a sorpresiva llegada del ex asesor de la CIA Edward Snowden a la capital rusa, así como su pedido de asilo político a Ecuador, parecieran devolver al mundo a la época de la guerra fría y sus historias de espías tránsfugas de uno a otro lado de la cortina de hierro
. El parecido, sin embargo, es superficial y engañoso porque –aunque la propaganda oficial de Washington se empeñe en presentarlo así– Snowden no es un agente que cambia de bando sino, por lo que ha podido saberse de sus propias declaraciones, un ciudadano preocupado por las actividades ilegales que realiza su gobierno y por dar a conocer a la opinión pública la sordidez de los entretelones del poder estadunidense.
En efecto, gracias a las filtraciones de individuos como Bradley Manning y Edward Snowden, así como al trabajo de la organización Wikileaks, la opinión pública internacional ha podido conocer en detalle la comisión de crímenes de lesa humanidad, así como intromisiones graves en la privacidad de los ciudadanos, las cuales afectan no sólo a estadunidenses, sino a individuos de muchas nacionalidades, y se ha exhibido a Washington como violador contumaz y sistemático del derecho internacional.
Al igual que en el caso de Julian Assange, fundador de Wikileaks, quien lleva ya más de un año refugiado en la embajada de Ecuador en Londres, la situación de Snowden ha generado una circunstancia que podría derivar en una crisis diplomática entre Estados Unidos, que realiza ya una persecución internacional contra el ex contratista de la CIA, Rusia y Ecuador. Tal perspectiva se suma al sostenido deterioro de las relaciones entre Washington y Moscú, ocurrido tras la relección de Barack Obama. Así fuera sólo con el propósito de evitar un nuevo ciclo de hostilidad entre ambos países, sería deseable que el gobierno estadunidense se abstuviera de obstaculizar la salida de Snowden de la capital rusa y su llegada al país que ofrezca darle asilo político.
Cabe esperar, por otra parte, que el gobierno que encabeza el presidente Rafael Correa vuelva a actuar con la generosidad y el sentido de soberanía que lo han caracterizado en el caso de Assange. Para ello, Quito requerirá del respaldo pleno y decidido de la comunidad latinoamericana.
Por otra parte, es claro que en estas condiciones la suerte de Snowden, como ocurre con Assange, depende en buena medida del grado en que la opinión pública internacional sea capaz de valorar las aportaciones de ambos a la causa de la transparencia en el mundo y se manifieste, en consecuencia, por el cese de la criminalización y el hostigamiento en contra de ellos y del soldado Bradley Manning.
Si algo es claro en el momento presente es que el acoso propagandístico, judicial y diplomático emprendido por la Casa Blanca es un postulado implícito de que para Washington, lo grave no es cometer crímenes de Estado, sino sacarlos a la luz.