Seguridad en el DF
Comienzo escabroso
Sígnos inequívocos
s verdad que parecen pasos vacilantes; que se puede, incluso, pensar en ese tipo de declaraciones que pecan de ingenuas por reales, pero no se puede negar que el arribo del nuevo gobierno de la ciudad en el campo de la seguridad ha sido escabroso. Hechos inusuales como el ataque al mobiliario urbano el primero de diciembre, la muerte de algunos transeúntes en Iztapalapa por una jauría, y ahora lo que parecería una ola de asesinatos en diferentes partes de la ciudad, presuntamente cometidos por el llamado crimen organizado, han cargado de problemas de difícil solución a la Procuraduría General de Justicia y a la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal.
Es muy difícil explicar para las autoridades, incluso para los miembros de la Asamblea Legislativa, si no se quieren pisar callos, lo que sucedió el primero de diciembre, con todas sus consecuencias, y que pagó el gobierno de la ciudad sin llamar la atención a la verdadera causa del problema.
Luego vino el asunto de los perros. Imaginar a una jauría atacando a una persona es duro de imaginar, parece cine de ficción, pero las autoridades aseguran que eso fue lo que sucedió, por increíble que parezca. Es más, entre los altos mandos de las policías se dice que su versión es tan cierta como que no volverá a suceder una muerte en el Cerro de la Estrella, de la delegación Iztapalapa, después de que se atraparon los animales que habrían atacado.
Pero el fin de semana pasado, y el principio de esta, nos da un nuevo motivo para voltear hacia las policías. Hay ejecuciones en el DF. Las explicaciones son muchas por parte de las autoridades, que se niegan a aceptar que sea un pleito entre cárteles de la droga o entre bandas del crimen organizado, aunque ya se ha dicho, en otras ocasiones, que sí existe esa rivalidad en algunos lugares de la ciudad y sí se han dado ajustes entre ellos.
Sin embargo, tanto en la PGJDF como en la SSPDF, y hasta en la propia jefatura de Gobierno, se debe estar conciente de que la ciudad de México no está vacunada contra la violencia que explotó prácticamente en todo el territorio nacional. Las muertes con el sello de la venganza entre bandas parecen algo inequívoco. Hombres atados de manos y con el tiro de gracia, ejecuciones de agentes policiacos y otros datos como ese parecen señalar que se está frente a un fenómeno de violencia que viene cercando a los habitantes del Distrito Federal.
No se trata de meter miedo; eso es lo que parece trata de evitar el gobierno de Miguel Ángel Mancera, y hace bien, pero ocultar la realidad podría llevarnos a escenarios aún peores. El año pasado se dio fe de los crímenes entre la gente de la banda que se conoció como La mano con ojos, y se aceptó el problema. Gracias a ello se le pudo eliminar.
Hoy, tal vez como en los otros casos, las declaraciones puedan parecer raras, pero, según las autoridades, el crimen en la ciudad, si se revisan las estadísticas, ha disminuido, y se puede decir, aseguran ellas, que hay mayor tranquilidad en las calles. Puede que sea verdad, pero hay muchos que no lo creen, que sienten que la violencia va penetrando, poco a poco, en el DF.
Es más, se dice que de la Secretaría de Seguridad Pública salieron mandos indispensables para unirse a otras corporaciones federales. Eso lo desmienten las propias autoridades, que explican que ningún mando operativo se ha movido, y que no se moverán.
Dicen las policías que no hay de qué preocuparse. ¿Se les debe creer?
De pasadita
Ya nada debe impedir que hoy, al celebrarse el consejo de la UACM, se logre por fin deponer a la señora Esther Orozco, que se niega a soltar el hueso. En caso contrario, las cosas volverán al caos. ¿Quién teme a Esther Orozco?