Deportes y engaños comerciales
esde hace tiempo, las marcas comerciales intentan comprar los éxitos deportivos para hacer promoción de sus productos. Los anuncios resaltan las condiciones atléticas de una marca, olvidándose, o queriendo hacernos olvidar, que la marca no es el deportista.
Las marcas están convirtiendo deportistas en productos: que si la agilidad de Neymar, que la velocidad de Ronaldo, o el control de Iniesta. Los deportistas no deberían permitirlo, porque se vuelven parte del engaño. En la más reciente premiación de la Copa Confederaciones, todos y cada uno de los premios llevaba, sigilosamente escondido, el logo de Adidas. En la búsqueda de que los espectadores, muchos de ellos niños, perciban sin percibir, venden que para ser el mejor delantero es necesario usar una marca porque Neymar, el ídolo-producto del momento, utilizó esa marca. El engaño es tal, que incluso las ligas en España ya llevan el nombre de un banco; lo único que les falta es también cambiarle el nombre a los trofeos: la copa mundial podría adoptar el nombre de alguna compañía refresquera o de hamburguesas y, paradójicamente, seguir contribuyendo a la obesidad con deportistas de sillón.
Todos somos hijos de pobres
Lo más preocupante es que el deporte, especialmente en los países con menos recursos, se ha convertido en una de las pocas vías de ascenso social, y con estos engaños comerciales, algunos jóvenes dejan otras áreas de desarrollo personal para buscar ser el nuevo producto adorado por las masas. Como si de comercio humano se tratara, las marcas ofrecen patrocinios a los deportistas para conseguir su exclusividad, y los equipos se están convirtiendo en propietarios de los jugadores y comercian con ellos como si fueran una simple mercancía. Los deportistas están vendiendo su libertad y gustosos se ponen las cadenas. Los famosos zapatitos que promociona Neymar, y que venden una agilidad ilusoria, cuestan casi dos meses de salario mínimo. Hace poco, el entrenador de la selección Española, Vicente del Bosque, dijo a sus jugadores, en un golpe de realidad: todos somos hijos de pobres
. La verdad del futbol señala que, para llegar a donde están, no pudieron comprar el engaño comercial por ser hijos de pobres, y construyeron su talento sin necesidad de zapatitos especiales, porque lo especial fueron las horas de entrenamiento.