Los Gucci en el alféizar de la ventana
ey Carranza, primera legislación agraria de la Revolución Constitucionalista. Agua tibia, dijeron los del zapatismo suriano. Pero la fecha se conmemoró y se convirtió en primera conmemoración anual del poder constituido. El puerto llegó a ser capital de la República en los años del cuartelazo que siguieron al asesinato de Madero. Los vecinos enviaron sus naves, el Woodrow Wilson, el predicador de la democracia, intervino en los asuntos internos de los mexicanos. Nada nuevo. A fin de cuentas, Huerta se fue; la Revolución se hizo Congreso Constituyente en Querétaro. Y la Ley Agraria del 6 de enero, efemérides.
Y a pesar de que llamaban nostálgicos del pasado a los cardenistas, los del reformismo aperturista del 88 redujeron la presencia presidencial en el acto agrario formal, oficial, por excelencia. Fox y Calderón, de plano, dejaron de asistir al puerto jarocho. Los cangrejos marcharon para atrás. Y en medio del desconcierto del rechazo al que siguió el acuerdo con PRD y PAN, Enrique Peña Nieto se hizo presente en Veracruz este 6 de enero. Javier Duarte ya había comprado su billete de lotería de fin de año. El anfitrión entendió el mensaje. No se convirtieron los del gobierno con rumbo en agraristas, repartidores de latifundios y defensores del derecho a la tierra de quienes la trabajan, ni en eco de las voces indígenas cuyo silencio ensordeció el final del año 2012.
Pero saben de dónde vienen y la memoria que no deben desdeñar, si en verdad aspiran a gobernar con rumbo. La vieja SRA, la que se debilitó al transformarse en secretaría la dirección de asuntos agrarios, desapareció en el cúmulo de cambios logrados al aprobarse la reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública. Del reparto agrario y las instituciones de crédito, dotación de semillas, compra y almacenamiento de cosechas, en fin, el sustento institucional de la producción agrícola y fundamento inicial del mercado interno, a la reorganización territorial, tanto en lo agrario como en lo urbano. Estuvo en Veracruz el flamante secretario Jorge Carlos Ramírez, yucateco, ajeno hasta donde se sabe de la casta divina. Motivo de alivio para los del henequén y el maíz que combatieron ferozmente la guerra de castas. Y para la nueva generación criolla que podrá dejar los Gucci en el alféizar de la ventana sin miedo a que no amanezcan ahí.
Algo habrá dicho Enrique Peña Nieto en Veracruz. No es poca cosa reorganizar territorialmente una nación de más de cien millones de habitantes, con la mitad o algo más en la pobreza y muchos de esos millones en el hambre. No es el silencio de los miles de zapatistas del EZLN que marcharon ordenadamente, se aparecieron, se fueron y esperaron a que hablara el subcomandante Marcos. No ha cambiado la marginación clasista y el racismo insultante, no sólo en Chiapas, sino desde la Tarahumara, la sierra de Durango, al árido altiplano potosino y del sur de Nuevo León. Doce años duró el silencio de verdad. Vicente Fox les facilitó transporte, guardias a cargo de su seguridad y la tribuna del Congreso de la Unión. Muchas gracias. Pero qué pasó con los acuerdos de San Andrés.
Menos mal que Manuel Velasco, novel gobernador de Chiapas con bandera Verde, respondió de inmediato al silencioso grito.
Ahora falta el cómo y el cuándo. Y ambos empiezan con la reforma hacendaria en trance de hacerse iniciativa y llevarse a debate en comisiones. Pudiera ser el primer obstáculo a la marcha del Pacto por México. Manlio Fabio Beltrones sabe lo que está en juego y lo que se puede conceder en un tema obligadamente sujeto a debate, a la confrontación de ideas, a la búsqueda de acuerdos y la superación de desacuerdos. A Emilio Gamboa le ha costado el exhibicionismo de panistas desolados y perredistas arrepentidos. La senadora Padierna se entrevistó con Luis Videgaray, secretario de Hacienda. Encuentro de opuestos, atracción incontenible de fuerzas centrípetas. Pero falta el cómo y el cuánto. Falta la reforma energética, complemento de la hacendaria, obligado motivo de una reforma a fondo que libere la riqueza petrolera sin dejar hilos sueltos para destejer lo nacionalizado.
De las posadas a la Navidad y el arribo de los Reyes Magos, los políticos de la pluralidad que se empeñaron durante 15 años en imponer la voluntad individual e impedir toda acción legislativa, dejaron de pronto el combate imaginario y dieron con que el de México no es el único gobierno débil, en el que el Poder Ejecutivo no cuenta con la mayoría en el Parlamento, en una o ambas cámaras de un sistema presidencial como el nuestro. Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, se reúne con Emilio Lozoya Austin, flamante director de Pemex, graduado del ITAM. El abogado trae proyectos y programas en cartera cuya aprobación impone visión y gestión metropolitana. Ya hay casi un acuerdo en materia de seguridad de la zona centro; la carga del aumento a las gasolinas y el gas fue seguramente tema del encuentro de Mancera y Lozoya. Haga usted de cuenta un encuentro en Davos, o una reunión preliminar a sesión general de la ONU.
Hasta este 6 de enero, Lozoya ha sido discreto; no le corresponde fijar públicamente los detalles de la iniciativa de reforma energética. Pemex tiene representantes del sindicato en el Consejo de Administración, así como los llamados consejeros profesionales. Lo preside el secretario de Energía, en insoportable levedad desde el desmantelamiento de la vieja secretaría, con el contrapeso de Pemex y la CFE. Ahí despacha Francisco Rojas, quien dirigió Pemex durante 10 años. Del PRI salió el secretario de Energía. Veterano como complemento de Emilio Lozoya, Pedro Joaquín Coldwell tiene experiencia suficiente para evitar la obsesión discursiva de la señora Georgina Kessel. Y Emilio Lozoya algo habrá aprendido del costoso silencio de Jesús Reyes Heroles González Garza.
Empieza el año y estamos muy lejos todavía del imperio de la ley. Los muertos siguen sumando en el desolado territorio nacional; los secuestros, asaltos a mano armada y extorsiones agravian a la comunidad y continúan desgarrando el tejido social. Cierto, hay nueva estrategia y la guerra contra el crimen organizado no aparece en los medios como asunto prioritario del gobierno. Falta el cómo y el cuándo. La política ha dejado de ser nota roja al desaparecer la Secretaría de Seguridad Pública, absorbida por la Secretaría de Gobernación y bajo mando medio. Por lo que hace a la comunicación social, a lo mediático, se prohibieron las exhibiciones impúdicas, violadoras de derechos individuales y las presuntuosas actitudes de los gobernantes. En Gobernación, el subsecretario de Normatividad y Medios, Eduardo Sánchez, informó de lo hecho en el mes de diciembre. Nada que celebrar.
Salvo que la autoridad actúa como tal y muestra respeto al debido proceso. No es poca cosa. Como lo demuestran los informes de la migración del antiguo y último secretario de Seguridad Publica. Se muda a Orlando, Florida, Genaro García Luna, el hombre fuerte de Felipillo santo, el mismo que terminó en el fango del escándalo por la balacera entre policías en el aeropuerto y por el atentado contra funcionarios de la embajada estadunidense y un oficial de la Marina mexicana. En la vecindad de Disneylandia, García Luna instala un despacho de consultoría. Y dicen que allá abundan los clientes.
Seis de enero y los reyes dejaron una frase de Dean Acheson para los de gobierno con rumbo: El primer requisito para un estadista es que sea aburrido
. No desesperen.