Fue determinante en triunfos electorales y daba línea
en la Duma
Jueves 9 de mayo de 2013, p. 31
Moscú, 8 de mayo.
Encargado de la política interna durante al menos 12 años (los dos periodos presidenciales anteriores del actual titular del Kremlin y el de Dimitri Medvediev), y hasta hoy viceprimer ministro (nuevas tecnologías y proyectos de innovación), así como jefe del secretariado técnico del gobierno ruso, Vladislav Surkov dejó de formar parte este miércoles del primer círculo de Vladimir Putin.
Según la versión oficial, Surkov presentó su renuncia por decisión propia, pero hay elementos para concluir que, más bien, quería recibir un espaldarazo de Putin, y le falló el cálculo.
Con el rechazo a su amago de dimisión, que finalmente no se produjo al aceptarla hoy Putin, Surkov quería salir reforzado en su enfrentamiento con Viacheslav Volodin, quien lo sustituyó como responsable de política interna meses antes de las elecciones parlamentarias de 2012.
Mientras Surkov pasó a manejar un presupuesto descomunal para impulsar las tecnologías novedosas y la innovación, aparte de mantener el control sobre el gobierno, formalmente en manos del primer ministro Dimitri Medvediev, Volodin asumió el reto de asegurar la victoria oficialista en las parlamentarias de diciembre anterior, con los mismos métodos y abusos que antes.
Al comenzar las manifestaciones de protesta más multitudinarias desde los años agónicos del sistema soviético, Volodin elaboró la actual estrategia de contener con mano dura a la incipiente oposición política y de persecución judicial de los líderes del movimiento contra el Kremlin.
La edición rusa de la revista Forbes, apuntó la versión de que Surkov, en su afán de complicar la vida a Volodin, estaría financiando a figuras de la oposición no tolerada, lo que –al poner el servicio federal de seguridad (antiguo KGB soviético) sobre el escritorio de Putin supuestas evidencias– propició la inmediata aceptación presidencial de su renuncia, fechada el 26 de abril y efectiva a partir de hoy.
Por otro lado, uno de los proyectos más redituables para Surkov –Skolkovo, una suerte de Silicon Valley que se pretende crear en las afueras de Moscú– comenzó a sufrir los embates del Comité de Instrucción de Rusia, debido al presunto saqueo de recursos que ahí se lleva a cabo.
Surkov, aprovechó el escaparate de la London School of Economics, donde a principios de mayo dictó una conferencia, para salir en defensa de Skolkovo y acusar al Comité de Instrucción de exagerar
las cosas. En un hecho inusual, el vocero del Comité, Vladimir Markin, le respondió en una carta abierta en el periódico Izvestia que en Skolkovo se roba mucho
y la investigación continuará hasta el fin.
El vocero de Putin, Dimitri Peskov, aseguró que la renuncia de Surkov nada tuvo que ver con su polémica con el Comité de Instrucción, aunque el enfrentamiento verbal puso de relieve fisuras en la élite gobernante.
De cualquier modo, la salida de Surkov del entorno más próximo a Putin es un hecho relevante para el quehacer interno ruso y significa que el mandatario se decantó por la política formulada por Volodin de mano dura respecto de la oposición no tolerada.
No es claro a qué se va a dedicar ahora Surkov, cuya esposa es una próspera empresaria rusa que reside en Londres.
Aquí se le recordará como un funcionario que, desde una posición muy cercana a Putin, pero siempre en la sombra ajeno a los reflectores, llegó a tener una influencia decisiva al diseñar las políticas que dieron origen a la llamada democracia soberana
, un concepto suyo que pretende justificar la instrumentación de medidas autoritarias –por ejemplo, la designación desde Moscú de los gobernantes regionales, en lugar de su elección por sufragio universal y directo– por los rasgos específicos de Rusia y, sobre todo, su falta de tradición democrática.
Considerado la eminencia gris del Kremlin, Surkov desempeñó un papel determinante en los triunfos oficialistas de las parlamentarias hasta diciembre de 2012, dio línea a los legisladores en la Duma y el Consejo de la Federación, así como llevó la relación del Kremlin con los gobernantes de las entidades de la Federación, haciéndoles llegar con sutileza indicaciones precisas y, muchas veces, inapelables.
También ejerció el control sobre los medios de comunicación públicos y estimuló la creación de organizaciones juveniles (ya desaparecidas) como Nashi (los nuestros) que no tenían otra finalidad que elogiar a Putin, supuestamente de manera espontánea y, en realidad, por dinero, como se denunció en la prensa local muchas veces.