omentando la sección Perspectivas del cine alemán en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín, la curadora Linda Sköffer precisa: Lo que más parece preocupar a la nueva generación de realizadores es el tema de la separación, ya sea del hogar o de una persona amada. En ocasiones la exploración es dolorosa, otras veces festiva, pero en todos los casos estos jóvenes cineastas encuentran una expresión fílmica incitante
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La 12 Semana de Cine Alemán refleja fielmente esa exploración y esa tendencia. Se trata de 12 largometrajes, 10 de ellos de ficción y dos documentales, que someramente pueden dividirse en dos grandes vertientes, de seis películas cada una.
La primera se aboca a una exploración social con una aguda revisión del pasado histórico reciente y una reflexión sobre problemáticas comunitarias; la segunda se concentra en dramas familiares que oscilan entre el drama y la comedia sentimental.
Dramas histórico-sociales: Lore, de la australiana Cate Shortland, trabajo realizado en Alemania, es una revisión novedosa de los efectos sicológicos de la ocupación del territorio alemán por las tropas aliadas luego de la derrota del régimen nazi, desde la perspectiva ya no de los vencedores, sino de los propios sobrevivientes alemanes que vagan atónitos y desesperanzados por los escombros del gran sueño autoritario.
Hannah Arendt (Margarethe von Trotta) es la crónica del linchamiento moral que padeció, y aún soporta, una gran pensadora judía cuya opinión heterodoxa sobre la tragedia del Holocausto hace de la mediocridad moral de los subalternos una fuerza mayor en la propagación del mal. La fácil demonización de villanos excepcionales olvida, según ella, la fría eficacia burocrática de quienes finalmente ejecutan las órdenes de exterminio. Una mirada crítica e inteligente tan vigente hoy como hace medio siglo.
Nada malo puede suceder (Katrin Gebbe) es la escalofriante parábola del martirio de un joven punk fanático de Jesús (Jesus freak) enfrentado a una ignorante familia rural que procura demoler su candor y sus creencias religiosas para deshumanizarlo y triunfar sobre él.
Algo similar sucede con los muy jóvenes protagonistas de El hijo adoptivo (Markus Imboden), que en una comunidad rural suiza de los años 50 padecen el escarnio de granjeros que los explotan y humillan en un intento por derribar el insultante talento artístico de un siervo y la inocencia de una joven huérfana.
El amigo alemán (Jeanine Meerapfel) es una agridulce reflexión histórica, de factura más convencional, sobre el peso que soportan dos jóvenes hijos de exiliados alemanes en Argentina, del pasado inmediato de sus padres al término de la guerra mundial, y de sus efectos en sus respectivos compromisos políticos y sentimentales.
Finalmente, el documental Tierra desolada (Anne Kodura) evoca las crisis de identidad y la resistencia lúdica de un grupo de niños de origen árabe que en una periferia urbana de Alemania experimentan algo de las incertidumbres y angustias de sus padres refugiados.
Dramas intimistas: Silvi (Nico Sommer) es la crónica amarga del desencuentro y desgaste afectivo de una pareja conyugal de largos años, de los efectos mayores sobre Silvi, la mujer madura, y su formidable proceso para dar un curso nuevo a su libertad recobrada. Una película ágil, políticamente incorrecta, ajena al melodrama y de clara empatía con los impulsos vitales de su protagonista.
Polvo sobre nuestros corazones (Hanna Doose) es la cróni-ca de otra liberación femenina, la de una joven madre soltera, actriz poco exitosa, que debe sobreponerse al frenesí manipulador de su solitaria y fría madre sicóloga. Dos estupendos retratos femeninos en una confrontación moral e intelectual de intenso calibre dramático.
El brillo de los días (Tizza Covi y Rainer Frimmel) dos personajes masculinos, sobrino y tío estrafalario, empeñados en contribuir, por todos los medios, incluidos los ilegales, al rencuentro de una familia de inmigrantes moldavos. Una parábola de la eficacia de la solidaridad afectiva en el marco de una familia ampliada.
De nuevo una intensa solidaridad amorosa en No me olvides (David Sieveking), crónica muy directa de las atenciones que un hijo, el propio cineasta, brinda a su madre anciana aquejada por el Alzheimer. Un relato conmovedor, sorpresivamente humorístico, de inusitada generosidad y franqueza.
Oh Boy, 24 horas en Berlín (Jan Ole Gerster), exitosa comedia dramática sobre la deriva existencial de un joven que se cuestiona las carencias y prioridades de su vida en un largo deambular por las calles de su ciudad. Una de las mejores obras del ciclo.
Finalmente, El extraño gatito (Ramón Zurcher) es una experiencia formal arriesgada con el absurdo como eje central de una intensa crónica familiar costumbrista.
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