Sábado 29 de diciembre de 2012, p. a32
Soy un músico modesto al servicio de Euterpe (la musa de la música, según la mitología griega) y que chinguen a su madre los que no lo entienden
. El director de orquesta Enrique Bátiz Campbell no deja de lado su personalidad controvertida y polémica al momento de definirse.
Ni siquiera por la alegría y el gusto de haber cumplido 70 años el pasado 4 de mayo ni porque cuando La Jornada le hizo esta entrevista, hace unas semanas, estaba a un paso de subirse al avión que lo tiene actualmente en China.
Allí, en el Centro Nacional de las Artes de Pekín, comenzó la noche de este viernes una gira de seis conciertos por diferentes ciudades al frente de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, de la cual es fundador y titular; el periplo concluirá el 7 de enero en Macao.
Larga, profunda y sin tapujos es la charla que el también pianista nacido en la ciudad de México sostiene con este diario, en la que afirma será la última entrevista
periodística que ofrezca en su vida. No sólo porque es reacio a aceptarlas, explica, sino porque en ella he dicho ya todo lo que tenía que decir; quedo realmente al desnudo
.
Dos horas y media de conversación, en la que el director aborda de forma directa esa fama o leyenda oscura que pesa en el medio musical mexicano sobre su persona, la cual le ha valido inclusive el veto en algunas orquestas, entre ellas la Sinfónica Nacional, a la que nunca ha dirigido en sus 42 años de trayectoria profesional.
Lo anterior, no obstante que durante el sexenio de José López Portillo fue uno de los músicos e inclusive artistas mexicanos más influyentes y poderosos, al lado de su colega Fernando Lozano.
De Enrique Bátiz se ha dicho que es un grosero
, un patán
, un intransigente
y un dictador
; incluso se asegura que por causa suya algunos músicos han decidido abandonar la profesión y que no son pocos los que han debido tomar terapia sicológica luego de trabajar a su lado.
En su domicilio, en Lomas de Tecamachalco, el músico toma relajado tales epítetos y acusaciones, y sostiene que los mismos son prejuicios
, porque, asegura, muchos de los que los repiten y expanden nunca han tocado bajo su batuta y ni siquiera lo conocen.
También asume que es la factura de la decisión de dedicar su vida a buscar la excelsitud en la música
, pues entre muchos músicos en México predomina la medianía, la mediocridad, y no me perdonan que les exija tocar bien su instrumento, que no masacren la obra de arte
de un compositor.
Sí, sé que tengo mala fama, pero lo único que hago es pedir que la nota Do sea trabajada como tal y no como Re. No son culpa mía las fallas educativas de los músicos de otras orquestas; de lo que sí tengo responsabilidad es de los que están bajo mi dirección. Sí, por eso tengo mala fama
, enfatiza.
Recalca: “más vale tener fama de hijo de la chingada que de pendejo o mediocre. No trabajo para quedar bien con alguien, trabajo para hacer música de la manera correcta, estar apegado a lo que plasmaron y piden los compositores en sus partituras.
Hay quienes se asustan con el tono de voz fuerte, con la exigencia. Pareciera que vivimos en un país de príncipes y princesas en el que nadie o muy pocos están acostumbrados a las exigencias. Por eso me he peleado a muerte, por defender la búsqueda de la excelencia. Y a eso le llaman mala fama, y no, ¡eso es buena fama!
Las expresiones negativas hacia su persona están lejos de enorgullecer a Enrique Bátiz y considera que más bien son motivo de reflexión.
Mi afán no es trascender a costa de todo. Creo que simplemente he hecho mi trabajo buscando que se haga mejor música en la orquesta que yo dirija
, realza.
Quisiera rascar el fondo del tema y hago dos preguntas: ¿soy responsable de cómo ejecutan los músicos su instrumento? ¿Soy responsable de los errores musicales que cometen y que otros directores musicales no abordan o no quieren resolver?
Ese proceder, a su decir, es como una enfermedad que avanza progresivamente y en la que soy como un médico que les digo que ahora tienen que tomar estas pastillas a güevo y no lo hacen; entonces, pues siguen con su sífilis hasta que se mueren
.
El problema fundamental del trabajo de director de orquesta en las circunstancias de hacerlo permanentemente, apunta, consiste en lograr que los músicos toquen mejor, y considera que en ese aspecto él ha cumplido con creces.
El método, el sistema amable no funciona, porque en el trabajo diario los músicos son propensos a burlarse. Una de las cosas que descubrí en estos 70 años de vida es que la gente no confiesa sus partes negativas
, indica.
“Todos los seres humanos tenemos un lado noble y otro oscuro, sin excepción. Entonces, algunos músicos sólo van a utilizar la parte negativa, van a decir: hagamos mierda a Enrique Bátiz.
Pero el asunto conmigo está muy claro: mientras no toquen feo ni mal, no habrá regañiza. No puedo permitir que una orquesta masacre la obra de un compositor. Detesto esas agrupaciones que tocan horrible pero en las que todo mundo sonríe y se trata bien
, concluye.
La gira que Enrique Bátiz y la OSEM efectúan por China es sólo el preámbulo de una apretada agenda de otros viajes artísticos que la agrupación tiene programados de aquí a tres años.
Después de un receso en México la siguiente escala será Sudámerica; luego, en 2014, Europa, y por último, en 2015, Estados Unidos, donde se proyecta que ofrezcan la friolera de 50 conciertos.
Además, confeso enemigo de la rutina, el director de orquesta y pianista anuncia que a partir de 2013 la sinfónica mexiquense se dedicará a producir discos compactos y devedés con las obras del repertorio, para lo cual fue creado ya un sello propio.
Enrique Bátiz se define un hombre pacífico y durante la entrevista se ufana en pedir que ésa sea la impresión que quede retratada. Aunque acota que es pacífico siempre y cuando la música esté bien hecha, sea bien tocada.
Mi carácter no está en admitir comerme la mierda ajena; suena feo, pero así es
, destaca; y para quienes lo han acusado de que por culpa suya algunos músicos se han retirado de la profesión o han debido tomar terapia sicológica, responde que esos cargos deberían presentarlos ante un agente del Ministerio Público.
¿Porque no van a uno y levantan un acta, en vez de un chisme? La cultura nunca debe ser objeto de chismes
–¿Qué opina de lo que dicen directores famosos sobre que el modelo de la dirección de orquesta ha cambiado?
–Eso es muy vago, porque el trabajo se hace diariamente. Es como una construcción: los ladrillos se colocan uno por uno, ¿o no es cierto? Sé que los nuevos directores recomiendan amabilidad; también se habla de democracia, pero ésta es un precio que se paga muy alto con la baja calidad de resultados.
“No hablemos de dictadura; ésta existe en la música por sí sola, porque de antemano están los tiempos en los que hay que tocar, hay que sostener el ritmo, hay que hacer un análisis exhaustivo de la obra que se dirige, hay que aportar; en fin, no es simplemente mover el brazo.
“Sé que el nivel de los músicos que integran las orquestas en México no es el más alto del mundo. Entonces, les ha faltado humildad y sinceridad para reconocerlo, y prefieren culpar a los otros. Y de lo único de lo que puedo ser culpable es de mi propia falta de tolerancia a la medianía.
En eso tampoco merecen mi respeto esos profesorcillos o directores de orquesta que pretenden conquistar a los músicos con una sonrisa y no son capaces de obtener un forte o un pianísimo profundo y de raíz.
Una de los aspectos que Enrique Bátiz procura es trabajar con músicos que sí estén dispuestos a ser flexibles, a buscar; porque el infinito del universo de la música es inalcanzable e inagotable. Ese es el punto: servir a la música, no servirse de ella. Eso es parte del lío
.
El director no tiene empacho en responder emocionado que sí ha valido la pena
dedicar su vida a la música, sobre todo lo hecho al frente de la OSEM en las dos épocas que ha estado al frente de ella, pues, a su decir, en sus 42 años de existencia ha sido una agrupación que ha servido como el impulsor cultural del estado de México y sus habitantes.
“¿Qué me falta por hacer? Acabo de anunciarle a la orquesta que me quedaré en ella hasta que muera. Bueno, mientras pueda y supere la condición física, porque ahora estoy mucho más puro, más radiante, más preciso, más claro en la forma en que deben hacerse las cosas.
“Llegué a la madurez, sin importarme quién se dé cuenta. Y quiero que esa experiencia se quede plasmada. Entiendo mucho mejor ahora para qué es un ensayo que hace 30 o 40 años. Y he tenido tenido que trabajar un chingo para lograr eso, porque soy producto más del trabajo que del talento”.