ué pensaríamos si el 5 de mayo de 1862, el general Ignacio Zaragoza, presionado por las fuerzas del mercado, por los intereses internacionales y por la opinión de los ricos poblanos, hubiera entregado al conde de Lorencez uno de los fuertes de Loreto y Guadalupe, que eran en la Batalla de Puebla, sus puntos estratégicos, desde los que dominaba el campo, en que se encontraba fortificado y desde donde podía apuntar su artillería con ventaja y acierto. Pensaríamos que perdió el juicio, que los franceses lo compraron o que era el peor militar del mundo, un pésimo general y no el héroe que fue.
Doy este ejemplo extremo, porque veo y vivo y no puedo menos que asombrarme de lo que está pasando en México; todos sabemos que el gobierno mexicano pretende entregar a la iniciativa privada nacional y extranjera –especialmente a ésta– los hidrocarburos y la electricidad, áreas estratégicas de la economía, preservadas en la Constitución como exclusivas del Estado mexicano, quien debe mantener sobre ellas la propiedad y el control.
Lo que está en juego en este momento no es poca cosa, es la renuncia de una exclusividad, de unos derechos amparados por la Carta Magna, es determinar si conservamos para México esa herramienta del desarrollo, que nos permite defendernos en el desconsiderado mundo globalizado del libre mercado, en el que el pez grande se come al chico o si las abandonamos y las perdemos; si somos previsores y patriotas o renunciamos a algo de lo poco que nos queda para subsistir con independencia económica y conservar la posibilidad de tomar decisiones soberanas.
Los abogados saben que en un litigio debe fijarse la litis, el punto preciso de una controversia, aquello sobre lo que el juez resolverá; fijar la litis en un proceso judicial es determinar cuál es el desacuerdo sobre el que se discute. Los malos abogados, sin ética, cuando saben que la parte que representan no tiene la razón, buscan distraer la atención del juez a cuestiones insulsas, a puntos secundarios que poco o nada tienen que ver con lo que se debate; algo así esta pasando con el intento de abrir a la iniciativa privada el petróleo y la electricidad; es fundamental determinar el punto de debate, la litis.
En una controversia transparente y leal, con argumentos, se vería si la propuesta del presidente Peña Nieto tiene posibilidades de salir avante; un debate en condiciones de equidad que es necesario para ilustrar a quienes en el Congreso decidirán y a la opinión pública que debe ser oída con o sin consulta pública. Hasta hoy, no ha habido un verdadero debate ni equidad en el trato a las partes, ni equilibrio en tiempos y espacios para opinar con libertad; la propuesta de reforma constitucional cuenta con todos los medios, especialmente la televisión, y quienes impugnan no han tenido acceso en igualdad de condiciones a tribunas parecidas.
Quienes han hablado en favor de la iniciativa presidencial han optado por eludir la exposición clara de lo que proponen y el objetivo de las reformas, han preferido anegarnos de propaganda engañosa y distractora, dirigida a la superficie y no al fondo del problema, más a los ojos y a los oídos que a la inteligencia y para ello han contado con todo un aparato de mercadotecnia, dinero en abundancia y el duopolio de la televisión.
La terminología usada para convencer a la opinión pública es falaz y hueca; términos usados en forma machacona hasta el cansancio, no dicen nada en cuanto se trata de someterlos a la reflexión o a la critica; ¿qué significa afirmar que el viento es energía y es nuestro
? ¿Qué tiene esa aseveración que ver con el meollo de la cuestión? Usan frases como modernización
, reforma transformadora
o toda nuestra energía para mover a México
, todas fórmulas vagas, tautológicas y vacías, dichas no para convencer sino para simular un debate y distraer la atención.
Por ello es fundamental fijar la litis; lo que se discute no es sí Lázaro Cárdenas apoyara hoy la propuesta o no, por supuesto que no, pero eso no importa, lo que importa es saber en que consiste en efecto, más allá de engaños y escamoteos y que significará para el futuro de México.
Hojarasca a un lado, el punto central es este: o la electricidad, el petróleo, el gas, continúan como aun lo dispone la Constitución, en el catálogo de las áreas estratégicas de la economía, reservadas al Estado mexicano o entran a la rebatiña del libre mercado; o mantenemos la propiedad y el control o permitimos que otros se adueñen y decidan. Ese es el punto; es fundamental para el futuro de la patria y no puede resolverse eludiendo su análisis ni usando propaganda en lugar de argumentos económicos, jurídicos e históricos.
Si la reforma se aprueba, no será nada fácil dar marcha atrás y corregir el desaguisado, si se reforma la Constitución en el sentido propuesto, las compañías que entren al negocio de los energéticos crearán derechos a su favor y se requeriría un Lázaro Cárdenas del futuro para volver a rescatar lo perdido.
Solidaridad con la CNTE, maestros dignos e indignados.