través de los efectos de la luz, la semipenumbra y la oscuridad siempre relativa, el posible método de Sorolla hace pensar que hizo uso de la fotografía para plantear las diferentes zonas y bajo tal esquema procedió a armar sus compositivos, como ocurre en Paisaje con alberca, mitad en luz natural de interior, mitad a la sombra, siempre con los detalles arquitectónicos planteados con cuidado.
Es en éstos, perceptibles en varias composiciones, es posible aquilatar el efecto que los escenarios de su país, contrastantes y aun opuestos, le producían y esa vena fue cultivada con creces por sus colegas, fueran o no sus seguidores directos.
Entre las escenas así captadas destaca el cuadro Remendando redes, de 1901: cuatro mujeres en un ámbito cerrado, dos de ellas cercanas a un patio inundado de luz. La pretensión de que las escenas resultan verosímiles tienen que ver más con las costumbres de las regiones que con la verosimilitud de las escenas, siempre diseñadas con el propósito de producir distintas gradaciones de claroscuro.
Este cuadro de las redes es considerado en el Museo de La Habana, como una de las piezas clave en su acervo, que incluye obras de otros autores ibéricos de la misma época.
El conjunto está agrupado más por temas que por cronología. En la sala de los personajes hay una serie de cabezas de mujeres que posiblemente sean retratos, aunque todas obedecen a un mismo tipo, que se supone el propio de la burguesía acaudalada. Los retratos masculinos ofrecen mayores índices de parecido, como denota el retrato de medio busto del señor Manuel Ducassi, con el ojo izquierdo muy aveweriado, no disfrazado
ni curado a través de la factura del autor, quien no cayó en la tentación tan común de agradar a su modelo por encima de los hechos fisonómicos.
En este retrato llama la atención la dedicatoria que el autor hizo a su modelo, pintada con pincel en caracteres rojos.
Las incursiones del Sorolla intimista son afortunadas, como puede aquilatarse en una de las mejores piezas del conjunto de personajes
.
Un cuadro de formato discreto, Retrato de Rafael Cervera, de 1897, el cual capta con poesía el ambiente, reloj de péndulo, inclusión de un cuadro colgado en la pared, siguiendo tradición que Vermeer, entre otros, hicieron célebre, una estantería, y el retratado disfrutando del acogedor ambiente de un recinto de buen gusto, que contrasta con los escuetos interiores de las mujeres que remiendan redes.
Entre estas obras hay una cuya situación resulta cómica: en la misma sala de los personajes se encuentra el retrato
de un perrito Jack Rusell. Estos son perros terrier muy gratos, usualmente con manchas negras sobre pelaje blanco, que inmediatamente provocan simpatía; este can emerge entre blondas rosadas, cosa inusitada si uno cancela el hecho que le ha dado origen. Sea el coleccionista actual, que alguno de los dueños anteriores, el caso está en que la dama que lo sostenía en su regazo para que no escapara –pues estos perros son inquietos– en el lienzo resultó decapitada con objeto de conservar sólo la presencia del animal, sin la inoportuna posesión de su dueña.
Los tipos femeninos de Sorolla en esta sección (no en otras) son muy parecidos entre sí y aunque se trata de retratos, los espléndidos ojos negros retocados con kohl y las cabelleras de carbúnculo sostenidas en moño que ostentan las mujeres en el palco son hermanas de las que aparecen de medio busto o únicamente mostrando sus cabezas haciendo contacto de ojo con el espectador.
En tal zona de los retratos hay un cuadro de Chicharro, de 1909, colección del Museo Nacional de San Carlos, que según la ficha técnica está referido a un Garden Party nocturno, la señora en primer plano se prestaría para devenir protagonista de una historia, parece muy admirada o acaso enviviada por las demás figuras. Ella tiene cuatro anillos en la mano izquierda y uno en el índice visible de la diestra. Es una mujer ya madura, consciente de su impacto e importancia. Cerca se exhibe otra pintura, titulada La juerga, cuyo autor es el sevillano Gonzalo Bilbao (1860-1838). Quizá sea una réplica de su propia autoría que no le salió bien al artista, pues la figura femenina, una cantadora fue representada con la cabeza demasiado grande. Este cuadro tiene réplicas, la pieza de San Carlos pareciera ser una de ellas, del propio autor.