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Varias comunidades de la ribera del Balsas, en Guerrero, siguen aisladas, dice

Con temor, María Isabel cruzó la crecida de un río en busca de ayuda y alimentos

Los pocos víveres que quedan en la zona los han encarecido hasta cinco veces, relata

 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de septiembre de 2013, p. 12

María Isabel se persignó, abrazó a su hijo de 10 años, y junto con cinco adultos cruzó la creciente del río Balsas a bordo de una improvisada lancha con un motor. Todos aguantaron el temor en los momentos en que la barca parecía ir a la deriva y volcar. Lo importante era dejar el aislamiento, salir de San Marcos y de San Gabriel, municipio de Ajuchitlán del Progreso, Guerrero, en busca de ayuda y alimentos.

El río estaba bien grande, me dio harto miedo. María Isabel Pedro Damián llegó a las cinco de la mañana del pasado viernes hasta la orilla del río. La fila de los esperanzados en abandonar la zona de desastre era larga. Esperó 10 horas y pagó 100 pesos para subir a la lancha de madera.

Allá siguen varios de mis familiares, narró por vía telefónica la mujer, en cuya voz se denotaba aún el nerviosismo y la desesperación porque sabe que sus tíos y hermanos no tienen dinero y los precios de los pocos alimentos que aún quedan en esa zona guerrerense se han incrementado cinco veces. El kilo de jitomate, dijo María Isabel, cuesta 80 pesos. En Arcelia, municipio guerrerense, pidió ayuda para pagar el autobús que la llevara a Morelos, pues de 180 pesos que éste costaba antes de la llegada del meteoro Manuel, ahora deben pagar 220 pesos.

María Isabel dejó atrás las 400 viviendas derrumbadas por las crecientes de los ríos Balsas y sus afluentes Amuco, Las Truchas y Tepehuaje; el mal olor que empieza a invadir el aire por las agua lodosas y las vacas, perros, chivos, borregos y gallinas muertos. Está triste porque todo se echó a perder: las siembras y el maíz almacenado. No hay trabajo y la autoridad no ha llegado. Está muy feo, la gente está sufriendo, expuso.

También Antonio Miguel, caficultor de Atoyac de Álvarez, comentó que hombres y mujeres tomaron picos, palas y las herramientas que pudieron rescatar para abrir caminos. Los de San Francisco del Tibor habían abierto una vereda, pero la noche del viernes hubo otro derrumbe y nuevamente quedaron incomunicados. En la comunidad La Remonta, donde se juntan dos ríos, hay 500 familias que no tienen alimentos y están en riesgo por las crecientes. En la comunidad San Francisco hay 2 mil familias en espera de ayuda. Allá, explicó, en temporada de secas se llegaba en hora y media; también está incomunicada la comunidad de Las Flores y El Molote. El presidente municipal sólo puso una maquina chiquita para abrir los caminos. Las pérdidas hasta ahora, agregó, son incuantificables.

Los estudiantes y académicos de la Universidad Pedagógica Nacional de Tlapa y de la normal rural de Ayotzinapa se organizaron para auxiliar, en la medida de sus posibilidades, a los habitantes de 700 comunidades de la Montaña de Guerrero, la región más marginada y pobre del estado. Las lluvias siguen y la ayuda no llega, comentó José Luis Matías, quien junto con su esposa se organiza con los profesores para brindar ayuda.

En Tixtla, muy cercana a Chilapa, hay 300 familias incomunicadas, lo mismo que en Tlapa. El acceso es muy difícil en Malinaltepec, Zapotitlán, Tablas de Acatepec. A Mayada del Toro se llega tras siete horas de camino, cuando normalmente son de dos a tres horas. La ayuda no llega y nosotros no hemos podido salir mucho por lo complicado de los accesos y los derrumbes, lamentó.

En Oaxaca, varios poblados del distrito de Miahuatlán, comentó Tolentino Martínez Pérez, caficultor, están incomunicados; las siembras se perdieron, así como las reservas de granos. Los precios de los pocos alimentos se elevaron cinco y seis veces. Y sigue lloviendo. La gente hace lo que puede para abrir sus propios caminos, pues no hay ayuda del gobierno.