Un oportuno reportaje-recordatorio
Medio siglo de la plaza de Cuatro Ciénegas
e sientes muy taurófilo o te sueñas antitaurino? ¿Confías en el cambio
de gobiernos o de nuevo te sientes defraudado? En cualquier caso una lectora recomienda el reportaje-denuncia aparecido en http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2013/07/09/toros-fraude-impunidad/, que alude a algunos de los secuestradores de la fiesta en México.
“El domingo 7 de julio se cumplieron 50 años de la inauguración de la plaza de toros de Cuatro Ciénegas, Coahuila –confluencia de los Carranza y sus sobrinos los Martínez. Dada su modesta importancia taurina, el hecho sería irrelevante si no fuera porque esa tarde Manolo Martínez toreó por primera vez en público, lo que dio lugar a una curiosa anécdota que refiero más adelante. En ese festejo además, su hermano, el ingeniero Gerardo Martínez, lidió su primera corrida formal con el hierro de El Colmenar”, escribe Armando Moncada Díaz de León, testigo presencial aquella tarde y director del satírico, imaginativo y melódico portal http://pulquesfinoslavirtud.blogspot.mx/
“En Cuatro Ciénegas hubo varias plazas de toros: la primera en lo que fue el solar de las Moncada, a fines del siglo XIX. Otra, construida de trancas en más o menos el mismo sitio de la actual, con el inconfundible perfil del Cerro del Muerto como fondo. Don Evaristo Osuna, viejo torero y empresario de Monterrey, registró en su autobiografía la fecha de inauguración de esa plaza, sobre cuyos cimientos se levantó la actual, de cemento, que era de mampostería y asientos de madera. Fue una novillada con Félix Briones y Raimundo Villarreal y novillos de Aguadulce, el 18 julio de 1942. El maestro Briones ya retirado me lo confirmó personalmente en la ciudad de México.
“La fecha oficial de inauguración de la actual plaza de toros de Cuatro Ciénegas es la del domingo 7 de julio de 1963. Se levantó sobre la traza y cimientos de la antes citada y el día anterior se presentó el espectáculo de Antonio Aguilar. El cartel: Félix Briones (1923-2011), regiomontano, y Enrique Vera (1933-93), hispano. Ambos diestros hicieron el paseíllo montera en mano y vistieron ternos en blanco y oro. Destacaron los banderilleros Jesús Guerra, Ángel Luna y Roque Díaz, y a caballo Federico Domínguez, Leonardo Campos y El Coca-Cola. Hubo un lleno en tarde soleada y calurosa.
“Se lidiaron cuatro toros negros bien presentados que en general no se prestaron para el lucimiento. En orden de aparición: Andaluz, Candelillero, Norteño y Tallador. La anécdota que pasa a la historia es como sigue: durante la suerte de varas del segundo de Briones, el toro se salió al patio de caballos y causó allí enorme pánico. Las cuadrillas salieron tras él para devolverlo al ruedo; sin embargo no se atrevían a meterse entre los autos que había estacionados porque era imposible maniobrar sin altísimo riesgo.
“Quien logró hacerlo y valerosamente fue un chiquillo entrometido llamado Manolo, hermano del ganadero, quien se llevó al toro prendido de un capote ajeno hasta el centro del ruedo y allí le pegó dos o tres lances, por lo que el matador hizo una rabieta y se quejó con el ganadero. Se ha confundido al joven Manolo Martínez –a la sazón de 16 años de edad– con un espontáneo que saltó al ruedo minutos después, fue capturado inmediatamente sin dar un solo pase y golpeado despiadadamente por los gendarmes. El sujeto se llamaba Gregorio Martínez, frisaba la treintena y era de oficio peluquero, residente de la colonia El Pueblo, en Monclova.
“Manolo Martínez no fue pues el espontáneo que se tiró al ruedo en esa tarde, como se ha propalado. Yo estaba al lado de Gregorio cuando se lanzó desde el tendido, sobre la puerta de toriles y le conocía bien. Por aquellos tiempos Rolando Valle y este escribidor, estudiantes de secundaria en Monclova, solíamos visitarlo en su negocio, donde nos enseñaba los secretos de la lidia. La confusión crece porque el día anterior, durante la presentación del espectáculo de Antonio Aguilar, se dio suelta a un enorme toro cebú para una suerte de charrería y como el animal era bravo, un par de valientes habían salido a intentar pegarle pases en medio del regocijo popular: el espigado chiquillo Manolo, provisto de una vieja muleta, y un auxiliar del ganadero de El Colmenar.
“Félix Briones hizo entonces dos berrinches aquella tarde de hace medio siglo: el primero, con el citado joven Manolo Martínez, que pasaría a ocupar un sitial de privilegio en la historia universal de la fiesta; el segundo, minutos después, con Gregorio Martínez, humilde torerillo ya maduro, de los llamados de la legua, que tuvo la mala ocurrencia de lanzarse de espontáneo y pasó la noche en la cárcel municipal humillado y adolorido por los macanazos de la policía y sin que nadie le llevara ni un vaso de agua.
Esta es pues mi versión de los hechos, comentada varias veces con el ganadero, con el espontáneo, con Félix Briones, y con el propio Manolo Martínez, a quién complacía recordar la historia y compartirla
, concluye Armando Moncada.