Mamá sin culpa/último
na vez que alcaldes rezanderos, en derroche de beatería decimonónica y falta de respeto a ciudadanos de otros credos o descreídos, designaron al mismísimo Jesucristo como el responsable supremo de la salvación y seguridad de algunos municipios mexicanos, lo mejor es mantener los pies en la tierra y tomar ejemplo de personas capaces de ejercer su libertad responsable ante una realidad casi insoportable.
Maru, la valiente madre que decidió ingresar a su hijo de 37 años, afectado de esclerosis múltiple, en un asilo de ancianos, concluye: ese bajarle a mi soberbia y enojo, ciertas lecturas y un cambio de hábitos me ayudaron a encarar el dilema. En nuestra cultura la etiqueta de madre es sinónimo de sufrimiento en una doble vertiente: tú misma y tus hijos, por educación, religión, herencia e incluso información del ADN. Por ellos tienes que quitarte el pan de la boca, aunque fisiológicamente resulte contraproducente. El desapego, entendido como un alejamiento amoroso y consciente, incluye una indiferencia estratégica para estar pendiente pero sin consumirte. Porque quiero a mi hijo me estoy desapegando de él, es decir, desprogramándome de los papeles impuestos, de las ideas preconcebidas y de un deber ser sin perspectiva. Tendría que ser la postura de todas
.
Oye, sólo eres una pista de aterrizaje, no el avión que pariste
, recuerda Maru que le dijo alguien. “Y sí, he ido dejando la culpa y he podido sentirme aliviada, descansada, cuando dejo a mi hijo en el asilo. Para lograr este desapego aparentemente imposible empecé a repetirme todos los días: es mi hermano espiritual, no sólo mi hijo, y haré todo lo posible porque él crezca interiormente a pesar de la prisión de su cuerpo. Sin agobiarlo, le doy opciones para ese crecimiento, pero depende de él si las aprovecha. Nadie quiere estar con los enfermos, hay miedo, pereza y rechazo a esa energía densa.
Quien te cuesta más trabajo puede ser tu mejor maestro, porque te orilla a facilitarte las cosas y a sortear las limitaciones de ambos. Sigo abriendo mi conciencia y la de otros. Más que un problema es un bello desafío en el que hay que trabajar niveles. Vivo con muchos hombres interesantes y alegres: Vivaldi, Mozart, Sabina, Serrat. Vivo en mi soledad, que es la edad del sol. Pero mira, la vida es extraña e impredecible. Mi hijo ya tiene novia. No es una viejita del asilo, sino la hija de una de ellas. El amor no tiene lógica ni reglas.