l procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, hizo una presentación en El Colegio de México, el pasado martes 13, en la que expuso cómo entiende su responsabilidad, y las necesidades del aparato de procuración de justicia. También describió algunos de los aspectos centrales de la reforma institucional que ha emprendido para construir la nueva procuraduría. Después de escucharlo sentí enorme alivio, nada más porque dejó ver la distancia que nos separa de la vidente La Paca y de sus contactos con el más allá, que en 1996 dirigieron las investigaciones en el rancho de Raúl Salinas. Sólo recordar ese episodio de la justicia mexicana me sonroja de vergüenza.
Murillo Karam partió de la premisa de que el origen de la violencia es la desigualdad social, un problema grave y persistente en nuestro país, que la procuraduría no habrá de resolver. También reconoció que las principales víctimas de la violencia son los más pobres; de manera que atajar ese problema equivale a mejorar las condiciones de vida de tan amplio sector de la población.
De esta aseveración pasó a explicar que la estrategia del gobierno es atacar el problema de la violencia, antes que el narcotráfico. Este orden de prioridades es diferente del que había establecido el presidente Calderón, quien, en cambio, concentró sus esfuerzos en el desmantelamiento de las bandas de narcotraficantes. Según los críticos, esta estrategia desencadenó la aterradora espiral cuyo resultado ha sido un número aún indeterminado de muertos, no pocos descuartizados y muchos desaparecidos. Según Murillo Karam, el aparato de procuración de justicia fue sorprendido por la capacidad delictiva de los narcotraficantes, cuya magnitud rebasó por mucho los recursos a su disposición, y es posible que hasta lo haya destruido.
Murillo Karam evocó su experiencia de juventud, cuando era asistente del ayuntamiento de Tulancingo, y el delito más grave que perseguían era el robo nocturno de llantas de coches estacionados en la calle. Esta anécdota sirvió para ilustrar alguna de las razones de la falta de preparación de policías y ministerios públicos frente al brutal desafío del narcotráfico que surgió en los últimos 15 años, y para evocar los tiempos de paz y estabilidad, en que el PRI gobernaba a sus anchas. Y me pregunté cuál era la relación entre la democratización y la desaparición de condiciones de seguridad pública que hoy nos parecen idílicas. Por ejemplo, las referencias del procurador a los problemas de coordinación con los gobernadores y con las policías o los ministerios públicos estatales nos remiten forzosamente al proceso de descentralización que acompañó el fin de la hegemonía priísta y la supresión de los recursos con que contaba el gobierno federal para imponerse a los gobiernos estatales. Este fue uno de los grandes problemas del gobierno calderonista y es un tema central en la reforma propuesta por Murillo Karam.
En la exposición aparecieron las diferencias sustanciales que separan sus posturas de las premisas y los planteamientos de los gobiernos panistas. En primer lugar, cuando los panistas hablaban de justicia se referían siempre a la justicia criminal, antes que a la justicia social, que fue el punto de partida de la exposición en El Colegio de México. Luego, como se ha dicho, el énfasis en la necesidad de poner fin a la violencia, en lugar de concentrarse en la destrucción de los capos del narco, como lo hizo Calderón. La estrategia de descabezar a una organización de estas es una solución temporal, dado que otro capo vendrá para sustituir al que ha sido eliminado, o provocará la pulverización de las operaciones de distribución y venta, de tal suerte que será mucho más difícil frenarlas.
Entre los comentarios de los especialistas que intervinieron en la sesión, destaco uno que me parece central: la incertidumbre que se ha apoderado del aparato de procuración de justicia, y que es la negación misma del estado de derecho, uno de cuyos principales objetivos es brindar certeza a los ciudadanos, la que se deriva de la credibilidad de la norma, de la confianza en que habrá de aplicarse. El procurador coincidió en que era este un problema principal, y concluyó su exposición con una metáfora: reformar el aparato de procuración de justicia es como querer cambiar una llanta a un coche en movimiento. Si esto es así, entonces Murillo Karam tendrá que ponerse patines.