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Balance de la Jornada

Los clásicos del futbol mexicano

Del Atlante-Necaxa al Pumas-América

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Jair Pereira (izquierda) felicita a Luis Amaranto Perea por el gol que afianzó el triunfo 2-0 del Cruz Azul en su visita al TolucaFoto Jam Media
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urante su última etapa como entrenador, ya con muchos años de experiencia en la cancha y fuera de ella, Ignacio Trelles utilizaba una frase que con el tiempo se volvió célebre: Clásicos, los cerillos.

Era su salida ingeniosa para minimizar la polémica cuando se acercaba un partido importante.

Ahora con don Nacho en el retiro –se desempeña como asesor en el Cruz Azul–, de los clásicos se ha hecho un uso y abuso. Esta semana los fanáticos tuvieron dos de ellos: el tapatío y el América-Pumas, que podría ser definido como el duelo de las aficiones, porque hay más pugna en la tribuna que en la cancha.

De la mano de Tomás Boy, el Atlas consiguió una victoria que no sólo le dio la clasificación, sino que prácticamente eliminó a las Chivas, en un triunfo que sabe a gloria a sus seguidores, que sólo han podido festejar un título en el remoto 1951.

Los Pumas llegaban con ventaja al encuentro que más importa a sus fanáticos hasta que Martín Bravo se excedió en el apellido y de esa inferioridad numérica su equipo ya no se pudo recuperar. El gol de la victoria amarilla fue de Christian Benítez, quien de esa forma respondió en la cancha a la provocación que había hecho durante la semana al simular que alimentaba gatos.

Otro emblemático técnico mexicano, José Antonio Roca, utilizó el ingenio para avivar la rivalidad. En aquellos años en que el duelo América-Chivas era mucho más que rating televisivo, Roca aprovechó varios triunfos con el mismo marcador para decir que para hablar por teléfono a Guadalajara había que marcar 2-0, 2-0, 2-0.

Tiempo después, el clásico nacional parece perder esencia. Sin duda sigue siendo el más promocionado –al congregar a las mayores aficiones del país y por el peso de la historia–, pero los equipos han disminuido aquel antagonismo: ahora hasta sus playeras tienen al mismo patrocinador y sus partidos son transmitidos por la misma televisora.

El América-Chivas conserva la tradición, pero ha perdido la pasión que, por otra parte, cada vez crece más en el Águilas-Pumas.

Y si en el clásico nacional el Loco Valdés y Sergio Corona tratan de prender la llama, en el duelo capitalino los enconos siguen vivos y muchos auriazules aún recuerdan la final 1984-85, con aquel tercer partido en Querétaro en el que la foto del campeón incluía al árbitro Joaquín Urrea. En el otro bando, los amarillos aún recriminan al portero Adrián Chávez por su tardía reacción en el tucazo de Ricardo Ferretti que valió el título 1990-91.

Nuestro balompié cuenta también con su clásico joven... que ya pasa la cuarentena, ya que se inició en la década de 1970 con aquella recordada Máquina de Miguel Marín y los cremas de Carlos Reinoso.

Y el próximo sábado se realizará el clásico del norte, con un Tigres superlíder, ya clasificado, ante un Monterrey que está obligado a la victoria en los dos últimos partidos para seguir con aspiraciones.

Un clásico que peligra es el del bajío, ante los rumores de que la plaza del Irapuato cambiará de sede y que se ve lejano su ascenso al máximo circuito, donde el León tuvo un retorno increíble, pero en este torneo Clausura marcha en los últimos lugares.

Algo parecido sucede con uno de los clásicos más viejos en nuestra historia futbolera. El Necaxa naufraga en el ascenso, mientras que el Atlante lucha contra las decisiones mercantiles de sus dueños y trata de mantenerse en la primera división, a 97 años de fundado.

Y podría hablarse también del clásico de las televisoras (América Televisa-Morelia Tv Azteca), que podrían aumentar ante el posible ingreso de Carlos Slim a la pantalla chica.