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Los de abajo

Usos y costumbres

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ochimilco es más que trajineras, mariachis y flores. Es lugar de tradiciones y cultura y, en estos momentos, es territorio que se defiende frente a la corrupción en las elecciones celebradas en el pueblo de Santa Cruz, donde ya consideran la posibilidad de hacer un gobierno bajo usos y costumbres.

Desde el 27 de febrero pasado, las oficinas de la coordinación territorial de Santa Cruz están tomadas por los pobladores, quienes exigen la integración de un consejo del pueblo formado por las personas mayores, los que tienen sabiduría para gobernar.

Por aquí han pasado todos los partidos, ya probamos todos y los perredistas salieron peores que los demás, acusa Ignacio Vázquez, de la asamblea opositora. Son precisamente los partidos políticos los principales enemigos de la democracia en estos lugares; son los que, en cuanto ocupan una coordinación territorial, se convierten en intermediarios del gobierno delegacional, para autorizar las invasiones y utilizar en su beneficio las partidas presupuestales.

Xochimilco enfrenta ahora más de un problema: asentamientos ilegales en los cerros, líderes corruptos de comerciantes ambulantes apoderados de los espacios públicos, proliferación de grandes bodegas comerciales que debilitan a los pequeños comerciantes y el aumento de casas habitación que trae un tráfico que dificulta la vida cotidiana. Y éste es el contexto en el que los habitantes de los pueblos consideran, para la solución de sus problemas, otras formas de democracia.

A cinco meses de la organización del movimiento, los integrantes de la asamblea han trascendido sus demandas originales. Hoy discuten en el interior de la asamblea la constitución de un gobierno de usos y costumbres y no partidista, bajo el artículo 2 de la Constitución, que reconoce las formas de organización de los pueblos originarios, y el artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Una de las dificultades para sacar adelante el proceso democrático que se reclama en Xochimilco es el régimen de la tierra, que ya pasó en su mayoría a propiedad privada, y poco a poco se han perdido algunas costumbres organizativas como las asambleas. Su fortalecimiento, reconocen los pobladores, es el reto actual.

Los integrantes del plantón, por lo pronto, mantienen las oficinas de la coordinación. Han sido amenazados de muerte y son hostigados prácticamente todos los días, pero aseguran que seguirán ahí hasta que se implante una nueva forma de democracia en la región.

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