n febrero del 2012, George Zimmerman, de 29 años, policía privado, de raza blanca, que trabajaba en un conjunto habitacional de Florida, mató de un disparo en el corazón a Trayvon Martin, joven negro de 17 años quien, sin arma alguna, volvía a casa de sus padres. El caso se hubiera agregado a otros más que ocurren en la América profunda y que no son investigados suficientemente por las autoridades, prejuiciadas de que si un policía mata a un negro o a un hispano es porque los hallaron cometiendo algún delito.

Pero esta vez la airada protesta de la comunidad negra y de los grupos defensores de los derechos civiles obligaron a la Fiscalía de Florida a intervenir y nombrar nuevos encargados del caso, pues los anteriores habían encubierto a Zimmerman. El policía fue detenido casi dos meses después de haber matado a Trayvon. Alegó que actuó en legítima defensa.

Acusado de homicidio involuntario, un jurado compuesto por cinco mujeres blancas y una latina recientemente lo absolvió, pero esta decisión reabrió la herida racial. Quienes luchan por la plena vigencia de los derechos civiles protestaron el fallo. En algunas ciudades, violentamente. Lo calificaron de ser ejemplo de que la justicia sigue siendo distinta según el color de la piel. El presidente Obama reconoció que el veredicto podía incrementar las pasiones; y que Estados Unidos es un país de leyes por lo que respetaba la decisión del jurado. Pero al calificar la muerte del joven de una tragedia y reclamar un debate sobre el racismo, dijo, yo podría haber sido Trayvon Martin hace 35 años.

Racismo del más puro también se respira en Italia, donde Roberto Calderoli, actual vicepresidente del Senado y antes ministro de Berlusconi, comparó a la ministra de Integración de Orangután que estaría mejor donde nació. Se refería a la doctora Cécile Kyenge, de 48 años, originaria del Congo. No es la única muestra de racismo y xenofobia del senador y también cirujano. Atribuyó el triunfo del equipo italiano sobre el de Francia en el Mundial de futbol a que sus jugadores no eran negros, musulmanes o comunistas.

Otro eurodiputado italiano, Mario Borghezio, oculista de profesión y también cercano a Berlusconi, dijo que la doctora Kyenge estaría mejor de criada que de ministra. Ella ha respondido diciendo que siente pena por los que la insultan. Y reafirma soy negra, no de color.

Y en la Francia de la libertad, la igualdad y la fraternidad, alcaldes de la derecha truenan contra los gitanos. Suman medio millón, aproximadamente, y en estos días de vacaciones se desplazan en sus caravanas para visitar a sus familiares. El alcalde de Niza comentó que “había detectado la presencia urticante y digamos… odorífica” con la llegada de los gitanos. Estos son los más desprotegidos de la sociedad gala.