Viernes 1º de febrero de 2013, p. 6
Las inmediaciones de la Torre de Pemex quedaron cercadas indefinidamente luego de la explosión y derrumbe en tres pisos del edificio B2 del complejo administrativo de la paraestatal.
El caos vehícular no se hizo esperar. A las marchas que se realizaron en el centro de la ciudad se sumaron los innumerables cortes viales en Marina Nacional y todos los pasos a la colonia Verónica Anzures.
El Circuito Interior, casi esquina con la calle Sullivan a la altura de la plaza comercial Galerías, se vio tan afectado que los vehículos de emergencia y rescate médico se conglomeraban uno tras otro en espera de que los autos se movieran.
Las sirenas o altavoces que utilizaban los elementos policiacos y rescatistas fueron inútiles para abrir el paso vehícular en la zona.
Las personas que llegaban o salían de las oficinas aledañas lo tenían que hacer a pie, así que, junto con las miles de personas desalojadas, hacían columnas humanas que avanzaban lentamente para dejar el lugar.
La situación no mejoró con el paso de las horas; los vehículos de funcionarios, militares, marinos y granaderos conformaron largas filas que bloquearon completamente el paso a la colonia Anáhuac, que se encuentra frente a las oficinas de Pemex.
En esta ocasión no había policías viales que agilizaran el paso a los vehículos particulares. Todos los esfuerzos institucionales estaban enfocados a la atención del percance.
Por horas, las inmediaciones del edificio de Pemex fue el área más vigilada y protegida de toda la nación.