Leonardo López Luján y Eduardo Matos Moctezuma reditan Escultura monumental mexica
Es una versión corregida y actualizada
Incluye una nueva discusión sobre la unidad de medida que usaron los escultores de esa época
El precio es más accesible que la publicación de 2009
Lunes 18 de febrero de 2013, p. 9
Seis de los grandes monolitos de la civilización mexica creados por artistas anónimos
durante la época imperial de la antigua Tenochtitlán son objeto de minucioso análisis en la segunda edición del libro Escultura monumental mexica, de Eduardo Matos Moctezuma y Leonardo López Luján.
Los arqueólogos y expertos en esta poderosa civilización mesoamericana explican en entrevista cómo llevan al lector a un viaje por el tiempo y develan de manera detallada aspectos sobre las colosales esculturas mexicas Coatlicue, Piedra del Sol, las piedras de Tizoc y del Antiguo Arzobispado, además de las emblemáticas Coyolxauhqui (diosa de la Luna o la de los cascabeles en las mejillas) y Tlaltecuhtli (deidad de la Tierra, progenitora y a la vez devoradora de todas las criaturas).
Esta edición, publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE), explica Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, fue realizada “en un formato ligeramente menor, y tendrá un precio de venta de 450 pesos; es decir, será mucho más accesible que la primera edición de 2009.
“Esta publicación está corregida y puesta al día, además de que incluye una nueva discusión sobre la unidad de medida que usaron los escultores mexicas en la Tlaltecuhtli, a la cual llamaban íztetl o ‘uñas’, equivalente a nuestra ‘cuarta’, de poco más de 20 centímetros.”
De hecho, manifiesta López Luján, si se observa el dibujo de la Tlaltecuhtli, se descubrirá que mide exactamente 20 por 18 íztetl o cuartas, números fundamentales en el calendario mexica
.
Esto significa, añade, que el escultor tenochca trazó una retícula de 20 por 18 unidades sobre el bloque, y en ella dibujó el boceto preparatorio con la imagen de la diosa, para luego “acometer la piedra con el cincel.
Es maravilloso, porque los rasgos principales de la Tlaltecuhtli pasan exactamente por donde se intersectan las rayas de esa retícula.
Este nuevo estudio sobre la elaboración de la imagen de la deidad de la tierra, puntualiza, es uno de los elementos que fueron agregados para esta segunda edición
.
Cabe señalar, retoma Eduardo Matos Moctezuma, que las seis grandes esculturas son de factura mexica y todas pertenecientes al periodo imperial de Tenochtitlán, comprendido entre 1440 y 1521 dC.
Además, subraya el fundador del Museo del Templo Mayor, estos monumentos fueron descubiertos de manera fortuita en el Centro Histórico de la ciudad de México en los años 1790, 1791, 1978, 1988 y 2006
.
Asimismo, agrega, tres de estas esculturas tienen un simbolismo solar y las otras ostentan representaciones femeninas fundamentales, las cuales fueron esculpidas en rocas volcánicas como basalto o andesita.
En este volumen, los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) detallan el simbolismo que estos monumentos tuvieron en el pasado prehispánico, el momento del hallazgo ya en el México colonial o en el México independiente y las disímbolas miradas que se han tenido de estas obras maestras del arte universal a lo largo del tiempo
.
Las seis grandes esculturas analizadas con detalle en el libro tienen varios rasgos en común
, explican los especialistas.
Todos los monumentos pertenecen a la producción escultórica mayor del llamado periodo imperial, es decir, son piezas de grandes dimensiones que fueron talladas en rocas volcánicas en un lapso que no supera los 50 años, entre la más temprana y la más tardía.
Incluso, fueron descubiertos en lo que fue el corazón de Tenochtitlán, ya en el interior de su recinto ceremonial, ya en la plaza del mercado principal, hoy día ocupada por el Zócalo capitalino
.
En los dos primeros capítulos, los autores se refieren al contexto histórico y social en que se crearon estos monolitos, así como a las características del arte escultórico de los mexicas y sus vecinos.
Después, Matos Moctezuma y López Luján entran de lleno a la explicación detallada de los seis monolitos, desde el instante en que fueron descubiertos, pasando por los valores que se les ha atribuido a lo largo del tiempo, hasta la aventura que ha significado desentrañar el mensaje que esconden
.
Por ejemplo, explica Matos, investigador emérito del INAH, la Piedra del Sol es una de la más maravillosas expresiones del mundo prehispánico, porque aquí se materializó la concepción mexica del tiempo
.
En este volumen, retoma López Luján, quisimos describir e interpretar cada monumento, es decir, presentar estudios sobre la función y el significado que tenían estas piezas en la época prehispánica, además del momento preciso de su hallazgo: cuándo y cómo aparecieron, pero sobre todo, cómo fueron concebidas por la gente en ese tiempo.
Tres de estos monolitos (la Piedra del Sol, la de Tizoc y la del Antiguo Arzobispado) comparten tanto un simbolismo solar como un uso relacionado con el sacrificio humano.
En contraste, en los tres monolitos restantes se figuraron divinidades femeninas fundamentales en el panteón mexica, que son víctimas del sacrificio en las narraciones míticas
.
Una de las características que posee la Coyolxauhqui, la Piedra del Antiguo Arzobispado y la Tlaltecuhtli es que fueron halladas in situ, es decir, en el lugar original donde las colocaron sus creadores
.
A lo largo de las páginas, Matos Moctezuma y López Luján también narran divertidas anécdotas en torno a las grandes esculturas y a los momentos que han vivido después de emerger en el corazón del Centro Histórico.
El libro también se distingue por estar ricamente ilustrado con más de 400 imágenes, muchas de las cuales fueron tomadas por el reconocido fotógrafo mexicano José Ignacio González Manterola.
Escultura monumental mexica, auspiciado por la Fundación Conmemoraciones y Fundlocal, se presentará el sábado 23 de febrero a las 13 horas en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Acompañarán a los autores Teresa del Conde, historiadora del arte y colaboradora de La Jornada, así como José Rubén Romero, del Instituto de Investigaciones Históricas de la Uniiversidad Nacional Autónoma de México.