Legan tarde los amagos hipócritas de Jesús Zambrano, Marcelo Ebrard, Dolores Padierna y otros líderes perredistas respecto a la posibilidad de salirse del Pacto por México ante las irregularidades de las elecciones de 2013 y el debate sobre el petróleo. El pacto ya cumplió su objetivo principal: evitar el descalabro político total de Enrique Peña Nieto durante los primeros meses de su gobierno. El acuerdo cupular también fertilizó el terreno para las iniciativas privatizadoras que ya se encuentran en la mesa. Quienes hoy protestan por la complicidad del PRD con el régimen son los mismos que permitieron a Zambrano representar
a su partido en la mesa de negociación con Miguel Ángel Osorio Chong desde hace ocho meses.
En un arranque de supuesta dignidad republicana, Zambrano ha señalado que no va a dejar que los muertos que tuvimos, las amenazas claras, y los triunfos que tuvieron [los del PRI] sobre la base del crimen organizado, queden como parte de la picaresca política mexicana
.
Difícilmente se podría encontrar un caso más nítido de la manifestación fáctica del clásico proverbio sobre el burro que hace mofa de las orejas de su compadre. Si de picardía
se trata, Zambrano es el gran maestro. Este dirigente podría armar vastos seminarios sobre las metodologías, la hermenéutica y la ontología de este fenómeno que efectivamente caracteriza la esencia del sistema político mexicano. Y también habría que recordarle al funcionario partidista que los heroicos muertos del PRD no le pertenecen a él, sino a los dignos movimientos sociales que luchan todos los días por mejorar al país.
El reconocimiento que desde el principio tanto el PAN como el PRD otorgaron a Peña Nieto como interlocutor válido inyectó una fuerte dosis de legitimidad al régimen autoritario en el momento en que sufría una enorme vulnerabilidad. Las caras sonrientes y los discursos huecos de Zambrano y Madero durante la firma del pacto el 2 de diciembre de 2012 fueron el complemento perfecto para la represión de la Policía Federal de Mondragón y las detenciones arbitrarias de Ebrard el primero de diciembre.
Frente al derrumbamiento de la legitimidad del sistema electoral a raíz del gasto exorbitante, la compra y coacción del voto y las manipulaciones financieras de las campañas federales de 2012, la clase política vio su tabla de salvación en la unidad
del gremio. Ante el riesgo de que la sociedad aprovechara el momento para tomar la iniciativa y poner en cintura a los políticos, se puso en marcha un contrataque mediático-represivo para dejar en claro quiénes iban a mandar y quiénes tendrían que obedecer durante el nuevo sexenio.
Con su plena participación en esta estrategia, el PRD demostró que solamente representa intereses mezquinos de burócratas que lucran personalmente con el financiamiento público. En esa agrupación, los ciudadanos sirven a los políticos y no a la inversa, como debería ser. Los ciudadanos críticos y conscientes que quedan en el partido harían bien en abandonar a los líderes que los han traicionado.
Se encuentra en proceso de construcción un nuevo instituto político que dice querer corregir estas fallas. Morena se presenta como una opción honesta que busca abrir sus puertas a la plena participación social. Sus estatutos incluyen estrictos candados para garantizar una vigilancia interna independiente, para evitar ser controlado por vividores políticos y para asegurar una constante renovación de sus cuadros.
Hasta el momento, sin embargo, la falta de nuevos líderes de Morena con verdadero arraigo social genera sospechas fundadas. ¿Será esta agrupación solamente una nueva careta para encubrir las mismas fechorías de siempre? ¿O tendrá este nuevo partido la capacidad de ganarse la confianza de los millones de mexicanos que con sobrada razón ya no creen en los partidos ni en las elecciones? La participación de destacados intelectuales, artistas y escritores no es suficiente para ciudadanizar a un partido político. Urge regenerar la esperanza en la política a partir de la irrupción en la escena de nuevos líderes sociales y jóvenes independientes con poderosos discursos de transformación nacional e iniciativas concretas de acción social.
Los terrenos claves para las batallas democráticas cambian conforme avanza la historia. Antes, los escenarios estratégicos fueron el movimiento indígena y popular, encabezado por el EZLN, los gobiernos democráticos de la ciudad de México y la construcción de un nuevo IFE ciudadano y un tribunal electoral independiente. Posteriormente, vinieron las luchas por la transparencia electoral, en defensa del petróleo y a favor de las víctimas de la guerra
de Calderón. En cada una de estas batallas los ciudadanos han tenido grandes victorias, pero también han sufrido importantes derrotas que dejan una multitud de tareas pendientes para esfuerzos futuros.
La posibilidad de que México tenga un futuro democrático se juega hoy de manera prioritaria en la batalla por Morena como auténtica expresión política de las inquietudes ciudadanas. Si esta agrupación logra distinguirse de los demás partidos y comunicar sus logros a la sociedad, su éxito será garantizado. Si por el contrario, se hunde en la misma corrupción, gerontocracia, y compadrazgo que han destruido a los otros partidos, la tenue esperanza que todavía queda en el funcionamiento de la institucionalidad democrática se esfumará por completo. El desenlace de ello podría ser escalofriante.
Twitter: @JohnMAckerman