Lleva 19 versiones en Londres; se prevé que la siguiente también sea en NY y Atenas
Al inicio ignoran de cuál película se trata
Con vestuario, escenografía y rodeados de actores, los cinéfilos son introducidos en el ambiente de la cinta, que verán al final de la representación
Sábado 5 de enero de 2013, p. 6
Londres, 4 de enero. En autobuses antiguos, 400 cinéfilos llegan a una prisión londinense, obligados a guardar silencio por matones. Bienvenidos a Secret Cinema, un juego en el que los espectadores se adentran en el universo de una película antes de descubrirla.
Estudiantes, ejecutivos o jubilados, los participantes, en grupo o en pareja, pagaron cada uno 43.5 libras (70 dólares, 53.5 euros) por esta experiencia extraordinaria, en la que el espectáculo desborda la pantalla. La velada concluirá con la proyección de un filme que por el momento desconocen.
Pero antes, todos estaban citados a las seis de la tarde en una biblioteca del este de la capital. Las únicas consignas: llevar un disfraz de los años 50 y ropa interior larga o mallas.
A la salida de la estación de Bethnal Green, un grupo de personas con sombreros de fieltro y chaquetas cruzadas se apresuran alegremente para participar en esta función inspirada en The Rocky Horror picture show.
Secret Cinema nació de la idea de crear una experiencia en la que no se dice nada a la gente, no tienen ni idea de lo que van a vivir o de la película que verán. Una vez allá, se vuelven más abiertos y osados
, explicó Fabien Riggall, de 37 años, creador de esta aventura lanzada en 2007.
Si las primeras producciones fueron vistas por unos 400 participantes, la última congregó a 13 mil 500 en total en noviembre.
En la biblioteca, los espectadores interactivos descubren un juzgado sumido en la penumbra.
Uno tras otro son condenados por un juez con voz estridente. Ed Marshall, secuestro, ocho años de cárcel
, Simon Newman, dos años por bigamia
, dictamina ante las risas del grupo.
Escoltados por guardias uniformados, los 400 condenados
abandonan el lugar en fila india y cruzan una calle ante la mirada atónita de los automovilistas.
Es muy humillante
, murmura una prisionera
musulmana que lleva velo y disfraz. Un autobús de época los traslada entonces al siguiente decorado, una cárcel instalada en una escuela en desuso.
Bajo la vigilancia de los guardias apostados en sus torres de observación, presos con trajes de tela gris y sus números correspondientes juegan al baloncesto en el patio bajo iluminado por poderosos proyectores.
Tienen 15 segundos para recuperar su uniforme de preso
, grita un guardia a los recién llegados reunidos en un amplio recibidor. Quienes no cumplieron con el requisito de las mallas se arrepienten rápidamente.
Cada vez mejor
Si juegas el juego es fantástico
, asegura Andy, quien ha participado en seis de las 19 proyecciones y cree que cada vez es más impresionante y mejor.
Se ha disfrazado de beduino para ver Lawrence de Arabia en un parque londinense y de paciente siquiátrico para Alguien voló sobre el nido del cuco, proyectada en un hospital abandonado.
Treinta actores recrean el universo penitenciario simulando violaciones o ejecuciones, o cantando en apoyo de un preso enviado a la celda de aislamiento.
La enfermería (el bar), que suministra medicinas (cerveza, agua y hamburguesas...) a los internos está más animada.
Para Jos, un joven holandés que decidió vivir en Londres por este tipo de cosas
, la experiencia te engancha
. Agregó: Espero que otras ciudades del mundo lo hagan
.
Un deseo que se hará realidad en abril, porque la producción número 20 de Secret Cinema debe organizarse simultáneamente en lugares insólitos de Londres –completo–, Nueva York y Atenas.
Tras haber sufrido
la cárcel durante tres horas, los presos pueden ahora asistir a una proyección de la película The shawshank redemption (Cadena perpetua, 1994), protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman.
Para los insaciables, Secret Hotel permitía en esa ocasión, por 30 libras más, quedarse toda la noche en la celda. Además, Secret Restaurant proponía una cena completa por 100 libras por cabeza, a la luz de las velas y con champán. Los sentenciados
tuvieron que atravesar la prisión vestidos de gala bajo alta protección en medio los alaridos de centenares de detenidos.