a ilusión del desarrollo para todos nunca llegó, fue una mentira. En el libro colectivo Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder (Sachs, 1992) varios pensadores radicales clausuraron la era del desarrollo, la sepultaron para siempre. Inspirados por la crítica a la cultura del progreso del filósofo e historiador Iván Illich denunciaron los mecanismos perversos de este paradigma como una carrera hacia el precipicio.
El desarrollo es un concepto polisémico –crecimiento, progreso, modernización– con apellidos a la medida –económico, sostenible, alternativo, humano– siempre positivo para multitud de académicos, teóricos e incluso activistas sociales. En el mundo real, como indica Gustavo Esteva, éste sólo está presente en unas cuantas naciones ricas o en las élites de las naciones empobrecidas y eso sí, siempre se genera a costa del resto. El desarrollo sólo lo obtienen unos cuántos, está cimentado en fuertes relaciones de poder y es el responsable de la crisis ambiental.
El destacado sociólogo Immanuel Wallerstein ha evidenciado el importante debate en la izquierda entre los promotores de éste modelo y aquellos que lo consideran la forma de operar del capitalismo, el origen de todos los males (La Jornada, 26/02/11). Una profunda reflexión y toma de partido al respecto es imprescindible, urgente. Con el argumento de la crisis, las fuerzas de la derecha están logrando mercantilizar todas las esferas de la vida.
El análisis de los movimientos migratorios contemporáneos puede ofrecer luz a esta discusión. A pesar de la influyente y masiva información generada por organizaciones globales como las Naciones Unidas, la Organización Internacional de las Migraciones, gobiernos de todos los colores, organismos de financiación internacional y estructuras regionales como la Unión Europea respecto a las bondades de las migraciones como promotoras del desarrollo; una mirada científica centrada en la inversión del vínculo, es decir, en el desarrollo como promotor de las migraciones forzadas, provee de importantes y alternativas conclusiones.
Para los investigadores de las migraciones Raúl Delgado Wise y Humberto Márquez, el enfoque de la migración como promotor del desarrollo no toma en cuenta las relaciones asimétricas entre países y sobre todo la descomposición económica, social, cultural y poblacional ocasionada por la dinámica capitalista actualmente en su faceta de globalización neoliberal
. Por tanto, si tomamos al desarrollo como la variable independiente que genera las migraciones, el modelo de desarrollo realmente existente es el neoliberalismo y su efecto las migraciones forzadas.
En países donde se originan las migraciones, está bien documentado como el desarrollo ha clausurado las opciones de vida de millones de personas obligando a la migración forzada. En países receptores, la ayuda al desarrollo –excepto en contadas experiencias honrosas– ha sido la coartada perfecta para reforzar el sistema neocolonial.
En 1997 en el ámbito europeo, Sami Naïr introdujo el concepto del codesarrollo como: una propuesta para integrar inmigración y desarrollo de forma que ambos países, el de envío y el de acogida, puedan beneficiarse de los flujos migratorios. Es decir, es una forma de relación consensuada entre dos países de forma que el aporte de los inmigrantes al país de acogida no se traduzca en una pérdida para el país de envío
.
Dos años más tarde, la Unión Europea incorporó el codesarrollo en la Cumbre de Tampere como modelo preferencial para vincular movimientos migratorios y desarrollo. Sin embargo, la propuesta fue rápidamente traicionada inclinándose hacia la construcción de la Fortaleza Europea que cada vez más condiciona su ayuda al desarrollo con países de origen al control de la migración ilegal, a la firma de tratados de repatriación y a la penetración de empresas europeas, como en el caso del segundo Plan África del Estado Español.
Uno de los casos más vergonzosos ha sido el acuerdo de cooperación bilateral entre Berlusconi y el ex dictador Kadafi –antes de la demonización por parte de la prensa internacional–, quien a cambio de 3,564 millones de euros para infraestructura, accedió a continuar realizando el trabajo sucio para los gobiernos europeos en materia migratoria. El intercambio se realizó a pesar de las advertencias realizadas por organizaciones como Human Right Watch y Afvic, denunciando importantes violaciones a los derechos humanos como arrestos arbitrarios y torturas en los centros de internamiento libios (El País, 11/06/09).
En estas circunstancias, salir de la ruta del neoliberalismo y de la mentira del desarrollo en países de origen y por tanto en México es un imperativo. Sabemos que el cambio no vendrá de arriba. Las luchas migrantes y su articulación con otros movimientos antisistémicos del país y del extranjero son un contrapoder indispensable en esta labor.