l papa Francisco ha ratificado su estilo austero en las ceremonias de Semana Santa. Su forma personal de pastorear a la grey católica le ha valido buenos comentarios en la prensa mundial. No han faltado quienes auguran días difíciles para los llamados príncipes de la Iglesia católica dados a los lujos más extravagantes.
El sucesor de Benedicto XVI rehúye los ropajes ostentosos y las relumbrantes joyas. Oficia misas en lugares en que, por ejemplo, el anterior obispo de Roma (Joseph Ratzinger) no incursionaba. También ha elegido pernoctar en un dormitorio sencillo, en lugar de la recámara saturada de comodidades en la cual reposaron sus predecesores.
Ante lo anterior la pregunta es si tal estilo austero irá más allá de la forma personal en que se conduce Francisco. Porque con el paso de los siglos la Iglesia católica ha construido una institución ostentosa, en la que son privilegiados personajes que se encuentran en la cúspide de un organismo verticalista. Pero esto no sucedió espontáneamente, sino que tuvo un punto de quiebre en la historia. Fue cuando el cuerpo eclesiástico, antes perseguido en el vasto dominio del imperio romano, pasa de ser un movimiento marginal a otro uncido al poder político.
Cuando en el siglo IV la parte del cristianismo que bendice
la constantinización de la Iglesia inicia una larga historia de simbiosis con los poderes terrenales quedan sentadas las bases para que el poder político se convierta en un brazo que impone jurídicamente, y cuando es necesario mediante la fuerza, los postulados del credo católico romano.
La simbiosis que hemos mencionado no fue aceptada por otras expresiones e interpretaciones del cristianismo. Citamos el caso de Donato, en el norte de África, quien fue elegido obispo en los primeros años de la segunda década del siglo IV.
Él, y sobre todo sus seguidores en las décadas posteriores, confrontan las directrices de Roma y dan la lid por mantenerse independientes de los mutuos compromisos acordados por las cabezas de la Iglesia católica y del imperio romano.
El movimiento donatista es visto con preocupación por los poderes eclesiástico y político. Para combatirlo se conjuntan esos poderes. En el terreno teológico corresponde a san Agustín proporcionar los argumentos para perseguir de forma inclemente a los donatistas.
Por doce años (399-412) Agustín se ocupa en confrontar al donatismo, y para ello reconoce que debió dar un giro en sus convicciones teológicas: “Originalmente pensé que nadie debiera ser coaccionado a entrar en la unidad en Cristo y que debiéramos actuar sólo con palabras, luchar sólo con argumentos, y prevalecer sólo con la razón […] Pero mi opinión fue cambiada por los casos concretos […] Mi propio pueblo, que aunque anteriormente había sido completamente donatista en sus lealtades, ha sido convertido a la unidad católica por temor a los edictos imperiales”. Ese temor no era gratuito, ya que negarse a guardar la unidad católica implicaba para el rebelde la pena de muerte.
Teodosio El Grande decreta en el año 380 al catolicismo como la fe religiosa oficial del imperio romano. El mismo personaje promulga la pena de muerte contra los donatistas que practicaban el bautismo a personas que se habían alejado del mismo y decidían reincorporarse a la comunidad cristiana. El edicto contra los rebautizadores del siglo IV sería rescatado en el siglo XVI para hacerlo valer contra el movimiento anabautista. De la misma manera los argumentos desarrollados por Agustín sobre la legitimidad de usar la fuerza contra los herejes fueron la base para perseguir y tratar de aniquilar a los anabautistas, quienes en el siglo XVI difirieron tanto de católicos como de protestantes en su interpretación de lo que significaba ser cristiano, las características de la comunidad de creyentes y la función del Estado en cuestiones de creencias religiosas.
Apunto que Juan Ginés de Sepúlveda, en la controversia de Valladolid (1550) que sostiene con Bartolomé de las Casas, fundamente su argumentación en las enseñanzas de San Agustín sobre la necesidad de recurrir a la violencia para llevar a los indígenas al reconocimiento del catolicismo.
La cercanía al poder, el lujo institucional característico de la Iglesia romana difícilmente puede resquebrajarse con los sencillos hábitos ministeriales del papa Francisco. Habría que retrotraerse al punto de quiebre histórico cuando hubo, en palabras de Jacques Ellul, la subversión del cristianismo y se le sustituye por una versión adulterada por los intereses políticos. En aquella subversión estuvo el germen para que siglos después la Iglesia católica se erigiera en Estado. Una completa contradicción con las enseñanzas de Jesús contenidas en los evangelios.
Solidaridad con Bernardo Barranco. De forma grosera y prepotente fue desaparecido de Radio Red el programa que condujo por casi 18 años: Religiones del Mundo.
Nuestro colega considera, y me parece que con toda certeza y argumentos de su parte, que la razón de su cese en el programa radiofónico se debe a presiones de los legionarios de Cristo.
A esto hay que sumar que participó en varias ocasiones en la emisión de radio que dirige Carmen Aristegui, durante los días en que se preparaba y tuvo efecto el cónclave que eligió como nuevo papa a Francisco. A los directivos del Grupo Radio Centro no les gustó que Bernardo colaborara en la competencia.