Opinión
Ver día anteriorJueves 18 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Foro de la Cineteca

Mucho ruido y pocas nueces

A

unque el teatro de William Shakespeare ha sido llevado en múltiples ocasiones a la pantalla, es evidente que son sus tragedias y sus dramas históricos los que más han atraído la atención de grandes realizadores, entre ellos Orson Welles y Akira Kurosawa. Por alguna razón, las comedias del bardo inglés han gozado de una fortuna menor, si exceptuamos el emblemático caso de Sueño de una noche de verano (A midsummer’s night dream), adaptada varias veces al cine, y de modo particularmente certero por Max Reinhardt y William Dieterle en una delirante y fantasiosa versión hollywoodense de 1932, estelarizada por James Cagney.

Posiblemente sea el énfasis de las comedias de Shakes-peare en el tema del matrimonio (obstáculos iniciales, celebración y apoteosis final) y la relativa ausencia de ese filo satírico que comparativamente despliegan mejor autores dramáticos como Molière y Marivaux, lo que explique cierto desinterés del cine por este tipo de comedias. Sólo en años recientes, el británico Kenneth Branagh ha contribuido a reparar un poco esa injusticia, y a él se debe una de las adaptaciones más eficaces de la comedia de enredos Mucho ruido y pocas nueces (Much ado about nothing), filmada en 1993.

Resulta así curioso, un tanto extravagante, y finalmente gratificador, que un director y guionista de un cine abiertamente comercial, el estadunidense Joss Whedon, también declarado admirador del teatro de Shakespeare, decida adaptar y filmar la obra Mucho ruido y pocas nueces durante 12 días, en su propia residencia californiana, con un grupo de amigos actores y colaboradores cercanos, justo durante la fase de posproducción de su exitoso blockbuster Los vengadores (The avengers, 2012). Resulta también un acierto que sitúe la acción en la época contemporánea, interesando al público cautivo de sus cintas taquilleras en una atractiva obra clásica, y luego se dé el lujo de filmar en blanco y negro respetando casi al pie de la letra el texto original.

La historia de dos parejas que se reúnen en la residencia de un gran señor, para disipar, una de ellas, una pretendi- da animadversión mutua, y afianzar, la otra, su vieja pasión amorosa, venciendo ambas las maquinaciones torpes de un villano, es un asunto que el guión y dirección de Joss Whedon maneja en la más pura tradición de la llamada comedia screwball, con diálogos vivos y chispeantes, y afortunados giros humorísticos. Se trata de un Shakespeare modernizado y rejuvenecido en una propuesta fílmica de corte independiente, capricho feliz de un realizador exitoso.

Twitter: @CarlosBonfil1