Rodolfo Gaona IX
a evolución.
Una vez que rompieron Ojitos y Gaona, cuando éste recién había cumplido veintiún años, se le juntaron el cielo y la tierra, máxime que todo su capital eran su ropa y cincuenta pesos mexicanos que para nada servían.
No tenía ni para comer, ni para pagar la fonda y se tuvo que ir a vivir a casa de un amigo, en espera de que comenzara la temporada, hasta que, por fin, se fue a torear a Zaragoza y con lo poco que ganó, irse a vivir por cuenta propia.
El de León empeñado estaba en colocarse a la altura de Machaquito, Bombita, El Gallo y Pastor, pero por muy bien que estuviera los públicos se mostraban fríos y distantes, en tanto las crónicas de los periódicos andaban por esos mismos rumbos, lo que tenía desconcertado al torero, que todas las tardes salía a darlo todo y poco conseguía, por lo que decidió hablar con sus entonces apoderado en España, don Manuel Rodríguez Vázquez, quien le abrió los ojos.
Mira, hoy día los públicos, quieren que se toree como Joselito Gallito y Juan Belmonte y quienes no lo hagan tendrán que irse a su casa, yo sé que esto es muy difícil, pero deberás intentarlo o, de lo contrario, regresarte a México.
Gaona se quedó pasmado, pero le contestó: mañana mismo lo intento
.
Obviamente, las enseñanzas de Ojitos le habían servido de mucho al de León, como él siempre lo reconoció, pero cambiar de estilo de la noche a la mañana requería de un enorme valor, ya que el riesgo era enorme y las posibles consecuencias terribles, pero se la jugó, mezclando ambos estilos y tendencias y la consecuencia fue un toreo por demás personal, muy suyo, que no se pareció al de nadie, con un sentimiento, una hondura y una elegancia tales que lo llevaron a la cumbre.
Así como suena.
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Gaonera será…
El leonés llevaba ya tres temporadas en plazas españolas y fue en 1911 que por vez primera ejecutó la gaonera, lance que provocó una revolución: elogios, críticas, partidarismos y verdaderos motines acerca de cómo se le debería conocer.
Sucedió así:
Gaona inauguró la temporada en San Sebastián, al lado de Machaquito y para la primera del abono en Madrid, el lunes siguiente, se anunciaron a Machaco, Pastor y El Gallo, pero éste no pudo llegar por el derrumbe de un túnel, por lo que la empresa le telegrafió a Gaona para que lo remplazara y, con el tiempo apenas justo, Machaquito y Gaona se vistieron de luces en el tren. Esa tarde se lidiaron toros de Santa Coloma y, a las primeras de cambio, el mexicano lanceó maravillosamente a la verónica y, a continuación, se echó el capote a la espalda y ¡se armó la revolución! Los jóvenes creyeron que aquello era un invento de Gaona y los viejos recordaron sus años mozos, aunque lo que ellos vieron era citar al toro y el capote sobrevolaba
por la cabeza del burel y no aquellos aterciopelados lances por la espalda llevando al toro empapado como si fuera la continuación de una aterciopelada verónica.
Y de ahí pa’l real.
Lo firmaron para la segunda, la tercera y la cuarta del abono, saliendo cada una de ellas en hombros por la puerta grande.
Los madrileños estaban entusiasmado con Gaona, en tanto los críticos no acertaban cómo denominar aquellos sensacionales lances: que si de frente por detrás, otros de frente por delante, con el capote por detrás, hasta que Don Pío (Alejandro Pérez Lugín (autor de la formidable novela Currito de la Cruz y de otras más) y que ese año comenzó a escribir de toros, puso las cosas en claro.
Así escribió:
¿Cuando decimos de frente por detrás
no se confunde uno con el procedimiento vulgar y conocido, y cuando se dice de frente por delante con el capote por detrás
no es un disparate, quién entiende eso de frente por delante
?
“Pues, señores, cuando decimos gaoneras, ya sabemos de qué se trata, que no es lo que vemos todos los días, ni lo que está pintado en La Lidia. Lo que se necesita es claridad y que lo entiendan todos. Por lo demás, si Gaona no ha sido el inventor de esa suerte, si es Gaona el que la ha restaurado, debe llevar el nombre de quien la sacó del olvido”
Y así ha quedado la palabra Gaonera escrita en los anales de la más hermosa de las fiestas.
Con letras de oro.
(AAB)