El jibarito con arroz
sta vez llegaba como el jibarito loco de contento
, pero nunca falta un prietito en el arroz. Éste es el fallecimiento de la Bala Eddie Pérez, saxofonista del Gran Combo, por lo tanto descanse en paz. Lo conocí en Panamá y tuvimos, Manolo Osorno, trompetista de Lobo y Melón, y el que esto escribe, un acercamiento bien chévere. Fue el primer Gran Combo que escuché y vi en vivo y a todo color, lo que me causó gran impresión.
Tenían de manera popularísima y, como dicen, pegadito, El caballo pelotero, y desde luego el disco Ojos chinos-jala-jala que pude escuchar en Nueva York, pero no los pude ver, pues terminaron sus contratos una semana antes de nuestra llegada a la Gran Manzana. Los encontramos en la tierra del canal actuando en el toldo del ferrocarril, convertidos en favoritos de los pasieros (léase panameños).
Empezando con lo positivo debo mencionar a la Big-Band Jazz de México. Gracias a una invitación de Uriel Sierra, fue como llegué al Lunario donde me esperaba una agradable sorpresa que me transportó al pasado, porque esta orquesta suena y suena de aquellita
. También pude admirar una vez más la calidad de Gualberto Castro, quien presentó a un cantante llegado de Tijuana que hizo una magnífica interpretación de Cosas del alma, de Pepé (sic) Delgado. En fin, que la gocé en sirio y en serio
.
Ahora, monina, le confesaré que una criatura del señor me tiene apantallado desde que me di cuenta de sus alcances y créame que no son baba de perico o cualesquier memgambrea
, de ninguna manera. En un medio machista donde la egolatría está muy presente, esta niña ha logrado obligarme a tenerle admiración. Seré sincero, no conozco a muchos que lean a primera vista y suplan con tanto seguridad y limpieza cómo logró sacar un compromiso que no cualquiera lo hubiera hecho y va de cuento.
Mi amigo Chano me invitó a una actuación de los Puerto Rico All Stars y al llegar nos encontramos con que Papo Lucca estaba con oxígeno y la hora de abrir el concierto se aproximaba. Cuando éste, su enkrukoro, suponía que actuarían sin Papo, esta niña lo suplió con gran prestancia.
Lo que esta chava ha hecho es digno de mi admiración, porque conozco a muchos que se pasaron durante mucho tiempo diciendo que harían esto y lo otro
y nada más nada. Pero, esta niña ya lo hizo y al participarme su logro me pidió guardar el secreto, cosa que estoy haciendo, pero esto será por poco tiempo. Este, su asere, espera equivocarse, pero conociendo la tela casi tengo la seguridad que le llegarán críticas que serán de los mediocres y por su amargura no admiten el logro ajeno. Por lo pronto lo hecho, hecho está, y nadie se lo podrá quitar a Zoila Martínez, mejor conocida como Zoi-la pianista, a la que felicito, admiro y deseo mucha suerte.
Hace unos días me encontré con otro motivo de asombro que también alcanza para felicitar al hijo de Rodrigo Pimental, músico que en su trayectoria ha deambulado aquí, allá y acullá. A su vástago le deseo la mejor suerte, su nombre Ché Maney.
Ahora, permítame monina hacerlo partícipe de varios aconteceres en que me vi involucrado. El Salón Los Ángeles por tres veces fue el lugar donde ocurrieron reuniones donde di opiniones que no fueron del agrado de algunos interfectos, susodichos u lo que sea
, pero siento mucho que no estén en lo cierto. Como siempre en vez de investigar se molestan y tratan de desmentirme olvidando que he vivido para el son y, por supuesto, del son.
Apesar de todo esto que le cuento di mi agradecimiento a quien se está molestando en darle reconocimiento a los soneros mexicanos. La segunda vez fue para un programa de televisión, donde me llamaron claridoso y di una opinión contraria. En la tercera, la celebración de una comida aniversario de un salón que me llena de recuerdos, me encontré con personas a las que estimo y admiro, así como otras a las que tengo paradas en el caracol del ombligo
, como decía Palillo. Pero cuando alguien me dice maestro no puedo evitar un sentimiento tan extraño que me hace reaccionar como un patán, porque no soy músico, tampoco jazzista y mucho menos maestro, lo que me hace suplicar que no me regalen ese título: ¡me queda grande! ¡¡Vale!!