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El mexicano Juan Manuel Zúñiga presentó su cinta Don Sabás en Kustendorf

La esencia del cine es dar al público la oportunidad de ver a otros seres humanos

También de México, Paulina Rosas exhibió Dos de tres

El Huevo de Oro fue para Stammering Love, del suizo Jan Czarlewiski

El encuentro de los Balcanes cerró con ska, reggae y cumbia

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La banda Che Sudaka hizo bailar y brincotear a los invitados del fetivalFoto Juan José Olivares
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Periódico La Jornada
Miércoles 23 de enero de 2013, p. 9

Mokra Gora, 22 de enero. Al salir de la preparatoria en la que estudiaba luego de recoger su certificado, Juan Manuel Zúñiga recibió un volante en el que se anunciaba un taller de cine en el Instituto Lumière. Antes no tenía interés por esta expresión artística y su única cercanía con ella era consumir cintas hollywoodenses.

La clase la daría Francisco Vargas, director de la reconocida El violín, quien lo invitó a ser su ayudante para el rodaje de la mencionada cinta. A partir de ese momento se apoderó de él una emoción que sólo se puede sentir cuando se está en el set, algo que sólo siento en ese lugar y nada me lo puede dar.

Zúñiga es el director del corto Don Sabás, que anoche obtuvo el premio a mejor fotografía en el Festival Internacional de Cine y Música Kustendorf, organizado por Emir Kusturica –cuyo objetivo es mostrar trabajos de estudiantes e incipientes realizadores–, que se efectúa en Mokra Gora, Serbia, y en el que se exhibió asimismo Dos de tres, de la también mexicana Paulina Rosas.

El mejor trabajo, cuyo premio es el llamado Huevo de Oro, fue la cinta Stammering Love, de Jan Czarlewiski (de Suiza), la cual aborda el amor como cura. Habla de un joven tartamudo que traspasa su limitación física por medio de la dopamina.

El Huevo de Plata fue para el danés Rasmus Kloster con su película Barvalo, y el de Bronce quedó en manos de Yaniv Linton coon Tateh (Padre).

Aliento de vida

Don Sabás aborda la historia de un niño que alienta la vida de un anciano que vive en la soledad. El pequeño había sido abandonado por un tiempo por una madre, quien se va de inmigrante a Estados Unidos. Los dos personajes desarrollan una comunicación metafísica transgeneracional.

Sabás, herrero que vive en el estado de México y que en la vida real es abuelo del realizador, es la figura a la cual Zúñiga rinde homenaje con este trabajo. Un día se dio cuenta de que el hombre que le enseñó a caminar no estaría y decidió crear este registro de memoria que para él es el cine. Sólo se trata de transmitir un mensaje, de mostrar a seres humanos de verdad, más aquellos que son personajes en sí mismos, como mi abuelo, dice.

Para Zúñiga, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), al que ingresó luego de tres intentos, la esencia de hacer cine es dar a la gente la oportunidad de ver a otros seres humanos, y de cómo éstos ven al mundo, cómo sienten.

Considera que cuando se hace en busca de fama (o por moda), es una mamada, se pierde lo que uno quiere decir. A mí me gustaba la fotografía, la música y la escritura, y ni siquiera sabía que hubiera escuelas, pero ahora estoy convencido de que quiero hacer esto hasta que me muera.

Y ese reflejo se siente en la historia del que fue su ejercicio de la materia ficción II. La historia de don Sabás ahora la puede ver gente de varias latitudes. Sabrán que existe un señor como él.

Menciona que hacer que actúen intérpretes no profesionales, como don Sabás, fue un proceso técnico sicológico de mucha chamba. En la cinta participaron varios miembros de su familia que residen en Almoloya de Juárez, donde se filmó la cinta, a los cuales les está muy agradecido. El trabajo se nota en la pantalla grande con una estética y una profunda historia entre dos seres humanos.

Otra mexicana que participó en Kustendorf es Paulina Rosas (también del CCC), quien en una charla cafetera reveló que cuando era niña una de las cosas que más le intrigaban y llamaban la atención eran las cápsulas de servicio a la comunidad, en las cuales se solicitaba ayuda para encontrar a personas que desaparecían. Se preguntaba dónde estarían, o “si se los habría tragado la Tierra.

“Cuando llegué a la ciudad de México –hace seis años–, ya adulta, comencé a ver muchos carteles de gente a la que se buscaba, y eso terminó por ser un tema que me interesaba contar.”

En su corto, una joven y un niño trabajan en el Metro: ella toca el acordeón y él pide dinero. La parte oscura la representa un policía de ese sistema de trasporte, que ve en el pequeño trabajador una jugosa mercancía.

Tenemos que filmar las cosas que como parte de la sociedad nos duelen. Hay que recordar a la gente el lugar donde vivimos, aunque no queramos conocer la realidad. Es importante la memoria histórica, asegura.

Manera de deshacerse de los demonios

Para ella el cine es como bajarse los calzones y enseñar el trasero a todo mundo. Se trata también de deshacerse de fantasmas que uno trae cargando. Por eso somos cineastas, porque no encontramos otra manera de deshacernos de nuestros demonios, más que filmándolos.

La historia se desarrolla en el Metro de la ciudad de México, porque éste es fascinante. Vas con cien personas y no puedes imaginar que alguien que está parado frente a ti acaba de matar a alguien o sufrir algo. Es el punto en el que transitan las historias de la metrópoli.

Aunque sabe que el cine requiere de recursos, ella se aferrará a hacerlo, porque las barreras se las impone uno. Con mis ejercicios he probado cuánto es lo mínimo con lo que cuento para rodar.

Sobre los festivales, dice que sirven para darse a conocer. Lo que hacemos es para la gente, no para tenerlo en nuestra casa. Somos trabajadores del cine, no artistas o genios alternativos.

El último y nos vamos

Terminó el cine y también la música en Kustendorf. Anoche, la loca banda Che Sudaka, conformada por argentinos y colombianos avecindados en Barcelona, dio el cerrojazo candente de este mágico encuentro desarrollado en los Balcanes.

Ska, reggae, dub y cumbia hicieron mover el esqueleto hasta su máxima capacidad a serbios e invitados de varias partes del orbe, que no dejaron de brincotear, gritar y aplaudir hasta las tres de la madrugada. Catarsis pura crearon estos dementes músicos que desde el primer acorde conectaron con el público, el cual no los quería dejar irse del escenario, puesto que se trataba del último manjar sonoro que ofreció este festival, creado por el profesor Emir Kusturica en la villa en la que habita con su familia, en medio de la nada.