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Abren un centro de creación en la casa del DF donde vivió el realizador aragonés

Arturo Ripstein recuerda a Buñuel: Verlo trabajar era deslumbrante

El recinto será lugar de investigación y de formación de cineastas

El autor de Un perro andaluz halló en México un aliado especial y sentimental, dice el secretario de Estado de Cultura de España

Foto
Gabriel Figueroa hijo, Arturo Ripstein y Silvia PinalFoto Prometeo Lucero
 
Periódico La Jornada
Miércoles 31 de julio de 2013, p. a10

Todo lo que hacía en el cine y quizá en la vida era instintivo. Estaba contra la técnica del arte. Su organicidad transgresora era la pauta para su libertad: Prefería hacer películas con poco dinero a que se coartara su libertad. Las hacía para sus amigos y para los amigos de éstos, mas no para el público en general, comenta Luis Buñuel en un documental.

Ese cabrón viejo, como lo calificó el escritor, exiliado español, José de la Colina –autor de un libro de entrevistas con el cineasta aragonés–, fue recordado el lunes en la que fue la morada de sus últimos días.

A 30 años de su muerte, Buñuel se paseó ayer, en sentido metafísico, por los rincones de su casa de ladrillo rojo, ubicada en la colonia del Valle de la ciudad de México. Sitio que ahora, según el protocolo institucional, será un recinto multidisciplinario de creación, en el que el cine se relacionará con el resto de las artes, comentó el secretario de Estado de Cultura de España, José María Lassalle, quien vino a Mexico para la apertura oficial de la Casa de Buñuel en México.

El funcionario dijo que ese espacio representa el compromiso de su país con la figura del creador, que encarna la recapitulación vital y existencial de alguien fundamental para comprender la cultura iberoamericana.

Luego de que ese recinto fue cerrado en mayo de 2012, autoridades de la Secretaría de Estado de Cultura de España y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inauguraron anoche de manera oficial la Casa Buñuel, en la cerrada de Félix Cuevas número 27, en esta ciudad. Amigos, cercanos, y admiradores estuvieron presentes. Desgustaron el documental de manufactura francesa Luis Buñuel, un cineasta de nuestro tiempo, realizado en 1964 por Robert Valery.

Buñuel, un tipo que decía que Dalí era un pintor muy malo (recordó el fotógrafo Gabriel Figueroa hijo), que al invitar a sus amigos a tomar un trago encendía la chimenea con el primer libro que tenía cerca (ahora toca que quememos a Ágata Christie, dijo su amigo por más de 50 años, el padre Julián Pablo, invitado a la ceremonia de apertura del recinto) y que era capaz de cambiar su piano por tres botellas de champaña, volvió a su nicho tras la evocación colectiva de amigos, conocidos y admiradores.

Silvia Pinal, una de las presentes, comentó que fue en el cine Palacio Chino donde lo vio por primera vez: Iba a recibir un premio. Llegó, lo cogió y se fue. Casi no habló, pero me intrigó tanto que de inmediato quise hacer una película con él.

Alternativas

Arturo Ripstein, uno de los realizadores mexicanos más respetados dentro y fuera del país, fue otro de los invitados a la apertura de ese centro dedicado al aragonés.

Creador de cintas trascendentales en la filmografía nacional, Ripstein desmintió que haya sido asistente del realizador; “era su fan. Se necesita estar a cierta altura, que no tengo. Mi padre era productor de cine muy comercial, del cual yo pensaba que era el único que existía en el mundo. Luego, a los 15 años, mi papá me llevó a ver Nazarín y entendí que había alternativas.

“Un día toqué en casa de Buñuel. Le dijeron que era el hijo de Alfredo Ripstein. Tenía como 16 años. En ese tiempo ser hijo de un productor de cine mexicano era como ser un imbécil. Primero me cerró la puerta, pero luego abrió y le dije que quería ser director (antes, sólo viendo películas te hacías realizador). Me hizo pasar, y hasta me ofreció un martini. Vi que tenía en una pantalla Un perro andaluz, la cual me dejó estupefacto. Me dijo que me esperara para ponerla de nuevo. ‘Yo hago esto; si quieres ser director, debes hacerlo tú’, me comentó.

Luego de una charla me dijo que me daba permiso de verlo filmar y como traía coche, me dijo que si podía, ocasionalmente, lo llevara de regreso. Fue entonces que hasta le cargaba el portafolio. Esa fue mi asistencia.

Comentó que podía tener acceso a él, porque era amigo de su papá, quien compartía con el cineasta su gusto por las armas. Eso sí, “fui en muchas ocasiones al rodaje de El ángel exterminador... verlo trabajar era deslumbrante”.

Todos los invitados tuvieron un comentario, una anécdota sobre Buñuel, porque en México encontró a un aliado especial y sentimental que le permitió hacer su arte sublime, desafiando el convencionalismo a través de los fotogramas. Ojalá se anime a venir por aquí a menudo para que nos ayude a limpiar nuestras conciencias, afirmó el el secretario de Estado español de cultura, para quien la apertura de la Casa de Buñuel, significa el compromiso de España con la figura del cineasta, fundamental para comprender la cultura iberoamericana. Es otra manera de constatar el hermanamiento entre mexicanos y españoles.

Por su parte, María Teresa Uriarte, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, dijo que para esta universidad representa un hecho significativo aceptar la invitación para ser cogestores de la Casa Buñuel en México.

Residencia para los creadores

El Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales, al cual está adscrito el recinto, trabaja para firmar un convenio con la UNAM para que esta institución tenga una participación activa en el funcionamiento del espacio, que se busca sea el lugar de residencia de creadores, investigadores y profesionales; centro cultural, de investigación y de capacitación profesional; lugar de encuentro y difusión de las cinematografías iberoamericanas, así como de las artes visuales; y, por supuesto, espacio para la investigación y difusión de la obra de Luis Buñuel.