n el desarrollo de la espectacular Cruzada Nacional contra el Hambre lo más difícil será que quienes encabezan la nueva administración nos convenzan de que se trata de un cambio estructural y no de un proyecto asistencialista, que se atacarán las causas profundas del hambre y la pobreza, que se irá más allá de la simulación ante los compromisos de México con el programa Hambre Cero, de la ONU. Porque realmente el reto es inverosímil: ¿cómo reducir a cero el hambre, terminar con la desnutrición infantil, aumentar la producción de alimentos y el ingreso de los productores agrícolas sin cambiar el programa económico y laboral de Enrique Peña Nieto?
No dejo de valorar que el decreto publicado por la Secretaría de Desarrollo Social en el Diario Oficial de la Federación se focalice en los 7.4 millones que padecen carencia alimentaria severa y pretenda que la cruzada sea una estrategia de inclusión y bienestar social, que se invite a participar a los ciudadanos y alinear a los funcionarios para que se coordinen con los programas federales, estatales y municipales.
Pero mi escepticismo parte de lo distantes que están esas pretensiones de las políticas alimentarias que se vienen operando en las últimas tres décadas y lo cercana que resulta esa política respecto de la conocida estrategia Solidaridad que se implementó tan fallidamente desde que arrancó el gobierno de Salinas de Gortari y que continuó como programas Progresa y Vivir Mejor. Porque no se han impuesto las necesidades sociales a los intereses de los poderes empresariales o monopólicos en tales programas, ni hay elementos que apunten hacia un viraje o ruptura con el paradigma económico oficial en la Cruzada Nacional contra el Hambre. Teniendo todo el poder del Estado, ni siquiera se han atrevido a prohibir los alimentos chatarra en las escuelas, una de las más sencillas acciones para incidir a corto plazo en la desnutrición. Pero para terminar con el hambre es indispensable democratizar la economía, fortalecer la igualdad y la equidad de género, ampliar el acceso a la educación y a la salud de calidad, así como generar empleos dignos, pensiones y jubilaciones para hombres y mujeres, que, por cierto, van en sentido contrario a la reciente reforma laboral, la cual más bien debilitará las condiciones de las y los trabajadores. Informes del Coneval sostienen que hay más precariedad en los hogares encabezados por mujeres que en aquellos en los que se reconoce a un hombre como jefe, y que niñas, niños (0 a 5 años) y adultos mayores que pertenecen a hogares jefaturados por mujeres son a quienes más afecta la pobreza alimentaria. Por cada 100 hogares dirigidos por hombres (menores de 45 años) hay cerca de 22 hogares jefaturados por mujeres de la misma edad, y la razón se incrementa conforme aumenta la edad de las jefas o jefes. En todos los casos, en los hogares con jefatura femenina existe mayor incidencia de inseguridad alimentaria severa, que en los hogares con jefatura masculina, diferencia que se agudiza cuando los y las jefas se encuentran en situación de pobreza, alcanzando hasta seis puntos porcentuales de diferencia. Cuando los hogares son jefaturados por un hombre la proporción de éstos en seguridad alimentaria o inseguridad alimentaria leve es mayor a la de los hogares encabezados por mujeres y, en contraparte, en éstos las incidencias de grados moderados y severos de inseguridad alimentaria son superiores. Además, cuando el hogar es dirigido por una mujer existen mayores posibilidades de que experimente carencia por acceso a la alimentación, lo cual se agudiza cuando la jefa del hogar se encuentra en situación de pobreza (Pobreza y género en México, Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, Coneval, 2012).
Abatir la desigualdad social y robustecer la equidad de género no parece ser una prioridad de las políticas de Enrique Peña Nieto. Al arrancar este sexenio, se intentó disminuir el peso político del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) al pretender integrarlo a la Secretaría de Desarrollo Social. Poco después se simuló una consulta ciudadana para formar una terna de aspirantes en la que se integró a Lorena Cruz Sánchez, una mujer que no cubre el perfil técnico para dirigir la institución y que como directora del Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar Social del estado de México se opuso a decretar la Alerta de Violencia de Género (AVG) ante el creciente feminicidio en la entidad, que de 2005 a 2010 cobró la vida de 922 mujeres. Pero finalmente ella fue impuesta por Rosario Robles como la candidata del Presidente
. Pareciera que la obediencia y la sumisión son las nuevas virtudes de la actual secretaria de Desarrollo Social. Esperamos que ella misma no sea la fuente de su inspiración para operar las políticas sociales.
Porque el mundo le está fallando a las y los pobres, necesitamos una sociedad más humana. Mira a tu alrededor: hay otro, siempre hay otro. Lo que él respira es lo que a ti te asfixia, lo que come es tu hambre
(Rosario Castellanos, El otro).
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