay entre sus habitantes.
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