a famosa cuesta de enero, sí, hay que pagar el predial, hacer filas en las diversas oficinas, dónde, aseguran, se han simplificado considerablemente los trámites. Busco en línea, comparo con el predial anterior y veo que ha subido de manera considerable el monto, pero, como soy de la cuarta edad, puede aplicárseme un 30 por ciento de descuento. Me dirijo a una oficina especial dentro de la Comercial Mexicana (¿Vas al súper o a la Comer?), hago una larga cola con algunos parientes y por fin llego a una especie de ventanilla portátil donde dos jóvenes atienden a los usuarios. Una hora después, al enunciarles mi caso me responden que allí no se puede pagar, que tengo que ir a alguna de las oficinas de la Tesorería y me entregan un volante con las direcciones: vivo en la zona sur y en ella hay alrededor de cinco sucursales. Mi hija, a quien le han dado una ficha con un número, se queda esperando a que la atiendan, cosa que sucede cuatro horas después.
Me lanzo con mi hermana a la avenida Miramontes 1785, recorremos tres veces la calle sin que aparezca ningún edificio con la apariencia de una oficina federal, además, la numeración es francamente caótica. Por fin, después de mucho preguntar damos con el inmueble: una casucha con un patio no muy grande donde hay mucha gente de la tercera o cuarta edad con canas algunos y otros con bastones, hijos o parientes que los acompañan. Una señora pregona sus bocadillos de queso Filadelfia y jamón que transporta en una canasta. Como en un juego de niños, la gente va cambiando de sitio: se sientan, se levantan, se sientan y se levantan de nuevo y así hasta el infinito, aunque en realidad ese infinito viene siendo la primera fila.
Una joven burócrata recorre los asientos y explica cuáles son los documentos necesarios para efectuar correctamente el trámite, datos que se anuncian también en dos grandes páneles colocados en la pared del costado derecho del inmueble: un recibo del predial anterior y uno del nuevo, credencial del IFE, credencial del Insen o del Inapam, todo con original y copia. Datos que asimismo pueden comprobarse en Internet, pero que los funcionarios interpretan como se les da la gana.
En la puerta principal, como cancerbero, una señora con un suéter blanco y con una paleta en la boca revisa los documentos de la gente que, de pie, hace otra fila al lado de la hilera de sillas. Una mujer más con anteojos aparece para reforzar la operación. Como a mí me faltan varios documentos, me voy de vuelta a mi casa. Mi hermana se queda en la cola, donde permanece o mejor dicho evoluciona lentamente de silla en silla hasta que dos horas después entra en el sancta sanctorum de la burocracia. Una gran sala con las consabidas sillas y la misma ceremonia: levantarse y sentarse a intervalos más o menos irregulares.
Enfrente, 10 cajas y tres empleados.
Cuando por fin llega a la ventanilla, un empleado revisa sus papeles y le dice Madre, le han cobrado un predial como si su casa fuera del tamaño de Los Pinos junto con Bellas Artes; para arreglarlo tiene que ir a nuestra oficina de Niños Héroes
. Mi hermana lleva viviendo en esa casa más de 40 años, y tiene todos sus documentos en regla, cuando menciona este dato, el empleado contesta: Ni modo, Madre, tiene usted que ir a arreglar este asunto personalmente, llevar sus escrituras, los planos de su casa, sus prediales, para que después le apliquen el descuento de 30 por ciento reglamentario para las personas de la tercera edad
. Pero yo no cometí el error, fue uno de los funcionarios
. Pues sí madre, así son las cosas
. ¿Alguien puede ir en mi nombre?
. No señora, tiene que ser usted misma
.
Al lado, un joven que representa a su abuela recibe la misma respuesta. Aunque no pueda caminar, este trámite sólo puede arreglarlo el propio interesado
.
Mi hermana regresó a su casa a las seis y media de la tarde: habíamos llegado a la oficina de la Tesorería a las 11 y media de la mañana.
Twitter: @margo_glantz