En Novelas y novelistas aplica el bisturí a más de un centenar de libros de 50 autores
Sábado 26 de enero de 2013, p. 7
Gracias a la firma de un convenio con la editorial Colofón, sale a luz la primera edición mexicana de Novelas y novelistas: el canon de la novela, la obra más reciente de uno de los más grandes pensadores de la literatura mundial, el estadunidense Harold Bloom, quien completa, en 879 páginas, una suerte de manual, mapa, bitácora para dar rienda suelta a la dispersión para, en contraste, concentrar el placer de la lectura, que es uno de los muchos beneficios que los lectores hemos recibido de Bloom.
Los referentes anteriores a este grueso volumen son: El canon occidental, verdadera piedra de toque coronada por la polémica y comezón que despertó, y el también disfrutable y corrosivo Cómo leer y por qué.
Aporte de García Márquez
En esta nueva aportación/provocación, Harold Bloom, pasa el bisturí a más de cien novelas de medio centenar de escritores, en orden cronológico desde Cervantes hasta Amy Tan.
El estilo inconfundible del más grande crítico literario vivo –y de muchas eras– hinca el diente así a la mejor novela latinoamericana: “La importancia de Cien años de soledad no se ha decidido aún del todo. Lo que está fuera de duda para los contemporáneos del libro es que García Márquez le ha dado a la cultura de su tiempo, en América y en Europa, una obra narrativa necesaria, una de esas obras sin las cuales no entendemos a los demás ni nos entendemos a nosotros mismos”.
Como es su costumbre, marca la agenda: “la obra maestra de Don DeLillo es Submundo (1997), un libro extenso, impar y maravilloso. Ruido de fondo (1985) parece ser su novela más popular; el ejemplar de bolsillo que estoy leyendo corresponde a su edición número treinta y uno. Dudo que este último libro perdure tanto como Submundo, pero al revisitarlo compruebo que es más que una pieza de época. Los críticos a menudo relacionan a DeLillo con William Gaddis y Robert Coover o también con el extraordinario Thomas Pynchon. Submundo es algo diferente y tiene más afinidades con Philip Roth que con Pynchon”.
Comparte su gozo por leer, así: Lo que más me gusta de Balzac es que renueva, a mi entender, el amor por la lectura como ni siquiera lo hacen Henry James o Flaubert
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Habla del dramaturgo genial, Dostoievsky, de esta manera: “Raskólnikov es una poderosa representación de una voluntad demonizada por su propia fuerza, mientras que Svidrigailov trasciende esto y se yergue casi al borde de una convincente fantasmagoría. Hasta el poco feliz desenlace, ninguna ficción narrativa se desarrolla con la implacable potencia de Crimen y castigo, suerte de viaje de ida y vuelta al infierno. Haber escrito una novela naturalista que se lee como una pesadilla sin fin es el mayor y más singular logro de Dostoievsky”.
Una cereza para coronar este pastel: para retratar al genio checo, el maestro recurre al siguiente artificio de cálculo: “En el obituario de su amante Franz Kafka, Milena Jesenská pintó a un gnóstico moderno, a un escritor cuya visión fue la del kenoma, el vacío cósmico hacia el cual nos vemos atraídos:
Fue un ermitaño, un hombre introspectivo a quien la vida le daba temor (...) Veía el mundo repleto de demonios invisibles que asaltan y destrozan al hombre indefenso (...) Todas sus obras describen el terror de las misteriosas ideas erróneas y de la culpabilidad sin culpa de los seres humanos.
Con autorización de la editorial Colofón ofrecemos en esta página de La Jornada a nuestros lectores, a manera de adelanto, el texto introductorio que escribió Harold Bloom para esta su nueva obra maestra, que estará en breve en librerías.