ace ya varias semanas que The New York Times publicó un reportaje acerca de la política de corrupción de Wal-Mart en México. Hasta ahora la reacción mexicana parece haber sido casi nula. Pero Enrique Peña Nieto ya nombró su gabinete, y ya pasó el puente Guadalupe-Reyes: es hora de encarar ese asunto tan enojoso.
Comienzo por resumir la noticia. El Times hace una investigación detallada de cómo logró Wal-Mart construir su megatienda tan cerca de las pirámides de Teotihuacán, siendo que existía un movimiento social contrario a esa construcción, y que el ayuntamiento de San Juan Teotihuacán había aprobado un plan de desarrollo urbano que prohibía uso de suelo comercial en esa zona. La solución de Wal-Mart fue minuciosamente calculada: una mordida de 52 mil dólares al oficial encargado de entregar el mapa al Diario Oficial, de modo que, cuando se publicara, el uso de suelo quedara legalmente liberado para la supertienda. La historia detectivesca de cómo se sustituyó el plano adulterado en los archivos electrónicos también queda descrita en detalle en el asombroso reportaje.
A esa mordida dada a técnicos y oficiales se sumaron otras ocho, por más de 200 mil dólares, para la construcción de una Bodega Aurrerá y otros súpers y restaurantes en San Juan Teotihuacán antes de la lucha por el gran Wal-Mart, estrategia calculada para dominar esa ciudad comercialmente, y así reducir las protestas de competidores a la hora de construir la polémica supertienda, a plena vista de las pirámides.
Esta clase de práctica no fue de ninguna manera única: Wal-Mart hizo uso más o menos corriente de la estrategia de soltar mordidas a personajes claves justo en el momento en que se publicaban los mapas oficiales de derechos de uso de suelo para, de ese modo, revertir las decisiones tomadas por gobiernos democráticamente elegidos, y así conseguir construir planteles en entornos ecológica o históricamente reservados.
El caso de San Juan Teotihuacán también muestra el uso estratégico de mordidas para colocar súpers, restaurantes y otros establecimientos de la compañía como piezas estratégicas para ir ahogando la oposición local, y presentar así la construcción de los megaestablecimientos como algo inevitable.
Así –sigo resumiendo– Wal-Mart dio mordidas por 341 mil dólares para construir un Sam’s Club cerca de la Basílica de Guadalupe, y otros 765 mil dólares para una megainstalación refrigerada en zona ecológicamente frágil del norte de la ciudad de México. Y el reportaje extraordinario no se limita a dar cifras, sino que hace una investigación detallada –a veces con nombres y apellidos– de personajes y funcionarios involucrados. Su conclusión es rotunda, y la traduzco aquí porque es fundamental:
“El examen que ha efectuado el Times demuestra que Wal-Mart no fue víctima renuente de una cultura corrupta que insistía en el cohecho como costo normal de realizar negocios. Tampoco es que haya dado mordidas simplemente para acelerar trámites de rutina. Todo lo contrario: Wal-Mart de México fue un corruptor agresivo, que ofreció grandes sobornos para conseguir concesiones que la ley prohibía. Usó sobornos para subvertir procesos democráticos –votos populares, debates públicos, procedimientos transparentes–. Usó mordidas para obviar regulaciones hechas para proteger a la ciudadanía de México de construcciones inseguras. Usó sobornos para eliminar la competencia”.
Con más de 200 mil empleados, Wal-Mart de México es el empleador privado más grande de México. ¿Se comporta Wal-Mart como una compañía que tiene estimación hacia el pueblo de México, que tanto dinero le deja?
La respuesta es un no
rotundo. Veamos:
1. A nivel del respeto a la historia, al sistema político, a la seguridad ambiental y a la libre competencia de mercado, hemos visto ya que se trata de una empresa nociva.
2. ¿Qué poder de negociación colectiva tienen los empleados de Wal-Mart de México? La revista México Laboral resume su situación del siguiente modo: “La empresa Wal-Mart se rige en México bajo contratos colectivos de protección de tres sindicatos blancos que no celebran asambleas ni rinden cuentas, y los trabajadores no conocen siquiera a los dirigentes. Estas organizaciones han pulverizado la sindicalización, ya que han firmado 88 contratos –uno por cada tienda– y 60 más con los trabajadores de sus respectivas panaderías, a fin de asilar cualquier posibilidad de que la base laboral ejerza sus derechos de manera conjunta”.
3. Wal-Mart tampoco ha sido sensible al problema de la violencia en México. En sus tiendas del otro lado de la frontera, la cadena ofrece un amplio arsenal de armas y cartuchos a sus clientes, incluidas armas de asalto. ¿Cuántos muertos de Ciudad Juárez han sido asesinados con armas compradas en el Wal-Mart de El Paso? No lo sabemos.
4. Wal-Mart se interesó en construir en Teotihuacán por la fuerza simbólica del lugar. Un antiguo abogado de Wal-Mart, ahora denunciante, el señor Sergio Cicero, informó al Times que los ejecutivos de Wal-Mart llegaron a la conclusión de que si vencían la protesta y lograban construir a la sombra de un tesoro nacional tan venerado, le enviarían un mensaje a todo el país: si podemos construir ahí, podemos construir donde sea
.
Wal-Mart merece una fuerte y severa reacción pública, del gobierno y de la sociedad. Sería lógico que esa reacción comenzara en la propia Ciudad Sagrada, que tanto se empeñaron en profanar.
Por eso digo: ¡Fuera Wal-Mart de Teotihuacán!