Piden habitantes a Peña que nos arregle todo, que no nos falte nada
Domingo 22 de septiembre de 2013, p. 3
La Pintada, Atoyac de Álvarez, Gro., 21 de septiembre.
Seguramente para hacer honor a su nombre, en La Pintada pasaban la brocha por todo lugar público cuando la ocasión era propicia. Por eso todavía hoy, en la parte que logró salvarse de la avalancha de tierra bajo la cual se encuentran 68 de sus habitantes, el blanco, verde y rojo de las fiestas patrias se ve en los faroles, las bancas y el quiosco...
Otros serán desde ahora los colores para el 16 de septiembre en esta comunidad.
Hoy los 40 habitantes que todavía permanecen aquí y el propio presidente Enrique Peña Nieto –quien llegó por primera vez a recorrer el lugar– coincidieron en dar prácticamente por perdida toda esperanza de encontrar a alguien más con vida.
El mandatario les habló primero de la extraordinaria cantidad de lluvia que cayó en casi todo el país hace exactamente una semana y de cómo Guerrero fue el estado con más afectaciones. Pero aquí, en La Pintada, lamentó, “se vivió una terrible desgracia, por el número de familias, por la forma en que ocurrió cuando estaban reunidas en un convivio.’’
Con las lágrimas asomándose pese a sus esfuerzos por reprimirlas, Iván Alberto Adame Gallardo, de 12 años, narra: En el zócalo casi todo el pueblo se había reunido para el festejo del día de la Independencia
. Esto, dice, quizá evitó una tragedia aún mayor, pues al desgajarse el cerro, las toneladas de tierra quedaron con una precisión casi sobrenatural justo a un ladito de la plaza.
Fueron como potentes explosiones. La primera como a las 15:30 y la segunda, devastadora, a las 19:30.
Iván, quien deambula quizá como el único de su edad aún aquí, no logra entender. Sus padres se salvaron, no así 14 de su familia: dos hermanos de su papá, sus esposas, sus primos...
Y en el mismo tono habla el comisario ejidal, Pedro Bartolomé Rodríguez, quien apenas con unos hombres más recibe al presidente Enrique Peña Nieto pasado el mediodía.
Sin embargo y no obstante haber escuchado al mandatario ofrecer la ayuda inmediata para poner a salvo a la población –casi todos en albergues de Acapulco y otros con sus familiares en Atoyac– y darle alimentación antes de pasar a tomar la decisión sobre si redificar o reubicar a La Pintada, es Sofía Núñez quien plantea las cosas en su justa dimensión:
Pues ya que Dios nos dio permiso de salvarnos, ¿ahora a nuestros hijos adónde los vamos a meter a la escuela? Necesitan continuar o van a perder el año escolar. Muchas de nuestras familias no saben si estamos bien. Nadie sabe nada. Necesitamos que de verdad su apoyo sea como debe ser, que no nada más ahorita sean palabras, porque tuvo que ocurrir esto para que usted viniera
.
Siguió: Si todos lo elegimos a usted y no había venido hasta ahorita; y lo necesitamos, de verdad lo necesitamos: que nos reubique, que nos arregle todo, que no nos falte nada. Somos muchas personas las que necesitamos de usted
.
En respuesta, el Presidente dijo comprometerse con La Pintada para, junto con ustedes, inaugurar, hacer nueva a la comunidad en un lugar my cercano a éste... esta desgracia me ha comprometido, y aquí estoy. No he querido apartarme... Voy a regresar. Es un compromiso
.
Los hombres de aquí reivindican su oficio y tradición de caficultores. Hablan de sus matas y del grano perdido ese día, porque ‘’como el precio está tan bajo lo teníamos guardado en las bodegas que se llevó el deslave”.
Así, de luto y sin ingresos está La Pintada.
De salida, la tropa, oficiales y jefes tanto de la Marina como del Ejército se colocan en formación para recibir de su comandante supremo, el presidente Peña, el reconocimiento a su esfuerzo para remover, hasta hoy con pura pala y pico, las toneladas de tierra que cayeron sobre este pueblo cafetalero de la montaña del sur.