Amor, película obligada
mor y Dios tal vez sean las palabras más utilizadas por el ser humano, a las que recurre con mayor facilidad en su conmovedora lucha por la sobrevivencia, más que por una consciente resistencia, no se diga por un deliberado y libre desafío a conocerse y reconocerse. Y este manoseo verbal que tantas crueldades ha provocado y provoca en sus respectivos nombres culmina con la combinación de ambas, para justificar o reclamar antes que para invocar: ¡por amor de Dios!
Precisamente por una añeja y extendida falta de amor en la sociedad mexicana, ignorante de su urgente necesidad de educación y cultura, es que nuestro sometido sistema político-económico sigue apostando por la importación indiscriminada de basura cinematográfica estadunidense, mientras el buen cine hecho en el resto del mundo nos llega a cuentagotas, en esa entusiasta pero suicida apuesta por la vulgaridad y la enajenación a cargo de los que se sueñan dueños y conductores del país.
Una aguja en el tupido pajar de la agringada cartelera de esta ciudad es la más reciente película del director y guionista de cine de origen austriaco Michael Haneke (1942), titulada precisamente Amor, que con intensa sobriedad narra la relación de una pareja de octogenarios profesores de música jubilados y la manera en que edad y enfermedad pondrán a prueba su amor o, mejor dicho, su amoroso y maduro compromiso como pareja respetuosa de la voluntad del otro, independientemente de las preocupaciones y deseos de su única hija, que vive con su familia en otro país.
Un día, la anciana se pasma por unos segundos como preámbulo a un infarto cerebral que la paraliza del lado derecho del cuerpo. Tras someterse a una operación infructuosa, le hace prometer al esposo que nunca más la llevará a un hospital, por lo que, no obstante su nivel económico, la pareja debe reaprender una nueva y agotadora forma de relacionarse a partir de la dependencia física de ella.
Sin evitar caer en el esteticismo ante la penosa situación al omitir en la cinta residuos, basura y excreciones diversas, el multipremiado director es concluyente en su tesis sobre la libertad: los países más desarrollados también carecen de un sistema de salud pública que satisfaga la calidad de muerte de los ciudadanos, por lo que corresponde a estos alcanzarla. No permita que le cuenten el desenlace. Véala, acérquese al cine que no viene de Hollywood, asómbrese con dos actores y piense.