l tomar el avión que conecta Johannesburgo (República de Sudáfrica) con Maputo (Mozambique) se quedó impresionado. En su trayectoria profesional apoyando movimientos campesinos y gestionando programas de cooperación internacional, Fernando, que hace ya dos décadas que viaja por muchos países del mundo, nunca antes se había encontrado en una situación como aquélla. Todos los asientos del avión, desde la primera hasta la última fila, estaban ocupados por hombres de negocios
. Su aspecto les delataba.
Y es que África se está convirtiendo en un goloso pastel para las grandes empresas planetarias en su incesante y despiadada búsqueda del lucro, ahora que otros continentes están agotados –la deuda que afrontan es la señal de colapso más evidente–. Si antaño los exploradores gustaban de viajar a destinos nunca antes explorados, ahora estas corporaciones de la explotación buscan lugares nunca antes explotados.
Las empresas de los agronegocios, es decir las semilleras, las comercializadoras de grano, las suministradoras de insumos como plaguicidas o fertilizantes, etcétera, también se encuentran en esta situación y están preparando un desembarco de mayúsculas dimensiones. Sin embargo, necesitan encubrirse. Esas corbatas y caros zapatos de piel pueden ser contraproducentes a sus intenciones y cuando les piden el pasaporte declaran con mucha naturalidad que son embajadores de la lucha contra el hambre.
El maquillaje solidario corre a cuenta de la complicidad del grupo de países más ricos
Como informa la organización GRAIN, empresas como Monsanto, Syngenta, Cargill, Diageo, Unilever, Yara, Bunge y DuPont han firmado cartas de intención
para participar en la Nueva Alianza, y seis gobiernos africanos (Burkina Faso, Côte d’Ivoire, Etiopía, Ghana, Mozambique y Tanzania) ya han accedido a llevar a cabo las reformas políticas que permitan las actividades de dichas empresas trasnacionales. Se espera que otros cuatro países (Benin, Malawi, Nigeria y Senegal) se asocien a la Nueva Alianza en los próximos meses.
Dicen estas oenegés agroindustriales que llegan para luchar contra el hambre, pero en realidad lo hacen para saciar su hambre de negocios en una terrible combinación: acaparamiento de las mejores tierras campesinas e indígenas y expulsión de millones de personas de sus espacios vitales, para dar cabida a modelos productivos industriales que contaminan y destruyen la fertilidad de la tierra, sustituyen los cultivos alimentarios tradicionales por cultivos para la exportación, imponiendo la siembra de cultivos transgénicos y patentados, acabando con las semillas locales, base de la soberanía alimentaria de estas poblaciones.
Cambiemos los lemas.
Rechacemos la lucha contra el hambre. Se ha convertido en dar de comer a la agroindustria y a los especuladores financieros.
Estamos contra el hambre de lucro. Y por la Soberanía Alimentaria de los pueblos africanos. Y del mundo.
*Coordinador de la revista Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas