Domingo 15 de septiembre de 2013, p. a16
Después de todo, amigos,
esta vida no puede llamarse
desdichada.
En lo que a mí concierne, por
ejemplo,
recibí en proporción justa, a la hora
exacta
y en el lugar preciso y por la mano
que debe dar, las dádivas.
Así tuve muertos en la tumba,
el amor en la entraña,
el trabajo en las manos y lo demás,
los otros,
a prudente distancia
para charlar con ellos, como vecina
afable
acomodada en la barda.
Y recreos. Domingos enteros en la
playa,
arboledas anónimas y amigas,
manantiales ocultos que cantaban,
libros que se abrieron de par en par
y bóvedas
maravillosamente despobladas.
Dioses a quienes venerar, demonios
tan hermosos que herían la mirada,
sueños para dormir asido al cuerpo
ajeno
como hiedra de tactos y palabras
... y algún relámpago de medianoche
para alumbrar el orden de mi casa.
Poema incluido en Solo este día, antología poética de la escritora, publicada por Joaquín Mortiz