n la Fundación Dolores Olmedo Patiño se presentó una muestra que tuvo como virtud principal reunir obras importantes de procedencias varias, Banco Nacional de México, Museo Nacional de Arte. Museo de Arte Moderno, Museo de Aguascalientes, Museo Brady de Cuernavaca, todo sumado a piezas importantes de colecciones privadas y de la propia colección Olmedo. Desde mi punto de vista, una de las obras maestras exhibidas es Fondos congelados, de Diego Rivera, a la que se le confeccionó un nicho colocado a la distancia perfecta para su mejor apreciación, casi a modo de altar.
La idea básica, que fue contrastar los modernismos con la pintura académica en vigencia hacia mediados de siglo XIX, según mi sentir, no se logró, pero en cambio pudieron observarse en un mismo sitio escenas históricas, paisajes, naturalezas muertas, interiores, costumbrismo, desnudos etcétera, de diferentes periodos nacionales en un miso espacio, gracias al fuerte poder de convocatoria que sobre los patrocinadores de esta fundación ejerce su director: Carlos Philips Olmedo.
La muestra abrió con El senado de Tlaxcala, de Rodrigo Gutiérrez, obra archiconocida que aquí lució un poco oscurecida a la vez que deslavada junto a una espléndida vista de la ciudad de México no muy conocida por el grueso del público, cedida en préstamo por el Museo Franz Mayer. Hay demasiado espacio temporal y desde luego contraste de género entre una pintura histórica, que tuvo que ser compuesta con base en vestigios imaginados, y una visión realista y cuidadosamente arquitecturizada. Cerca se disfruta de la vista de Temazcalcingo, pintada hasta 1909 por José María Velasco.
Centraré mi comentario en un desnudo que me quedaba a la altura de los ojos y que escudriñé buen rato. Es una pintura inepta y yo merecería que se me cuestionara severamente, pero cualquier lector curioso puede verla en página web con gran facilidad y constatar si lo que digo corresponde a una infundada percepción de momento respecto de un cuadro tradicionalmente muy importante. Me refiero a La amazona de los Andes, de Felipe Santiago Gutiérrez (1824-1909). Tiene fama de ser el primer desnudo femenino integral en la historia de la pintura mexicana y posee muchas peculiaridades que no son licencias poéticas
, sino impericias. Si uno parara
a la mujer recostada en los llanos, que igual podrían ser los de Apan que de Los Andes, nos encontraríamos con la figura de una giganta deforme, de diminuta cabeza, brazo derecho dislocado y muslos enormemente largos, como si fueran un par de cilindros de yeso ligeramente patinados, el derecho doblado sobre sí mismo parece un plátano pelado y el izquierdo es más aceptable, pues se continúa en la pierna. La postura, en escorzo desde la cabeza al pubis, pudo haber tenido como fuente a una modelo, pero luego quizás el pintor se vio abandonado por ella y tuvo que recurrir a imaginería que conocía o su imaginario. La postura es muy similar a la que guarda el Desnudo con perico, también conocido como Desnudo provocador, de Courbet, que está en el Metropolitan de Nueva York y que no fue del gusto de su tiempo, porque luce el pelo desaliñado
y porque la postura de la joven mujer es demasiado ofrecida
, según se dijo en su momento, que correspondió al Salón parisino de 1866. El desnudo de nuestro pintor texcocano posiblemente fue exhibido en una muestra de la Academia de San Carlos hacia 1891 en un sitio especial junto a obras europeas, debido, precisamente, a que se trata de un desnudo total. En Toluca, el Museo Felipe S. Gutiérrez, alojado en una hermosa casa , contiene una valiosa colección de dibujos de este pintor, y lo que parece ser una copia de esta pintura, pues la exhibida proviene del Museo Nacional de Arte. Varias obras suyas están en Colombia, donde colaboró en el establecimiento de una academia de arte.
La investigadora Cecilia Escobar Ceballos propone dos fechas respecto de la ejecución de esta pieza: 1874 y 1891, pero duda, con razón, que se haya exhibido en México en la segunda fecha consignada. El título sugiere que fue pintada en Colombia. Justino Fernández en indispensable recuento sobre el arte del siglo XIX mexicano, no da fecha de ejecución; afirma que por desgracia
no tiene la factura impecable que ostentan otros cuadros del mismo pintor viajero, señaladamente los de los santos Bartolomé y Jerónimo, este último con su indispensable calavera. Don Justino, siempre justamente venerado, virtió una observación que se repite sin pensar respecto de la amazona. El desnudo está dibujado sabiamente, apenas si idealizado, de manera que un paso más y podría llegarse a Courbet
. ¿Por qué dijo eso?, porque recordó el desnudo también recostado de la mujer del perico. Cuando la amazona regrese a su habitáculo permanente quizá convenga exhibirla por unos días en sentido vertical, para desacralizarla un poco, aunque basta una fotografía para cotejarlo. Pareciera ser un mal de algunos desnudos reclinados mexicanos del siglo XIX, pues la famosa odalisca, titulada Desnudo romántico, de Germán Gedovius, ostenta tambien obvio alargamiento, aunque no deformidad.