ólo como un derrotero al estancamiento, que al menos en forma implícita queda fijado como destino de la Unión Europea en el resto del decenio, puede leerse el acuerdo del consejo sobre el presupuesto multianual (2014-2020) adoptado en sesión que se extendió del 8 al 9 de febrero, en Bruselas. Por primera vez, la UE aprobó un presupuesto inferior al que ejerce en el septenato que concluye el año en curso. Cameron y Merkel defendieron con especial vigor el recorte con el argumento de que si los 27 se encuentran inmersos en una larga fase de austeridad no podía preverse algo distinto para los proyectos y las instituciones de la unión: la astringencia como único destino. Es cierto que la magnitud de los presupuestos comunitarios, de algo menos de uno por ciento del producto regional o del orden de 2 por ciento del gasto público agregado de las naciones de la unión, los torna insuficientes como medios de acción anticíclica. Es igualmente cierto, sin embargo, que sobre todo en los países pequeños –o periféricos, como se ha dado en llamarlos– los recursos comunitarios ejercen un efecto estimulante de la economía y el empleo mucho más que proporcional a su monto cuantitativo, al proveer insumos estratégicos para la innovación y la productividad. Ambos líderes arguyeron también que este presupuesto recortado atiende a tres ejes: más crecimiento, competitividad y empleo y es compatible con la consolidación [fiscal]
, como dijo la canciller federal alemana. Olvidó por completo las experiencias que Europa ha acumulado incluso en el presente año: el Reino Unido registró en 2012 cuatro trimestres recesivos y Alemania cerró el año con un marcado debilitamiento. Queda la posibilidad de que el Parlamento Europeo ejerza, ahora que dispone de ella, la facultad de aprobar o rechazar el acuerdo del consejo.
En el sentido de aliviar el estancamiento económico, la reducción más sensible fue la introducida al presupuesto del proyecto paneuropeo conocido como Servicio Europeo de Conectividad, que tiene por objetivo mejorar el transporte, las conexiones digitales y los servicios de energía en el conjunto de la unión. Una reducción de mil millones de euros en las etapas iniciales del proyecto puede ser casi deletérea para el mismo.
La decisión presupuestaria multianual para 2014-2020 es compleja en extremo. Prevé, para empezar, dos niveles de gasto, diferentes entre sí: el tope de compromisos
, que se eleva a € 960 mil millones, inferior en 3.4 por ciento a la cifra equivalente para 2007-2013, y el tope de gastos
, fijado en € 908 mil 400 millones, inferior en 3.6 por ciento al ejercido en el periodo septenal que concluye.En verdad, nadie espera que el gasto real rebase de esta segunda cifra. Si bien es cierto que en casi todas partes suele haber una diferencia entre el presupuesto aprobado y el ejercido y que este último suele ser algo inferior al primero, una brecha mayor a 5 por ciento entrambos es, por lo menos, insólita. Le Monde la explica señalando que los compromisos se computaron para satisfacer a los países del sur y del este, deseosos de financiar su desarrollo y su agricultura
, en tanto que el gasto efectivo se calculó para brindar seguridades a los países opulentos, del norte, de que no se verán constreñidos a financiar a Europa sobre el telón de austeridad generalizada
que ellos mismos han tendido sobre la región.
Es el llamado tope de gastos la cifra no sólo más publicitada sino la más mencionada en las declaraciones de diversos líderes, entre ellos Cameron, quien se mostró orgulloso de haber reducido la tarjeta de crédito europea
y haber mantenido sin merma el cheque británico
conquistado por la señora Thatcher hace un cuarto de siglo. De hecho, tras la casi interminable jornada negociadora, cada líder, dirigiéndose a su propia opinión pública, exaltó lo que estimaba haber conseguido, no para la unión, sino para sus intereses nacionales o parroquiales. Incluso Rajoy pudo presumir, además de fondos de cohesión por € 2 mil 750 millones y ayudas agrícolas por € 975 millones, de una nueva partida de ayuda para combatir el desempleo juvenil, que se situará entre € 3 mil y 5 mil millones, de la que espera llevarse un tercio. Gracias a ella, España, más de un cuarto de siglo después de ingresar a la unión sigue siendo receptora neta de fondos comunitarios.
Las ONG europeas preocupadas por la asistencia al desarrollo hicieron notar cuanto antes el efecto nocivo de la reducción presupestal en este rubro. De acuerdo con una nota de The Guardian (8/2/13), la primera víctima será el Fondo Europeo de Desarrollo, orientado hacia el África subsahariana, que quedará practicamente congelado en términos nominales. La comisión propuso para el Instrumento de Cooperación al Desarrollo, orientado hacia América Latina y Asia, una partida € 9 mil 100 millones inferior a la autorizada, la que sin embargo es superior al actual nivel de desembolsos. Agencias como Oxfam y ONE hicieron notar que se torna más difícil y aún más distante la fecha en que la unión pueda cumplir el compromiso de destinar a la ODA 0.7 por ciento del ingreso nacional de los miembros.
Tras Bruselas todos los ojos se han vuelto al Parlamento Europeo y a su presidente, el socialdemócrata Martin Schulz, de visita en América Latina esta semana. Éste ya había manifestado su inconformidad con la idea, promovida por Cameron, de situar en los parlamentos nacionales –y no en el europeo– la labor de control democrático de la integración europea. Como se ha dicho, el Parlamento puede ahora rechazar el presupuesto aprobado por el consejo, lo que crearía un conflicto sin precedente. Reconducir año a año el último presupuesto anual es en principio posible pero haría imposible la tarea de planeación a mediano plazo que el presupuesto multianual permite. Es difícil prever, por otra parte, qué opinión se tendría de la autonomía del Parlamento si deja pasar sin reparo un presupuesto para el estancamiento.