Opinión
Ver día anteriorSábado 29 de diciembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La reforma política que requiere el DF
M

ás que enfrentar la disyuntiva sobre inclinarse a una forma de gobernar, considero que lo realmente fundamental es encontrar y mantener un perfil distinto en la manera de atender los problemas comunes, por ello, mi gobierno partirá de profundizar y ampliar los derechos ciudadanos, para lo cual se requiere de políticas públicas que escuchen y atiendan el clamor de la gente.

Hoy en día se necesitan gobiernos participativos, que combatan la problemática de las delegaciones en materia de inseguridad, crisis económica, desempleo, corrupción, escasez de agua, entre otros. Conviene cristalizar todas las propuestas que los candidatos a delegados hicimos durante la campaña electoral, para atender la problemática de la ciudad de México, demandas que se han complicado con el paso del tiempo y reclamos de atención a problemas que continúan sin solución.

Una cuestión mayor es la organización política de la entidad, la conformación del DF en un estado más de la República, que cuente con una constitución local, con municipios y cabildos, con pesos y contrapesos para el ejercicio de gobierno de los jefes delegacionales, a tener un Congreso local y a dotar al gobierno central de todas las facultades de administración.

Se dijo en aquel entonces que sería un segundo paso de una reforma gradual para alcanzar una democracia plena en la entidad. También se mencionó que sólo un movimiento social amplio que convocara a todos los sectores sociales y políticos del DF podría llevar a reconocer la necesidad de una reforma política para que la ciudad de México se convirtiera en un estado más de la Federación, y que no solo fueran declaraciones de campaña.

De ahí la importancia que reviste apoyar al jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, en su cruzada de plantear una nueva reforma política para la ciudad; seguiremos insistiendo, por la necesidad de dar este paso, esta bandera de lucha nos corresponde a todos y no sólo a uno, o más partidos políticos.

Sería bueno para este momento empezar a llamarle ya a la ciudad estado del valle de México, tal como lo identifica el artículo 44 constitucional, sin necesidad de desalojar la sede de los poderes federales; llamar gobernador al jefe de Gobierno, dándole mejor identidad y forma en instancias como el órgano que convoca a los gobernadores del país, y en lugar de llamarle gobierno central al Distrito Federal, decirle gobierno del estado, para una mejor precisión.

Ya se dan pasos concretos en ese sentido: darle la dimensión correspondiente a la anterior Asamblea de Representantes en Asamblea Legislativa, y el cambio que también se hizo con sus integrantes, al ubicarlos como diputados, ya que la denominación de asambleísta era limitada o incomprensible a la opinión pública en cuanto a sus responsabilidades y facultades.

La cohabitación de 12 años del o los gobiernos locales con el gobierno federal muestra que no pasa nada ni se tiene un conflicto mayor, al paso de ejercicios cuando se tienen definidas las facultades y los alcances de sus responsabilidades. Es hora de que el Senado de la República deje el paso libre para ser ciudadanos plenos a los habitantes del Distrito Federal y dejar que los capitalinos decidan su propio destino.

Y al asumir nuestras responsabilidades como jefes delegacionales, con voluntad debemos contribuir con políticas públicas específicas, eficaces y directas, con el objetivo principal de mejorar la calidad de vida de los habitantes de cada delegación.

Aquí se tiene una buena oportunidad de medir la efectividad de gestión de los gobiernos delegacionales, y ver si realmente se supera la pobreza y se resuelven los problemas urbanos y económicos de la gente, es una forma de ir construyendo el cambio político en la ciudad de México.

En esta cruzada de reforma política se requieren gobiernos delegacionales al tamaño de cada demarcación y no pretextos menores de jefes delegacionales que al concluir su gestión expresen que se divida su territorio por el tamaño de los problemas o que no se tiene capacidad para atenderlos, ya sea por carecer de proyecto o porque las circunstancias los rebasan.

Por eso atendamos primero cuestiones de fondo, como la reforma política. Si gastamos un peso a la derecha o a la izquierda, derivará del gobierno que construyamos.

*Titular de la delegación Cuajimalpa (PRI-PVEM)