l Pacto por México bien podría ser una confesión indirecta de la oposición firmante: como los partidos de ésta (PAN y PRD) no podrán ganar, pues por lo menos participar en las decisiones que tome el gobierno de Peña Nieto, aunque sea en calidad de testigos con derecho a voz. Algo esperan obtener a cambio de su aval al gobierno priísta.
En los 14 estados en que habrá elecciones este año, la oposición no obtendrá triunfos significativos. En Aguascalientes el PRI tiene todas las alcaldías y es previsible que las ratifique. En el Congreso local el PAN, el PRD y el PT no forman mayoría. En Baja California ocurre más o menos lo mismo, y si el PAN gobierna en estos momentos es probable que pierda la gubernatura (aunque no se descartan arreglos cupulares para el caso y que el candidato de Beltrones pierda). En Chihuahua la oposición que comparte el pacto está perdida. En Coahuila está peor. En Durango estará reñida la elección, pero lo más probable es que el PRI y sus aliados se alcen con la victoria, tanto en alcaldías como en la Cámara de Diputados. En Hidalgo, antiguo enclave priísta, no parece que vayan a cambiar las cosas: lo más probable será que el PRI arrase con sus candidatos a diputados. En Quintana Roo quizá el PRI comparta con el PAN y el PRD las alcaldías, pero es casi seguro que ganará la mayoría de diputados. Algo semejante podría ocurrir en Sinaloa, Veracruz y Zacatecas. En Oaxaca, Puebla y Tlaxcala habrá pluralidad tanto en el gobierno como en el Congreso, y en Tamaulipas el PRI arrasará.
¿Seguirá el pacto después de que se conozcan los resultados electorales del próximo 7 de julio? Puede ser que sí, pues el mapa partidario de ahora no será muy diferente después. La llamada Cruzada contra el Hambre, así como se saldrá con la suya después de las anomalías detectadas en Veracruz, seguirá influyendo en las campañas electorales a favor del PRI. La señora Robles sabe de triquiñuelas y de retórica de apariencia populista. Será menos obvia, claro, pero no dejará de ser lo que ha sido por años. No fue escogida por su militancia en el PRI ni por su cercanía con el círculo interno del Presidente, sino por su experiencia en las izquierdas (en sentido muy amplio), además de su conocida ambición personal.
El PVEM confirmará su sociedad minoritaria con el PRI; el nuevo Panal (ya sin la señora Gordillo), igual. El PT, que en Durango y Sinaloa no vaciló en aliarse con el PAN, tratará de mantener su relativa independencia, que en las elecciones locales anteriores le dio algunas alcaldías y unas cuantas curules en congresos estatales. El Movimiento Ciudadano, quizá el partido más débil, hará lo posible por mantener su registro o seguir vigente en estados como Durango, Oaxaca, Puebla, Veracruz y Zacatecas. Estos cuatro partidos no figuran entre los firmantes del Pacto por México, no merecieron invitación, tal vez por ser poco significativos. ¿Intención de que desaparezcan por inanición? No lo pienso, pues han resultado útiles, sobre todo los que se han aliado con el tricolor. Pero, además, porque los que han sido aliados de López Obrador en el pasado no vacilarían, de perder el registro, en engordar las filas de Morena (unos) o del partido que los acoja (otros). Ninguno de los tres partidos firmantes del pacto querría que Morena crezca, todos son antilopezobradoristas.
Los triunfos que probablemente obtenga el PRI en los comicios de este año le servirán para afianzarse como fuerza política indiscutiblemente hegemónica y así llevar a cabo las reformas principales que están por venir: la fiscal y la energética, principalmente. Si el PRD no quiere avalarlas, hasta podría darse el lujo de abandonar el pacto, pero conociéndolos tal vez se conformen con manifestar su oposición y, en el mejor de los casos, logren encorchetar algunos puntos de dichas reformas o negociar algunos. Aun así, el PRI no tendrá problemas para consolidar, con sus partidos asociados, la mayoría que requiere en ambas cámaras legislativas para realizar dichas reformas. Quizá ceda en asuntos como el IVA a alimentos y medicinas, con tal de mantener vigente el pacto, y de paso quedará bien con el grueso de la población.
La divisa pragmática de este gobierno, como se ha visto ya incluso en la Secretaría de Gobernación, es la negociación. Y los operadores políticos de Peña, hasta donde se ha visto, son buenos negociadores (no sé si siempre por las buenas). El regreso
del PAN al pacto y las declaraciones de su presidente Gustavo Madero demuestran que el mismo dirigente no ha entendido muy bien qué hace ahí. Primero dijo que en el pacto se encuentran los contenidos que benefician a nuestro país y a los mexicanos
y luego convocó a sus correligionarios a defender a la población de las amenazas de reinstauración autoritaria de gobernadores priístas en el país
(excelsior.com.mx, 13/5/13). Zambrano tiene más clara su participación: dice, para quienes quieran creerle, que ha logrado influir en las decisiones del pacto y, al mismo tiempo, amenaza a Rosario Robles con una denuncia por usar fondos del programa que encabeza para fines electorales. Dicha amenaza puede desvanecerse en los laberintos ministeriales y, por lo mismo, podría no prosperar. Él ha dicho que esa denuncia no tiene fines políticos, pero tal vez sí los tenga. Un punto más para negociar.