Opinión
Ver día anteriorJueves 1º de agosto de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los ingrávidos
A

daptar al teatro una novela es una empresa difícil pero que se intenta con cierta frecuencia. José Sanchis Sinisterra estudia el fenómeno y da cuenta de sus propias adaptaciones en varios ensayos recogidos en un volumen, llamado Narraturgia que editó la revista Paso de gato en su serie Teoría y técnica. Fernando Bonilla, que tan mal recuerdo nos había dejado con su adaptación de la obra del español David Solá Siglo XX que estás en los cielos demuestra ahora que hijo de tigre es pintito (de algo le sirven los genes de Héctor) al adaptar para la escena y dirigir, no de manera lineal, aclara, la novela de Valeria Luselli Los ingrávidos con sólo dos actrices y un actor que encarnan diversos personajes, algunos tan accesorios como en la novela original, sin cambios de vestuario –excepto el bastón con el que identificamos a Gilberto Owen–, sólo con actoralidad. Parece ser que la adaptación se hizo en acuerdo y posiblemente con la presencia de la novelista.

El único personaje que se agrega es el de la narradora cuando era joven en Nueva York trabajando para una empresa editorial pequeña cuando ocurre el incidente del falso original de Owen, según los recuerdos de la narradora. La adaptación se da en los dos planos de la novela, la de la narradora y su ambiente y el del poeta, el más desconocido de los contemporáneos del que la mujer finge escribir ante las suspicacias del marido. En efecto, Owen termina sus días ciego y alcoholizado en Harlem, fantasma de lo que fue. Todos morimos muchas veces parece la premisa principal de la autora, se acepte o no. Si salimos con vida de un accidente, algo de nosotros feneció y se convirtió en fantasma que andará por su lado mientras nosotros andamos por el nuestro. Es así como la escritora vive su vida junto a su Niño de en medio (autollamado así porque no es grande ni chico), su bebé y su marido, de los que nunca nos dirán los nombres, mientras el poeta deambula por Nueva York. Quizás sobren los personajes incidentales de la etapa juvenil de la narradora, como Moby que llega porque le falta ducha en su casa y la mujer que también se tumba en el sofá, llegada por los mismos motivos, pero sirven para crear una atmósfera de amigable bohemia, tan preciada y echada de menos por la narradora ya mujer madura con nuevas obligaciones. Otros personajes ambientan la profesión de la protagonista, como White el editor o la secretaria a quien ella, de joven, saluda al entrar o salir de una oficina que le es propicia porque allí se permite fumar.

Un letrero en lo alto del escenario en que se lee: Nueva York, Filadelfia, México marca los periplos de los protagonistas que sólo se reunirán al final, imbricados ante un cataclismo, Owen escuchando el llanto de la bebé y del Niño mediano y la narradora, junto a sus hijos, viendo los gatos rabones del poeta. Un escenario un tanto alto, del que se desciende por una escalera –diseñado por Cuarto b y por Elizabeth Flores– mantiene al centro la mesa de trabajo de la narradora y a un lado un sofá junto a una lámpara y del otro un espejo enmarcado de pie que sugiere una alegoría fuera de mi comprensión. Al fondo, un librero con muchos libros y tras la mesa de trabajo la cuna de la bebé son el escenario del tiempo presente en México y de algunos de los devaneos de Owen en Nueva York. La iluminación de Alberto Lomnitz es correcta, con el uso de cenital enmarcando a la narradora joven cuando recuerda su falsificación de un poema de Owen, según ella para darlo a conocer con mayor amplitud.

Las actrices y el actor doblan multitud de personajes, algunos incidentales como se ha dicho y quizás esta sea la deficiencia mayor de una adaptación inteligente y de singular coherencia. Haydeé Boetto es la narradora principal, pero también es la secretaria, la trabajadora del bar, la mujer sin ducha y otros que saca adelante con su demostrada capacidad. El peso mayor recae sobre Joaquín Cosío –que alterna con Jorge Zárate–, como Owen, el marido, el editor y otros. Cassandra Ciangherotti es el Niño mediano y la narradora de joven. El vestuario fue diseñado por Sheila Flores, también responsable del diseño de producción y la escenofonía es de Gabriel Zapata.