Sábado 9 de febrero de 2013, p. a16
Hace 256 años alguien intuyó la belleza que hoy habita entre nosotros y la hizo música. Que la describe.
El segundo movimiento, Andante, de la Sonata semplice, de Wolfgang Amadeus Mozart, es una delicada y recia flor que respira serena en cada sístole, en cada diástole y en su respiración de flor la vemos abrir sus pétalos, lucir rocío por la mañana y ver esas gotas por la noche convertidas en líquidos de felicidad por contener tanta, tantísima belleza.
El Andantino, segundo movimiento del Concierto Nueve y el Andante del Veintiuno forman parte de ese ramillete tan preciado y exquisito, conformado por los movimientos lentos de los 23 conciertos para piano que escribió Wolfangus Amadeus Muzartus (uno de los sobrenombres que gustaba lucir, a manera de firma, en sus cartas, además de Volfi, como lo llamaban quienes lo querían).
La buena noticia es que llega a México la nueva grabación con los Conciertos para Piano y Orquesta numerados 9 y 21 de Mozart, con la maestra Mitsuko Uchida, reconocida en la actualidad como la intérprete por antonomasia de tal repertorio.
Se trata del tercer álbum con los conciertos para piano que graba Uchida para el sello Decca, todos en vivo con la Orquesta de Cleveland y en todos ella dirige desde el piano donde es solista.
Es, además, su segundo ciclo Mozart, pues ya grabó la obra completa para teclas del compositor austriaco. No es la única gran pianista que realiza tal proeza, en realidad es práctica común que los grandes maestros hagan varios ciclos mahlerianos, mozartianos o del compositor que esté más cercano a su corazón. Y en el caso de Mitsuko Uchida, Mozart es el amor de su vida, como lo es el de muchos de nosotros los mortales.
En un moderno Steinway, la maestra japonesa vuela en realidad montada en una nave capaz de atravesar con gracia y donosura los portales dimensionales y ubicarnos en el no-tiempo, en la dulce sonrisa de la eternidad.
Porque no hay música que enaltezca más y conduzca de inmediato al paraíso (el Caribe mexicano) que la de Volfi Mozart.
La calidad del sonido de este disco flamante es un lujo: transparente, un géiser magnífico, tibio y acariciante. Uno entiende también el por qué Mitsuko regresa a Mozart porque, al igual que Glenn Gould regresó a las Variaciones Goldberg de Bach, posee la sabiduría necesaria para descifrar de manera diferente los misterios que anidan en esa música poderosísima que uno puede escuchar una y mil veces, y terminar mojado en lágrimas de felicidad. Porque uno dice Mozart y sonríe.
En las cadenzi tenemos también grandes hallazgos: además de su manera de frasear tan exquisita y dulce, la maestra Uchida nos regala momentos epifánicos de improvisación pianística de manera tan delicada e imperceptible que alguien juraría que ella fue quien enseñó a Keith Jarrett a discurrir durante horas en los territorios de la imaginación, cuando en realidad ha transcurrido medio segundo, un suspiro, un aleteo de colibrí, el milagro de un arcoiris, el beso de una mujer de belleza en esplendor, la que describe Mozart en sus movimientos lentos.
Por cierto, entre la inagotable bibliografía que produce libros y más libros sobre Mozart, hay otro hallazgo: el Concierto Nueve lo denominan Concierto Jeunehomme, cuando en realidad se debe llamar Concierto Jenamy, pues investigaciones recientes demuestran que el apellido de la mujer de belleza esplendorosa para quien Mozart escribió este concierto no es Jeunehomme; su verdadero nombre es Louise Victoire Jenamy, hija del eminente bailarín Jean-Georges Noverre.
Volfi tuvo un segundo encuentro con la dulce Louise Victoire en París, al año siguiente de que escribió el Concierto Jenamy, cuando tenía 21 años de edad. De ese segundo aleteo resultó nueva partitura: Volfi escribió la música para el ballet que coreografió el padre de su amiga, titulado Les Petits Riens, cuyo título es un guiño al estilo de la Sonata Semplice.
Elegancia, gracia, fragancia. Equilibrio. Balance. Inocencia, infinita ternura, transparencia, ligereza. Y también: sombras, terciopelos lilas, nuances grisáceos, tonalidades ocre. Felicidad en equilibrio con reflexión, pena, saudade, spleen. Stimmung. Vida. Y belleza que es lo mismo que decir alegría, siempre la alegría.
Porque sólo con decir Mozart, uno sonríe.