Otro encierro mayoritariamente manso permite el triunfo de los tres toreros
Presencia sin transmisión en los de Julián Hamdan
Claridad sin bravura, la tendencia
Lunes 28 de enero de 2013, p. a42
Al salir de la plaza un culto villamelón, que tampoco se había enterado del torito de regalo, me soltó: oye, a ver si ya dejas de editorializar y te dedicas a hacer la crónica de la corrida. Los lectores no tenemos por qué soportar tus fobias
, y se siguió sin despedirse. Zas, me dije a mí mismo, eso te ganas por intentar ser un crítico taurino diferente, que ante lo que va quedando de la fiesta antepone las hieles de la indignación a las mieles de los falsos positivistas.
Bueno, está bien
, como diría el magnífico Maco Chico, de la ganadería de La Laguna. En la decimoquinta corrida de la temporada grande en la Plaza México, con menos de un cuarto de entrada, pues ya se sabe que nuestra afición se volvió aficionada a tres o cuatro apellidos importados, hicieron el paseíllo el tlaxcalteca Uriel Moreno El Zapata (38 años de edad, 16 de alternativa y 49 corridas toreadas en 2012, como líder del escalafón), el capitalino José Mauricio (28, siete de matador y 25 tardes el año pasado) y el badajocense Alejandro Talavante (25 años, seis de alternativa y, cuestión de organización taurina y relevo oportuno de algunos países, 61 corridas en 2012, 47 en España y 14 en México), para lidiar un encierro de Julián Hamdan, disparejo de presentación y con una lidia con alfileres, es decir, de puyazos virtuales y comportamiento deslucido, a excepción del primero y el tercero, con los que a la postre lograron vistosas faenas El Zapata y Talavante.
Hubo un toro de regalo de la misma ganadería por parte de José Mauricio, pero como éste no lo anunció debidamente y pocos se enteraron, la mitad de los asistentes abandonó el coso antes de que doblara el sexto. Con ese, un toro alto y muy bien armado, como debió salir la corrida, hubo lucidos detalles con el capote, derechazos empeñosos y naturales con sentimiento cuando el diestro logró darle la distancia justa a un astado con la cara arriba. Como cobrara un volapié por nota, yéndose con decisión por delante y dejando el acero en el hoyo de las agujas, el juez lo premió con un apéndice.
En la lidia ordinaria El Zapata, torero maduro y con una tauromaquia sólida, variada y vistosa en los tres tercios, frente al debilón abreplaza realizó una faena completa coronada con soberbio estoconazo que le valió merecida oreja. Con el cuarto afloró de nuevo la desbordada afición del tlaxcalteca que, en alarde de torería, de hinojos llevó al toro por largas cambiadas y faroles hasta los medios. Ejecutó el quite del ojalá –el imposible con el capote– combinado con caleserina, dejó dos pares al violín precisos y un gran par al sesgo, lo que convirtió al de Hamdan en otra mesa con cuernos, tan del gusto de las figuras importadas. Tras un pinchazo hondo cobró una entera y se retiró entre fuerte ovación.
Talavante –no olvidar que toreó más de 60 corridas el año pasado–, con su primero, largo y hondo, que recibió un puyazo de trámite, realizó una inspirada faena, primero con verónicas y precioso recorte soltando el capote de la mano izquierda, luego chicuelinas y larga interminable, original inicio con arrucina en los medios y, ojo, una estructuración mandona, gozosa y creativa, concentrada en los pases fundamentales, sin abusar ya del barroquismo efectista de otras ocasiones, y con una cabeza torera que hizo lucir la embestida de un toro con clase pero sin mayor bravura. Tras ceñidas bernadinas cobró una estocada entera en los medios y recibió dos merecidas orejas. Nuevo consentido habemus.