Opinión
Ver día anteriorMiércoles 31 de julio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Reformas y resbalones

Andar el mismo camino

FC: 5 pobres por minuto

L

a tesis gubernamental (Luis Videgaray) sostiene que el camino más eficaz para combatir la pobreza es el crecimiento económico, y que éste sólo se dará por medio de las reformas estructurales que necesita el país. Así, apunta, se podrá abatir la primera y lograr el segundo. Eso es en lo que cree, y actuará en consecuencia. Bien, pero más allá de la perogrullada, lo demás simplemente es un acto de fe que la terca realidad ha echado por tierra sexenio tras sexenio.

Lo anterior viene a cuento porque, palabras más o menos, la tesis del actual secretario de Hacienda es la misma que sostuvieron en público sus ocho antecesores en el puesto (de Pedro Aspe a José Antonio Meade, ahora en la cancillería) y los cuatro inquilinos de Los Pinos (de Salinas a Calderón) previos a Enrique Peña Nieto, quienes un día sí y el siguiente también presumieron (con inaudita insistencia no obstante el cruel accionar de la realidad) que esa no sólo la fórmula mágica, sino la única para salir adelante: gobiernos modernizadores + reformas estructurales = crecimiento sostenido -pobres.

A la vuelta de cinco lustros al hilo, resulta que la modernización arrasó con la infraestructura productiva del Estado y que se hicieron todas las reformas estructurales, sólo para confirmar –con elevadísimo costo– que la fórmula mágica sólo sirvió de propaganda, y que lejos de ser tabla de salvación profundizó y complicó los problemas nacionales. En 25 años el crecimiento económico nunca llegó, la pobreza se duplicó y el desarrollo social brilla por su ausencia. Ahora que si el análisis parte de los pingües negocios para unos cuantos y las fortunas de ensueño amasadas por unos pocos, entonces sí sirvió, y mucho.

Con todas las reformas estructurales llevadas a cabo, y con espíritu modernizador, en esos 25 años la economía mexicana reportó (cifra oficial) un crecimiento a tasa anual promedio de 2 por ciento, es decir, tres veces menos de la registrada en el México premoderno. Y con esas mismas reformas, el de por sí grueso inventario de pobres pasó de los cerca de 37 millones reconocidos al inicio del salinato, a más de 61 millones al cierre del calderonato.

Sexenio tras sexenio, las reformas estructurales brotaron por doquier; todas fueron aprobadas por el Congreso y la clase político-económica fue feliz, y se abrazó por el éxito obtenido, porque ahora sí México sería del primer mundo. Pero de ese primer mundo sólo resultaron las fantásticas fortunas –pocas, pero suculentas– amasadas por unos cuantos amigos del régimen, beneficiarios de la modernización del país.

En materia de crecimiento económico, las reformas estructurales lograron que en el salinato la tasa anual promedio fuera de 3.9 por ciento, a todas luces insuficiente para sacar al país del hoyo y a la población de la pobreza; en el zedillato esa proporción se redujo a 3.5 por ciento, a 2.3 por ciento con Fox y, como muestra del rotundo éxito de las reformas, a 1.8 por ciento con Calderón. En casi 25 años la tasa de crecimiento económico, de por sí raquítica y alejadísima de la promesa original, se redujo a la mitad.

Y en lo que a número de pobres se refiere (pobreza patrimonial, que fue la medición original) el balance no es mejor: el sexenio de Carlos Salinas de Gortari arrancó con 37 millones de mexicanos en esa circunstancia, y a su término el inventario ya sumaba 47 millones. Ernesto Zedillo llegó a Los Pinos con ese registro de pobreza, pero al concluir su mandato el número había crecido a 52.7 millones, récord con el que comenzó el cambio de Vicente Fox, quien se fue al rancho no sólo con Martita sino con una nómina oficial de pobres de 46.5 millones, herencia que recibió Felipe Calderón, para que al cierre de su estancia en Los Pinos dejara en el abandono a 61.35 millones de paisanos, a quienes también les van a cargar el IVA en alimentos y medicinas.

De los mencionados cuatro reformadores que habitaron Los Pinos, el que se llevó la palma fue Felipe Calderón, por ser el de menor crecimiento económico sexenal en 25 años al hilo (lo que ya es decir, porque los otros tres reportaron un saldo lamentable), y el de mayor generación de pobreza en los últimos cinco lustros, pues en ese periodo 14 millones 801 mil 89 mexicanos (cifras oficiales) engrosaron el inventario de depauperados, a razón de casi 5 de ellos por cada minuto que el susodicho permaneció en la residencia oficial. Lo bueno es que a los mexicanos prometió vivir mejor.

En resumidas cuentas, ese es el balance económico y social de cinco lustros al hilo de reformas estructurales, caminito que, a juicio de la actual administración gubernamental, es el que necesariamente hay que seguir para lograr un crecimiento económico sostenido y la reducción de la pobreza, es decir, aferrarse a un modelo que no ha generado crecimiento, pero eso sí muchísimos pobres. Y ya viene la reforma energética, con lo que el país perderá lo último que tiene, mejor dicho lo único que le dejaron. Pero como no tienen llenadera, pues allá van.

Este corte de caja se da con el cierre del sexenio calderonista, pero hasta donde va el balance del primer semestre del nuevo gobierno no es distinto: de crecimiento económico nada, y de número de pobres todo. Pero no hay de qué preocuparse, porque Enrique Peña Nieto y sus guajiros están decididos a seguir por la ruta de la modernización y de las reformas estructurales.

No habrá que sorprenderse de que en los próximos años el resultado económico sea tan enclenque como el de los años previos, ni que el presupuesto para el combate de la pobreza se incremente a un nivel igual de exorbitante que de improductivo (para efectos sociales), pues a lo largo de esos 25 años los dineros públicos canalizados (oficialmente) a tal fin han crecido y crecido, a la par del número de pobres y, de pasadita, del número de votos de la clientela depauperada.

Así, cuando en julio de 2015 el Coneval actualice su inventario nacional de pobres nadie podrá llamarse sorprendido por el volumen de depauperados, si es que en ese futuro cercano el país todavía se mantiene en pie.

Las rebanadas del pastel

Gasolinazo tras gasolinazo, la advertencia ha sido ¡cuidado! con el efecto inflacionario que provoca la medida gubermanental. Los funcionarios de la gloriosa Secretaría de Hacienda han negado, una y otra vez, que el aumento permanente de los precios de los combustibles tenga el efecto descrito. Pero, ¡sorpresa!: la OCDE ha colocado a México como el país con la segunda inflación más alta de la organización –sólo después de Turquía–, como resultado de... el aumento a los precios de la energía, que siguen presionando la inflación. Pero tranquilos, que ya viene el octavo gasolinazo del año.

Twitter: @cafe-vega