magine que usted es el presidente ejecutivo de una exitosa empresa transnacional. Lleva meses trabajando en un nuevo producto que será lanzado al mercado en tres días, pero para su sorpresa, al día siguiente, su principal competidor se anticipa y presenta ese producto en el que usted y su equipo tanto trabajaron. Las acciones de su empresa en la bolsa caen en picada, al igual que sus ventas y la confianza de sus inversionistas. Usted nunca lo sospechó, pero sus llamadas fueron intervenidas, su cuenta de correo fue hackeada, sus reuniones fueron grabadas, e inclusive, la basura de su oficina fue revisada, es decir, la competencia, por medio del espionaje, robó su proyecto.
El espionaje corporativo –definido como la obtención clandestina de información sensible de un competidor a través de medios ilícitos– tiene uno de sus primeros antecedentes en el siglo XIX, cuando la compañía británica East India Co contrató al botánico Robert Fortune para contrabandear plantas, semillas e información sobre el té que se producía en China a efecto de satisfacer la demanda interna de la infusión. Gracias a esto, la producción de té en India –entonces territorio británico– llegó a superar a la de China.
Si bien es cierto que un gran número de empresas llevan a cabo labores de inteligencia corporativa, la tentación de obtener una ventaja competitiva a través de actos ilícitos y poco éticos es grande, en un ámbito en donde existen fuertes presiones para generar resultados que se traduzcan en un mejor posicionamiento, así como en ganancias.
Cualquier información es susceptible de convertirse en objetivo de espionaje: la lista de clientes, proveedores y precios; informes; estudios de mercado; proyectos de investigación y desarrollo; procesos de fabricación; prototipos o datos de posibles fusiones. Todo aquello que le permita a una empresa estar un paso adelante de sus competidores. En ese sentido, empresas de sectores como automovilístico, tecnológico, alimenticio, farmacéutico, financiero, industrial y publicitario, entre otros, son proclives a sufrir espionaje.
Debido a los avances tecnológicos, además de técnicas tradicionales como la infiltración, el fraude, el robo de documentos, la vigilancia o la corrupción del personal, ahora también es posible intervenir teléfonos inteligentes mediante programas que permiten revisar toda la información que contienen; hackear cuentas de correo; instalar programas de spyware que recopilan y retransmiten información; robar datos de servidores, o instalar cámaras y micrófonos en automóviles, oficinas o salas de reuniones.
En 2012, estimaciones de la revista Forbes señalaron que a escala global el espionaje industrial produce pérdidas anuales de hasta 70 mil millones de dólares, siendo Estados Unidos, China, Rusia, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia los países mas afectados. Mientras que en nuestro país, de acuerdo con un estudio realizado entre 2005 y 2010 por el Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial, una de cada 10 empresas sufre robo de información, y las entidades que mayores casos reportan son Sonora, el Distrito Federal y Quintana Roo. Sin embargo, el Informe global sobre fraude 2012-2013 de la consultora Kroll precisó que 26 por ciento de las empresas mexicanas resultaron afectadas por el robo de información, empatando en el segundo lugar a escala global con las estadunidenses y rusas, las cuales reportaron el mismo porcentaje de daño.
En este contexto, como lo reconoció en febrero pasado el fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, en el contexto de la presentación de la estrategia de combate al ciberespionaje industrial que vulnera los derechos de propiedad intelectual de las empresas: Un secreto comercial puede valer millones de dólares y eso puede hacer perder competitividad a las empresas, reducir beneficios, contrataciones e impactar la economía y la seguridad nacional
.
Pese a que en las semanas recientes el debate se ha centrado en torno a la revelación por parte de Edward Snowden del espionaje que el gobierno de Estados Unidos realizó a través de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y la Oficina Federal de Investigación (FBI) a las actividades de millones de usuarios en la red, la realidad es que prácticas como estas se dan no sólo en el ámbito gubernamental y político, sino también en el empresarial.
Ante este panorama, el espionaje corporativo debe ser considerado tanto en las estrategias nacionales de seguridad como en las agendas de riesgos, ya que constituye una amenaza al desarrollo y la estabilidad de cualquier país.
* Presidente de Educación y Formación con Valores AC, y analista en temas de seguridad, educación y justicia
Twitter: @simonvargasa
Facebook: simonvargasa