Magdalena Brezzo y Camerino 4
a obra Caperucita Wolf, presentada recientemente en el Teatro de la Danza, de la coreógrafa mexicana Magdalena Brezzo con la compañía Camerino 4, nos llevó de sorpresa en sorpresa, sin lugar a dudas. Sin ser la primera vez que se ve un espectáculo al revés, donde el foro se convierte en lunetario y éste, vacío, apenas es una referencia de la obra, y sillas acomodadas de lado al lado del foro para el público asistente, en aquella intimidad de espacios teatrales o cinematográficos, como aquellos pequeños recintos usados hace tiempo en París; en el espacio escénico que quedaba en el centro se apreciaba una gran vajilla blanca desacomodada en el suelo; por otra parte, objetos de costura, estambre agujas, una silla y una mesilla, etcétera, y una joven mujer muy concentrada en coser la tela con aguja y largo hilo el vestidito que traía puesto sin concierto ni beneficio.
La escena, como en cámara lenta, contrastaba con la energía de otra joven mujer que yacía en el suelo frente a un gran espejo: intentaba, una y otra vez, con enérgicas contorsiones, penetrar o salir de su propia imagen, todo en medio de aquel sonido espantoso de un disco rayado y una ecualización estridente, desconcertante y fastidiosa. La obra ya estaba en curso y la gente calló: Caperucita Wolf, sin lobo ni caperuza, abuela o seducción, golpeaba decididamente lo visto, lo acostumbrado, el factor sorpresa, la agresividad sonora y aquellas contorsiones que plantearon al instante que se trataba de otra danza, otro concepto, algo que quien sabe hasta dónde nos llevaría.
Hay que confesar que por un instante pensamos en el rollo que íbamos a ver, y armándonos de paciencia nos entregamos a la obra. Sin embargo, la pereza por ver otro churro pronto desapareció para sumergirnos en una atmósfera y un tema que nos transportó de las narices a un mundo fantástico, donde la curiosidad y el interés in crescendo constante nos capturó en vilo hasta colocarnos frente a una obra madura, difícil y verdaderamente impactante.
Esta puede interpretarse en multitud de formas e intentar comprenderla, amén de las explicaciones en el programa de mano, pero es indudable la sólida dramaturgia y la capacidad emocional de Magdalena Brezzo y su enorme potencial. En la obra, dos criaturas fabulosas, Flor Garfias y Yuridia Ortega, como todo el elenco en la obra, se agigantaban por segundos, desarrollando movimientos y vivencias que sin más preámbulos nos transportaron a los más complicados y hondos dobleces del yo interno de la vida de las mujeres en el planeta, lejos, pero muy lejos, de cualquier panfleto, aun usando elementos distintivos en la vida de éstas desde siempre.
Los movimientos corporales, rebasando por mucho cualquier dogma académico, logran la natural animalidad y respuesta orgánica a los más profundos impulsos de una criatura sensible en situación de crisis constante. Una opresión latente, continua, la falta de armonía y libertad, ahogan sin remedio a estas dos mujeres que han sabido expresar, en esta especie de danza descoyunturada y aparentemente incoherente, profundos esquemas de la siquis.
El discurso corporal de la obra es intenso y original; la gramática, un nuevo lenguaje, una nueva manera de abordar el cuerpo. Es dejarse ir, ser y sentir, expresarse y trabajar, para arribar a una realidad inquietante y terrible.
Magdalena Brezzo, talentosísisma, ha develado hondos secretos de la naturaleza femenina, al saltarse códigos y reminiscencias culturales establecidas, como la técnica, la escuela, el lenguaje, el tratamiento del objetivo de la obra, etcétera, para dedicarse a su poderoso instinto y fuerza interior, manera de ver el mundo, creatividad que conjuga la esencial estructura de una obra redonda, completa, prometedora; es otra manera o forma de contar un tema, una historia con el aroma cinematográfico de la secuencia, el tempo, la edición el corte, que nos coloca ante una realidad diferente, nueva, pero siempre eterna.
Camerino 4, equipo excelente sin lobos ni aullidos, excepto la bestia interna que todos llevamos dentro, y que nos transformó una noche aburrida en una esperanza.